viernes, 25 de mayo de 2012

La casa de fieras

Me refiero a la Casa de Fieras antigua, la que estaba en el noroeste del parque y la que hemos visitado muchas veces siendo niños, jóvenes y mayores.
El foso de los monos es unos de los pocos recuerdos de la Casa de Fieras que aún se conservan en El Retiro.
Aunque no se trata del primer zoológico de la Capital, los madrileños recuerdan con cariño y nostalgia las visitas a este rincón del parque que en su día habitaban Elefantes, monos, hienas, osos y hasta celebridades de Hollywood, como los camellos que intervinieron en la película, Lawrence de Arabia.
Fue Fernando VII quien decidió ubicar en el lado noroeste del Retiro el primer zoológico madrileño que en 1770 había inaugurado Carlos III junto al Jardín Botánico.
De esta época eran las jaulas y el edificio conocido como la leonera, en cuya parte inferior se alojaban varios felinos ( panteras, leones, hienas y chacales ).
Los huéspedes del piso de arriba eran sin embargo, bastantes más ilustres, los  Monarcas y sus invitados.
Y es que, inicialmente, el uso y disfrute de este zoo era privilegio exclusivo de la familia real.
También durante estos años los osos ocuparon la conocida como montaña artificial.
Uno de los ejemplares más famosos de esta época, aún en el recuerdo de los madrileños, es la elefanta Pizarro, que protagonizó una simpática anécdota el día que se escapó y salio a dar un paseo por la calle de Alcalá, tras haberse bebido varias botellas de vino a su paso por las casetas de feria.
La elefanta terminó en una panadería, dando buena cuenta de las existencias.
En 1920,  la Casa de Fieras volvía a manos del Ayuntamiento de Madrid y permaneció en su ubicación actual hasta 1972, cuando todas las especies se trasladaron a la Casa de Campo.
No cabe duda de que en este recinto están mucho mejor, todos los espacios son mucho más grande y los animales pueden correr a sus anchas. Hay un espacio donde los perritos de las praderas tienen sus madrigueras hechas tan cerca del público visitante que casi los puedes tocar, ( si se dejan, claro ).

8 comentarios:

  1. Vaya, vaya con la elefanta Pizarro. Con su afición al vino, no me extrañaría que en su incursión en la panadería fuera en busca de esos pastelitos que llaman "borrachos". Un saludo.

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    1. ¿Te imaginas ahora corriendo una elefanta por la calle de Alcalá?
      Seguro que además del pan comería bollitos varios, no se si habría los exquisitos dulces que mencionas, pues estos son los típicos borrachos de Guadalajara, que por cierto están buenísimos.

      Un saludo dlt.

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  2. La Casa de Fieras no la llegué a conocer, el zoo actual si, he ido varias veces, pero me da mucha pena ver a los animales limitados a ese pequeño espacio, sin libertad, fuera de su hábitat natural, se les ve tristes...Aunque tienen más cuidados y atenciones que si vivieran en su medio y la posibilidad de vivir más años con una vida más cómoda. En fin, todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

    Que tengas un buen fin de semana.
    Un beso

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    1. Mejor que no conocieras la Casa de Fieras antigua, era deprimente.
      Tienes toda la razón del mundo al sentir pena por los animales cautivos,la última vez que fui, tenía mi hijo pequeño 12 años y es que, con la edad me he vuelto más sensible y me da pena todo.
      Feliz finde

      Un beso Hada.

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  3. Jo, me imagino a esa elefanta harta de vino calle arriba, calle abajo.

    Un abrazo Mª Ángeles.

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    1. Elena, creo que sería un espectáculo ver una elefanta por el centro de Madrid corriendo.

      Un abrazo y buen fin de semana

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  4. Ya me veo yo acaramelado y dandole de besos a uno de esos malcriasdos gatitos de malos modales.
    Lo de la elefanta si que da para una historia. Eso si que debe haber sido de pelicula.
    Te dejo un beso como siempre gata y me quedo con el encanto de tus relatos.

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  5. Gracias por tu amabilidad. La verdad es que ver a una elefanta correr por la calle de Alcalá y además, con unas botellas de más, debió de ser más que de película, y es que en Madrid...ocurre cada cosa...

    Siempre agradecida por tu visita.

    Un beso

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