Se vende media naranja:
El titulo a simple vista parece que tiene un poco de gracia, pero yo creo que no tiene ninguna. Es cosa de los ingleses y lo que hagan ellos no lo hace nadie, ( con todos mis respetos).
Resulta que en la Inglaterra del siglo XVIII, cuando un matrimonio de gente humilde se rompía, solo había dos soluciones: aguantar y hacer de tripas corazón o vender a la esposa, sí, así como suena, vendían a la esposa.
Esta costumbre no tenía ninguna base legal. pero como la actitud de las autoridades era equivoca se practicaba. ( En todas las épocas las autoridades siempre miran para otro sitio...sigamos.
El marido solo tenía que llevar a su esposa a la plaza del mercado con una soga atada al cuello (como si fuese una oveja), e intentar colocarla alabando sus virtudes y ocultando sus defectos. No se han registrado esposas que hubiesen sido subastadas más de una vez por distintos maridos, pero sí algunos pero sí algunos en los que el marido tuvo que volver a la plaza porque en su primera subasta no encontró compradores. ¿Que sentirían esas mujeres?...mejor no saberlo.
Respecto a los precios, variaban mucho y, en ocasiones, además del dinero se añadía a la puja algún barril de cerveza. Tenemos suerte las que vivimos en España, nuestros hombres nos "atan" para ellos solos.
También los ingleses tiene su punto de gracia, sean lores o mayordomos. Esto me lo ha contado un señor ingles:
Un conocido lord inglés tenía la costumbre de reunir a sus amigotes a tomar el té a una hora señalada todos los martes de cada semana, en su palacio de Bloodshire.
Cierto martes, el puntualísimo caballero no apareció y los invitados estaban intrigados. En cierto momento aparece el mayordomo y les dice a los presentes, con típico "british accent";
-Señores, Milord les pide disculpas por la demora y les anuncia que despues de mucho tiempo, se ha encontrado con su vieja y querida amiga Lulú, de Paris.
Dice que si puede, dentro de dos horas estará con ustedes, y si no puede, dentro de diez minutos. Muchas gracias.
Una frase: EL PUEBLO QUE NO SABE SU HISTORIA ES PUEBLO CONDENADO IRREBOCABLEMENTE A LA MUERTE.
Autor: Marcelino Menéndez Pelayo.