lunes, 29 de mayo de 2017

Dos mujeres

Quiero hacer un homenaje a las mujeres y voy a empezar hoy mismo. La primera de hoy es una mujer de carrera, inteligente, trabajadora, estudiosa, y...bueno voy a contar lo que hizo:
Esta mujer que se llamaba Virginia Apgar, inventó el test que lleva su nombre y que redujo la mortalidad infantil. Curiosamente no tuvo hijos.
Cada minuto nacen en el mundo 253 bebés y, aquellos que lo hacen en un centro médico, antes casi de abrir los ojos, pasan la primera prueba de su vida para detectar de manera temprana cualquier problema que pudiera poner en riesgo su salud y que fue inventado en 1953 por una mujer: el test Apgar.
"Ningún recién nacido va a dejar de respirar en mi presencia".
Esto lo dijo en una época en que la mortalidad infantil en EEUU era superior a la de Europa. La llegaron a llamar, "El ángel de los neonatos".
Su biografía es muy extensa, pero como ya he contado lo principal, voy con la otra mujer:
Esta era mi tía Crisantas.
A ella le voy a dedicar más tiempo porque también se lo merece. No tenía ni carrera universitaria ni siquiera sabía leer. Su padre, mi abuelo, al no tuve el placer de conocer, decía que las mujeres no tenían que saber leer. Opinión de muchos hombres de aquella época.
Mi tía Crisantas era una encantadora mujer. Vivió casi toda su vida en Campo de Criptana (Ciudad Real), su esposo era el molinero de dicho pueblo y a ella le llamaban, la molinera.
Como era hermana de mi madre la visitábamos de vez en cuando. Una de esas veces tuve la suerte de vez el molino en acción. No os podéis imaginar la hermosura de ver aquellas cuatro aspas dando vueltas a la velocidad del viento, que por cierto era muy fuerte aquella noche, y el ruido que hacían, Todavía lo siento si cierro los ojos.
Con el paso del tiempo los molinos dejaron de trabajar y...mis tíos también.
El molino lo heredó mi tío de su padre que a la vez lo había heredado de su abuelo. Cuando dejaron de moler, no sabía que hacer y todos los días seguía subiendo al cerro a ver su molino. Se sentaba a su sombra y allí acudían muchos de los mayores del pueblo a pasar las mañanas y las tardes.
Un día el Ayuntamiento le propuso que dejara visitar el molino a los turistas y él aceptó. Para que todo estuviese perfecto el Ayuntamiento le compró un traje como los de los guardas forestales...¡¡¡Que guapo estaba mi tío!!! ...Bueno, guapo, guapo la verdad es que no lo había sido nunca, pero mi tía no se cansaba de mirarlo con una gran sonrisa en los labios.
A finales de los años sesenta o principio de los setenta, siendo Ministro de Información y Turismo don Manuel Fraga Iribarne, a las autoridades se les ocurrió (para matar el tiempo), ir a visitar los molinos de Campo de Criptana.
Para acompañar a un ministro iba mucha gente. Además del señor Fraga, iba el Gobernador de Ciudad Real con todo su séquito. El Ministro con todo su séquito. No iban a ser menos los del pueblo, así que iba el Alcalde...con todo su séquito. En fin, una enorme comitiva.
Como se presentaron de improviso a las autoridades del pueblo no les dio tiempo de preparar nada y mucho menos de avisar a mi tío. ¡Lo pillaron con sus pantalones de pana, su camisa de rayas, un palillo en las comisuras de los labios y su sombrero de paja!
Él, ni se inmutó, cuando llegó la comitiva a la que ya se había unido la mitad del pueblo, hicieron las presentaciones, mi tío, dirigiéndose al Ministro, le dijo:
-Señor, tengo un traje muy bonito y nuevo en el baúl, pero no me lo pongo para no estropearlo.
Todos se sonrieron...menos el Alcalde.
Les enseñó con orgullo su molino "El Burleta" y luego fueron visitando los demás.
Aquí, entra mi tía:
Como los molinos estaban situados en alto y un poco alejados del pueblo, aunque no mucho, uno de los secretarios del Gobernador le dijo a la tía Crisantas:
-¿Por aquí hay muchos ladrones, verdad?
Ella le contesta:
-No señor, ya no hay ladrones aquí, ahora están todos en el Ayuntamiento con la "FILOGRÁFICA".
El buen hombre, creyendo que había oído mal, le volvió a preguntar:
-¿Con que ha dicho señora?
Ella muy seria y muy digna, le volvió a repetir lo que el hombre quería oír.
-Le he dicho, que ahora están todos en el Ayuntamiento con la "Filográfica!
Los que la oyeron, sonrieron prudentemente. Pero este hombre y durante todo el tiempo que duró la visita, no paró de decirle que repitiera la palabreja, seguro que la quería memorizar.
Cuando me contaron mis primos esta anécdota, no paramos de reír, mi tía seguía en sus trece diciendo la palabra...Filográfica...
No había modo de enseñarle a decir...Estilográfica.

Dos mujeres. Una estudiosa, inventora y mundialmente conocida. La otra. Una mujer de la Mancha, analfabeta, trabajadora y cargada de hijos. Pero para mí las dos son iguales, cada una en su saber.

lunes, 22 de mayo de 2017

De todo un poco

Esto va a parecer una entrada de mercadillo. Y eso que no suelo visitarlos, pero como tengo muchas cosas que contar lo haré por partes.
Una de las partes empieza el sábado cuando me invitaron a pasar el día mis amigos Juan y María, estos son el Psicólogo que tanto me enseña y su esposa. Era una reunión más bien de jóvenes cuarentones pero estábamos algunas mamás de dichos cuarentones. Después de hacer las presentaciones, comer, bien comidos y esperando el café, no se le ocurre al Psicólogo otra cosa que poner atentos a todo los amigos para que yo les contara aquellas horas nocturnas que pasamos mi hijo y yo cuando una maldita rata entró en casa. No me hice de rogar. Lo conté a mi estilo y exagerando todo lo que pude. No os extrañéis si os digo que más de uno se revolcaba de risa. Cuando terminé con mi perorata y aprovechando que no se iba a negar, le pedí que me diera una de esas clases tan magistrales que el sabe y que hoy pensaba yo poner en mi blog para distraer a mis amigos un poco. Lo hizo. Y pude tomar apuntes de estos dos relatos:

CATÁSTROFES QUE NO LO SON.

En una pequeña aldea vivía un sabio. Un día, el suelo apareció plagado de gallinas muertas. Entonces los aldeanos fueron en comitiva a preguntarle la razón de ese extraño fenómeno. " ¿Qué cree usted que es esto, una maldición?". A lo que él respondió: No os alarméis. No puedo deciros por qué, pero es por vuestro bien".
Los vecinos se marcharon algo disgustados con esa misteriosa respuesta, pensando que el hombre que tanto admiraban estaba perdiendo la razón. Pero, para su sorpresa, al día siguiente todos los perros cayeron desplomados. Y de nuevo se encaminaron hasta la casa del sabio, que volvió a tranquilizarlos asegurándoles que, aunque costara creerlo, esto también era para bien de todos. La misma escena se repitió al tercer día, cuando se apagaron todos los fuegos.
Pero lo peor estaba por suceder. Días después, una banda de asesinos llegó al pueblo y todos los habitantes se ocultaron temiendo por sus vidas. Pero el jefe de los malhechores dijo:
"No hay gallinas, ni perros. No sale humo de las chimeneas. Vámonos, aquí no hay nadie".
A veces suceden cosas que interpretamos como una catástrofe pero, tras una gran pérdida, la vida también te puede traer cosas buenas que no esperabas.

EL CIELO Y EL INFIERNO.

Erase una vez un fiero samurái que había oído hablar del Cielo y el Infierno, pero que no entendía muy bien qué era eso. Por ello, uno de sus colegas le recomendó que fuera a visitar a un monje que vivía en una cabaña en la montaña. Este hombre, con fama de sabio, aclararía sus dudas.
Cuando llegó al lugar, el samurái pateo la puerta y entró bruscamente en el humilde hogar, mientras el ermitaño estaba sentado en el suelo haciendo caligrafía. Sin siquiera presentarse, el guerrero le soltó:
" A ver, decidme cuál es la diferencia entre el Cielo y el Infierno".
  Como el monje seguía sin hacerle caso, el samurái insistió en la demanda, recibiendo esta contestación:
"Te escuché, pero no tiene sentido contestarte porque eres demasiado tonto para conocerlo".
Esta respuesta le enfadó tanto que sacó la espada amenazándole. En ese momento, el monje miró hacia arriba, sonrió y le dijo:
"Eso es el Infierno".
Y el samurái, comprendiendo que su vida era un constante enfado, dejó caer la espada y se dirigió al buen hombre, esta vez con sumo respeto, para decirle:
"Gracias por exponer tu vida para abrirme los ojos". A lo que el humilde hombre respondió:
"Eso es el Cielo". Porque el Cielo y el infierno no están tras la muerte, sino que son como uno vive.

Después de varias clases, que yo anoté, para contaros otro día, empezaron a contar chistes...de suegras. La verdad es que tenían su gracia y también apunte alguno:

-Pepe, te veo muy preocupado.
-Es que por poco atropello a mi suegra.
-Te fallaron los frenos?
-No, no, el acelerador.

Dos novios en la feria.-Mariano me llevas a subir a la noria?
-Mejor vamos a ver a tu madre, que marea lo mismo y es gratis.

La suegra a su hija.-Ayer tu marido vino tan borracho que se confundió de habitación, se metió en la mía y me hizo el amor.
-Y tu no dijiste nada????
-Ya sabes que no me hablo con el.

....Y siguieron así hasta las tantas...Ya contaré alguno otro día, no quiero cansaros.

lunes, 15 de mayo de 2017

Ni toros, ni rosquillas

Estamos en plenas fiestas de San Isidro patrono de Madrid. No se pueden aguantar tantas fiestas y comilonas, sin dejar atrás...los toros.
Hace ya mucho tiempo que no voy a los toros, ya casi ni me acuerdo de como va la cosa. Pero hoy, aunque solo sea por "chinchar", le he dicho a mi hijo que quería ir a los toros. Me ha contestado.
-Si, a los de Carabanchel.
Ya sabéis, como dice la canción de "la Casta y la Susana". Claro como el es animalista y anti taurino, no puede ver que hagan sufrir a un animal pues claramente me ha dicho que no. Ya os acordaréis de aquel día que os conté, cuando entro una rata en casa y lloro mientras le daba escobazos para que saliera a la calle. Por supuesto que no la mato aunque yo le decía, ¡mátala, mátala! claro que yo estaba subida a una silla, por si acaso.
Bueno el caso es que me he quedado sin toros. Os confieso que no me apetece nada ver una corrida, quizá es porque me he vuelto más sensible con la edad.
Como he visto la cosa un poco turbia he subido a casa de mi vecina Ana a preguntarle si iba a ir a la procesión, me ha dicho que no tenía nada pensado pero que si quería nos íbamos las dos. No me he hecho de rogar y hemos quedado para las dos juntitas irnos a ver al Santo.
Mientras íbamos en el tren hacia la Puerta del Sol para coger buen sitio para ver todo bien, le he contado varias anécdotas que ya he contado otros años y hoy no me he querido repetir.
Se ha reído mucho cuando le he contado que, allá por los años cuarenta, que teníamos una gran sequía, decidieron las autoridades civiles y eclesiásticas sacar a San Isidro en procesión a ver si llovía, pues estabamos en el mes de junio y no había caído ni una gota.
Fueron gentes de todos los barrios de Madrid y pueblos de alrededor, que hoy se dice...La comunidad de Madrid.
El caso es que todo el mundo rezaba, cantaba, mal, pero cantaba. Ese día también estaba yo junto con todos mis hermanitos. Digo hermanitos, porque yo soy la mayor y no tendía más de 11 años, detrás de mi iban 5, después siguieron llegando hermanitos.
Como iba diciendo, las gentes de Madrid y los que vinieron de fuera, cantaban y cantaban. Yo no se si sería porque lo hacían muy "requetemal"  o porque el bueno de San Isidro se canso de tanto canto y tanto rezo, cuando nunca lo visitaban estando siempre en su hermosa Colegiata. El caso es que empezó a caer tal tromba de agua que la gente no sabía que hacer.
El primero que salió hacia los soportales de la plaza fue el señor Alcalde, entonces era el Conde de Mayalde, por supuesto que le siguieron todos los demás, pero no quedó ahí la cosa, tanto corrieron a refugiarse de la lluvia, que dejaron solo al Santo en medio de la hermosa plaza Mayor de Madrid.
Mientras le contaba estas cosas a mi vecina y amiga, ya vemos aparecer la procesión: llegan unos señores vestidos a la usanza del siglo XVIII, la guardia Municipal con sus vistosos uniformes con plumero en el casco y todo, las autoridades eclesiásticas, pero...hoy, no aparecen las autoridades civiles igual que cuando yo era pequeña, ahora, todo ha cambiado y piensan de otra manera. Me ha dado pena.
Ya veíamos casi el fin del acto cuando Ana y yo, las dos a la vez, decimos: ¡Las rosquillas!
¡¡Como nos íbamos a ir sin probar las rosquillas del Santo!!
Como la pradera donde está el jolgorio nos pilla un poco lejos y las dos tenemos ya ...unos añitos. Decidimos comprar las rosquillas, ya sean tontas o listas, en la misma Plaza Mayor. Como dos fieras nos vamos hacia una tienda en la cual había cola para comprar. Nosotras, como dos hambrientas aligeramos el paso para no quedarnos sin ellas...entonces...Ana mete el tacón del zapato en una rejilla del alcantarillado y al echar el otro paso...cae al santo suelo.
Yo, que soy una escandalosa, pego un grito que se debió de oír en diez kilómetros a la redonda, La gente va enseguida a ayudarnos, Ana sigue en el suelo, el zapato metido en un agujero. Cuando la levantan tiene el traje lleno de barrillo y agua. ¡Está hecha una pena! Alguien llama al Samur que está muy cerca.
 Aparecen los sanitarios. No tiene heridas lo que tiene ella y yo  es un apuro que no nos tenemos. Le preguntan cosas, tales como si ve bien, si siente mareo, que donde le duele, que si patatín que si patatán.
Resumiendo...hemos aparecido en Coslada en una ambulancia y...sin rosquillas.
Esto es lo que les ha ocurrido a dos buenas "chicas" que quería ver la Procesión de San Isidro y comer las ricas rosquillitas.
 
 
Y estas son las riquísimas rosquillas que nos hemos perdido. ¿Os gustan?  Pues ya sabéis donde están,  en M A D R I D.
 
 
Aquí os esperamos. ¡Pero tened cuidado! Muchos de los que vienen...se quedan.

lunes, 8 de mayo de 2017

Una preciosa leyenda

Lo primero, felicidades a todas las madres aunque sea un día después. Yo también tuve ayer mi día y lógicamente estuve de celebración.
Lo pase muy bien en Toledo pues es ahí donde vamos muy a menudo por lo tanto, nos conocemos la ciudad igual o mejor que Madrid. Pero...Siempre hay algo que nos deja descolocados y fue que, estando en la ermita del Cristo de la Vega que me gusta verlo siempre que voy a Toledo, una señora muy amable, toledana ella, al verme tan interesada, me quiso contar la leyenda, yo le dije que me la sabía muy bien y que además la había puesto en mi blog. Entonces me dijo:
-¿Conoces la del Cristo de las aguas?
-¡No! Cuéntamela por favor. Y me la contó. La cual, casi me hizo llorar al final de dicha historia.

"Esta leyenda tiene como protagonistas a aquellos que diariamente trabajaban en el Tajo, y nos dice que un buen día, mientras todos estaba en su faena, vieron que llegaba flotando una caja de madera de tosca construcción.
Durante la segunda mitad del siglo XVI, muchos eran los pescadores que buscaban el sustento en las aguas del río, pescando para comer y para cambiar por otras viandas, también las mujeres pasaban largas horas en las orillas lavando la ropa. (Pobrecillas, si vieran nuestras lavadoras)
Eran tantos y variados los habitantes que utilizaban el Tajo para su vida diaria que multitud de leyendas han surgido en torno a este río.
Conocido era ya en la época los numerosos tesoros y riquezas que encierra Toledo en sus entrañas, y creyendo estos trabajadores que la caja que flotaba en el río podría haber escapado de los más recónditos subterráneos toledanos, rápidamente se acercaron a la orilla para intentar alcanzarla.
La sorpresa e intriga por la caja aumentó al momento de intentar tenerla, ya que cada vez que se acercaban a ella como si impulsada por misteriosa energía desconocida, se apartaba de ellos y se iba hacia la otra orilla.
Todos aquellos hombres y mujeres, ya preocupados al ver que ningún intento era posible ya que la caja parecía que cobraba vida incluso al moverse contracorriente y cambiar de orilla siempre huyendo de sus captores, decidieron que era el momento de dar conocimiento a las autoridades.
Llegaron los alguaciles y el Corregidor y decidieron que aquello era un hecho milagroso y no tardaron en avisar a las autoridades religiosas para que decidieran qué hacer con la misteriosa caja que huía con vida propia de sus captores.
Todos querían saber lo que contenía la caja, así que intentaron cogerla, pero cuando ya apenas la tenían cerca, esta se iba hacia la otra orilla y así estuvo bastante tiempo, hasta que por fin pudieron darle alcance.
Todos quieren ver el contenido de dicha caja, unos piensan que es un tesoro, otros temen que sean los duendes que tantas veces aparecen por la ciudad.
 Está el Obispo, el Dean catedralicio y el Cofrade Mayor de la Vera Cruz y todos los cofrades de Toledo.
Todos hablan y preguntan, cuando llega el turno del Cofrade Mayor de la Vera Cruz con sumo cuidado abren la tapa...
 Al abrir la caja descubren en su interior un crucifico de respetable tamaño, moreno y de larga melena, sobre el que aparece un papel escrito, que dice:
"Voy destinado para la Santa Vera Cruz de Toledo".
Toledanos allí congregados toman este hecho como un milagro. Entonces en procesión llevan la imagen hasta el convento del Carmen Calzado, donde permanece hasta 1810, año en que los franceses queman este convento, pasando entonces a la Iglesia de la Magdalena.
Es en aquel lugar donde sacaban a este Cristo en procesión rogando por el fin de las sequías y pestes.
De ahí el nombre de Cristo de las Aguas. (Aquí viene mi llanto)
Durante la fratricida Guerra Civil, la parroquia de la Magdalena fue destruida y con ella el Cristo de las Aguas.

He visto estampas y fotografías que me enseñó mi nueva amiga toledana. Era una talla muy rara y tenía  una melena como jamás he visto en Crucifijo alguno.
 Ni siquiera a los Nazarenos, y mira que nuestro Jesús de Medinaceli tiene una buena melena. (Que por cierto, por si alguien no lo sabe, había una señora que se dejaba el cabello bien largo para hacer el pelo a Jesús de Medinaceli).
He conseguido la historia completa a través de Internet y he llegado a una conclusión:

"NO HAY NADA  MÁS DAÑINO QUE EL SER HUMANO".

lunes, 1 de mayo de 2017

El hábito no hace al monje

Hay muchos refranes que podemos aplicar a esta historia, verdadera por más señas, por ejemplo:
"No te fíes de las apariencias"
"Mala y engañosa ciencia, es juzgar por las apariencias"
"No es harina, todo lo que blanquea" o,
"El hábito no hace al monje"...
Bueno empecemos con la historia, que en algunos momentos me ha hecho llorar un poquito.

Una mujer, con un vestido de algodón barato y su esposo, vestido con un humilde traje, se bajaron del tren en Boston, y caminaron tímidamente sin tener una cita, a la oficina de la secretaria del Presidente de la Universidad de Harvard.
La secretaria adivinó en un momento que venían de los bosques, eran campesinos, "no tenían nada que hacer en Harvard"
-Deberíamos ver al Presidente, dijo suavemente el hombre.
-El está ocupado, contestó la secretaria.
-Esperaremos, replicó la mujer.
Durante horas los ignoró, esperando que la pareja se desanimara y se fuera. Ellos no lo hicieron, y la secretaria vio aumentar su frustración y finalmente decidió interrumpir al Presidente.
-Tal vez si usted conversa con ellos unos minutos, se irán.
El hizo una mueca de desagrado, y asintió.
Alguien de su importancia no tenía tiempo para ocuparse de gente con vestidos baratos. El Presidente, con el ceño adusto se dirigió con paso arrogante hacia la pareja. La mujer dijo:
-Tuvimos un hijo que asistió a Harvard. Era feliz aquí. Mi esposo y yo deseamos levantar algo, en alguna parte del campus, que sea en memoria de nuestro hijo.
El Presidente no se interesó.
-Señora, le dijo ásperamente, no podemos poner una estatua para cada persona que asista a Harvard y fallezca. Si lo hiciéramos este lugar parecería un cementerio.
-Oh no, exclamó la mujer rápidamente. No deseamos erigir una estatua. Pensamos que nos gustaría donar un edificio a Harvard.
El Presidente entornó sus ojos. Echó una mirada a la pareja y entonces exclamó:
¡¡Un edificio!!
 ¿Tienen alguna remota idea de cuanto cuesta un edificio? Hemos gastado más de siete millones de dólares en los edificios aquí en Harvard.!
Por un momento la mujer quedó en silencio. El Presidente estaba feliz. Tal vez se podían deshacer de ellos ahora...
La mujer se volvió a su esposo y dijo suavemente:
-¿Tan poco cuesta construir una Universidad? ¿Por qué no construimos la nuestra? Su esposo asintió.
El rostro del Presidente se oscureció en confusión y desconcierto.
El señor Leland Stanford y su esposa se marcharon, viajaron a Polo Alto, California, donde establecieron la Universidad que lleva su nombre.
 La Universidad de Stanford, en memoria de su hijo del que Harvard no se interesó.
La Universidad "Leland Stanford Junior" fue inaugurada en 1891, en Palo Alto, "junior" porque era en honor del fallecido hijo del rico terrateniente.
Hoy en día la Universidad de Stanford es la número uno del mundo, por encima de Harvard.
Leland Stanford era un magnate ferroviario y Gobernador de California, su esposa se llamaba Jane.
Su único hijo, Leland Stanford murió de fiebre tifoidea en su adolescencia.

¡¡¡Que ojo clínico tienen algunos "chupatintas"!!! Este párrafo es cosa mía...