miércoles, 12 de diciembre de 2012

Las arañas de Navidad

Si hay algo que me de terror...es una araña, no las puedo soportar, pero después de enterarme de esta leyenda, ya no las tengo tanto miedo.
Hace mucho tiempo, en un pueblecito de las montañas Harts, en Alemania, empezaban a prepararse para la Navidad y como era costumbre, todas las señoras se dispusieron, escoba en mano, a limpiar dejando todo reluciente para cuando llegaran las fiestas.
En una de las casas, una araña había establecido su nido en las vigas del comedor y cual no sería su miedo al ver como la escoba se acercaba peligrosamente a sus pequeñas hijas. Así que las llamó a todas y se escondieron un poco más arriba, justo en un pequeño hueco entre los ladrillos, que casi no se veía.  Y allí quedaron escondidas dos o tres días, hasta que una noche vieron algo asombroso.
Del mismo suelo del comedor, había brotado un árbol centelleante de luces y lleno, desde la raíz a las puntas de toda clase de cosas brillantes y deliciosas.
Las pequeñas apenas podían contener su impaciencia, pero la madre araña no las dejó salir del nido hasta que toda la casa estuvo en silencio.
Entonces las arañitas se deslizaron por sus hilos y bajaron hasta el árbol para ver de cerca todas aquellas maravillas. Pasearon arriba y abajo mirándolo todo, tocando los adornos con sus patas y dando tantas vueltas que, al final, todo el árbol quedó envuelto en una gran masa de telarañas y había perdido todo su esplendor.
Justo aquella noche era la noche en que Santa Claus llegaba a las casas para dejar sus regalos. Se rió mucho viendo lo felices que eran las arañas, pero también sabía que los niños se`pondrían tristes cuando vieran su árbol tan sucio y gris, así que les preguntó si querían quedarse en el árbol para siempre. Algunas dijeron que si y otras decidieron volver a su nido.
Santa Claus sopló sobre el árbol y, las que quisieron quedarse, se convirtieron en arañitas doradas y sus hilos en bonitas y brillantes guirnaldas que colgaba de las ramas del árbol, haciendo que este fuera aún más bonito.
Y esta es la razón por la que muchas personas ponen arañas y cintas doradas en los árboles de Navidad.
Desde que leí esta historia, ya no me dan tanto miedo las arañas y siempre que pongo mi árbol en Navidad me recreo con las guirnaldas de espumillón haber si me encuentro con alguna arañita.

10 comentarios:

  1. Nunca pude imaginar que el origen de las guirnaldas de espumillón pudiera tener relación con las telas de arañas.
    Un abrazo.

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    1. Sea o no cierto la verdad es que es bonita la leyenda, ¿Verdad?

      Un abrazo Pedro Luis

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  2. No soporto a las arañas sobre todo a esas grandes y gordotas, en alguna ocasión he salido corriendo al ver una de estas y he tenido que pedir que me la mataran porque yo era incapaz de hacerlo. A pesar de que el relato es bonito no quisiera encontrarme ninguna araña en mi belén.He trabajado en una bodega centenaria donde en los "cementerios" (lugares donde descansan las botellas de vino para embejecerlas)se conservaban las telarañas para dar la sensación de vinos más viejos, nunca me expliqué el motivo por el que las arañas fueran a un lugar tan extraño donde no había ningún tipo de comida a no ser que les gustase "empinar las patas" :-)

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    1. Yo tampoco Charo. Vivo en un piso bajo que da al jardín de la comunidad y es muy fácil, sobre todo en verano, que entren en casa. Me ponen histérica.
      Por otro lado, al estar a las afueras de la ciudad hay más insectos pero no hay cucarachas Ufffff.
      Un besito

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  3. Bonita y entrañable historia.

    Un abrazo.

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  4. lindísima tu historia María de Los Angeles. Te confieso que quiero mucho a las arañas. ¡un saludo afectuoso María de Los Ángeles!

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    1. Lao, yo te las regalo todas, jajaja.
      La verdad es que en la leyenda resultan muy graciosas.

      Un saludo

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  5. Qué bonita historia, Ma.de los Angeles, tengo mis guirnaldas añejas, pero igual las desparramo con amor, un abrazote!

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    1. Mª Cristina yo también tengo los adornos de siempre, pues los guardo de un año para otro. Te cuento algo solo para ti.
      Tengo un árbol artificial de más de 25 años. Me lo regaló mi madre que a su vez se lo había regalado uno de mis hermanos (mamá y este hermano han fallecido) y cada año lo pongo con más amor, recordándolos tal como eran ellos.
      Mientras yo viva, estará este árbol en mi casa. Tanto el espumillón, las bolas y el árbol...tienen más años que mi hijo pequeño, que ya no cumple los 30, jajaja.
      Un besazo

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