lunes, 17 de marzo de 2014

La felicidad

Antes de comenzar esta historia, fábula o cuento, tengo que decir que yo solo creo en un solo Dios. Aunque hace unos días un anónimo me tachó, (palabras suyas) de beata, mea pilas. Fue cuando escribí sobre el cojo de Calanda, no os imagináis las cosas que me dijo: claro que lo he borrado.
Volviendo a este momento, sigo con mi tema:

En una reunión de todos los dioses, decidieron crear al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza.
Estaban manos a la obra cuando uno de ellos los interrumpió:
-No podemos hacerlos idénticos a nosotros, porque si tienen nuestra inteligencia y fuerza, ¿en que se diferenciarían los humanos de los dioses? Tenemos que privarles de algo.
Tras cavilar un buen rato, uno de ellos dijo:
-Vamos a quitarles la felicidad, aunque no se bien donde la esconderemos.
El primero en hablar propuso que ocultasen la felicidad en el monte más alto del mundo. Pero uno de sus colegas le advirtió:
-No, recordemos que les dotamos de fuerza y, tal vez, alguien podría ascender a la cumbre y descubrirla.
Otro de los dioses pensó que el mejor lugar para poner fuera del alcance de los humanos la felicidad sería el fondo del mar. Sin embargo, pronto hubo que temió que no sería seguro, pues los hombres, con su inteligencia, podrían llegar también allí.
Tras un largo silencio, uno de los dioses creyó tener la solución. Ante el asombro de todos los presentes, dijo:
-La esconderemos dentro de ellos, estarán tan ocupados buscándola fuera que no la encontrarán.
Y así ha sido.
El hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.

10 comentarios:

  1. Hayy amiga, que verdad más grande. Solo si estamos en paz con nosotros mismos hallaremos la felicidad o algo parecido.
    Me ha gustado esta entrada.
    Un abrazo.
    Roser

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    1. Gracias Roser, tienes razón, siempre buscamos lo que quizá tenemos muy cerca sin darnos cuenta.
      Me alegro haberte distraído un momento.
      Un fuerte abrazo

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  2. Impagable Ma de los Angeles, nada más cierto, un abrazo!

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    1. Gracias María Cristina, siempre tenemos que pensar un poco y luego reaccionar así encontraremos lo que buscamos.
      Un abrazo

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  3. Me ha gustado tu cuento porque lleva una gran verdad y es que la felicidad está muy bien colocada para no tener que molestarnos en ir a buscarla así de bondadosos fueron esos "dioses". No hagas caso de los anónimos y menos si son a causa de tu Fe . Besicos

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    1. Hola Charo, me alegro que te haya gustado el relato. Respecto a los anónimos, creo que son más bien cobardes por esconderse detrás de unos escritos. Como te imaginarás los insultos sobre mis creencias me hacen más fuerte.
      Un besito

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  4. ¡Hola, María!!!

    Me ha encantado tu blog: Es preciosa esta entrada, luego veré con detenimiento más por ahí a bajo.

    Si que hay siempre aparece algún energúmeno trata de amargar un momento de nuestra vida. ¡Pero tiene solución, sacarlo del medio y listo! Gracias por todo.

    Un abrazo. Ahora subo un piso más.

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  5. Y a mi me encanta recibirte.
    Muchas gracias por tus halagos y muchas más por visitarme. espero estar a la altura de tus gustos.
    Ya sabes que cuando uno está en una pantalla se expones a que algún...anónimamente te insulte, pero son más los que me quieren.
    Un beso Marina

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  6. Yo leí aquellos comentarios antes de que se borrasen y he de decir que Maria de los Angeles miente descaradamente, lo cual dentro de su fé es pecado. Aquel anónimo le recomendó la lectura del filósofo ateo Gonzalo Puente Ojea, una eminencia mundial sobre las religiones y el fenómeno religioso, y María Angeles insultó primero a Gonzalo Puente Ojea diciendo que tenía "cara de estreñido" , una grosería de baja estofa , a lo que el anónimo entonces sí respondió al insulto, pues al ser ateo no está obligado moralmente como ella a poner la otra mejilla.

    El anónimo por cierto desmontó la mentira del milagro de Calanda, que seguramente sea el verdadero motivo porque la insultadora Maria de Los Angeles borró los comentarios, como probablemente haga también con este.

    Paula Reyes.

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    1. No lo voy a borrar.
      No creo que sea un insulto lo que dije, que fue en plan gracioso, pues como bien sabes siempre está tan serio... Te pido perdón a ti, y al señor Puente Ojea.
      Los escritores le damos tanto a la pluma, en este caso a la tecla, que quizá no gustamos a todos los que nos leen.
      Perdón, perdón, perdón.
      Te doy las gracias por visitarme, por leerme y te pido que no dejes de hacerlo, siempre serás bienvenida.
      Un saludo Paula

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