domingo, 18 de septiembre de 2011

El coro de mi parroquia

Aunque pequeño...pero tenemos coro. Hoy hemos celebrado el día grande de nuestra parroquia La Santa Cruz, de Coslada. La fiesta se celebró el día 14, pero como era miercoles se dejó para el próximo domingo, o sea, hoy.
La Iglesia estaba un poco más adornada que lo normal, aunque no mucho, pero con un poco de imaginación la hemos visto rsplandeciente. Como todavía no ha acabado el verano y aún hay gente de vacaciones pues la verdad es que no estaba muy concurrida, pero las de siempre si estábamos. Las que no han faltado son las del coro, ellas casi nunca fallan y es que...!son más buenas¡
Como digo anteriormente el coro no es muy grande, apróximadamente se compone de unas quince personas, más o menos. Las hay que cantan muy bien, además deben de tener la carrera de música ya que tocan muy bien la guitarra, el organo, una cosa parecida a los tam-tam de la selva e incluso la pandereta. Estos cantan muy bien pero luego están las que se arriman (con toda su buena fe), o sea las que creen que cantan. Mal o bien la cosa es que hacen ruido. Hay dos o tres que tienen muy buenas voces y tratan de que todos cantemos como ellos, entonces dan el tono pero no se dan cuenta de que nosotros no llegamos al alto, ni al bajo, ni al medio y es en ese momento cuando todos empezamos a cantar y parecemos un grupo de chicharras en el mes de agosto. Esto me recuerda, una vez (ya hace mucho tiempo), estaba yo de vacaciones con las monjas de la caridad de Cóbreces, en la provincia de Santander. Un día la hermana Consuelo se sintió expléndida y nos preparó una excursión a Santillana del Mar par que vierámos las Cuevas de Altamira. Siempre que viajebámos ya fuera en tren o autocar, siempre ibamos cantando y lo malo era que nos creíamos que lo hacíamos bien.
Ese día al salir de las cuevas, apareció un autocar lleno de muchachos, todos iban uniformados.
Nosotras, también jovénes, al ver a los chicos y quizá para llamar la atención, no se nos ocurrió otra cosa que ponernos a cantar como unas "descosias" (como decía mi madre cuando haciámos el tonto). Los chicos nos miraban mientras nosotras subiamos al nuestro autocar, cuanto más nos miraban...más fuerte cantábamos. Vimos a nuestra monja charlando con la persona que iba al cargo de los chicos.
Cuando la madre "Ito" ( que así la llamábamos para hacerla de rabiar) subió al coche, nos dijo:
-Niñas, habeis de saber que ese grupo de jóvenes al que habeís destrozado los oídos con vuestros cantos, son...El Orfeón de París.
Desde entonces, cada vez que tengo que cantar en la Iglesia...lo hago de "Do menor" o sea, lo menor que se me oiga

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