martes, 28 de junio de 2016

Una gran mujer, mi tia Gabriela

No era famosa, solo la conocíamos los familiares, amigos y vecinos. Era, mi tía Gabriela.
Para mi fue la mujer más trabajadora que he conocido. Además, también para mi, buena persona.
Me voy a remontar a cuando yo era una pequeñaja, de esto ya hace bastante tiempo, todavía no se había casado. Trabajaba en una fabrica de cemento en Villaluenga de la Sagra, provincia de Toledo. Junto a su hermano mantenían  a su madre y cuando podía ayudaba a los demás. Los demás éramos nosotros, sus sobrinos.
Esto ocurrió antes de casarse, por lo tanto no habían nacido mis 5 primos, sus hijos. En aquellos tiempos los hijos se tenían después del matrimonio.
Un día de aquella maldita pos-guerra, allá por los años cuarenta, se presentó sin avisar en casa, venía envuelta en una gran mantón que la cubría del frio y de algo más: el mantón era de su madre, mi abuela. Mi madre nada más verla le dijo:
-Pero hermana, cuanto has engordado?
Mi tía Gabriela, riéndose, se despojó del mantón y de unas cuantas ropas más y...apareció un enorme cerdo abierto en canal y rodeándole todo su cuerpo. Nosotros, los niños, de momento nos asustamos pero al ver reír a mis padres y a mi tía, nosotros curiosos empezamos a mirar que era lo que allí pasaba. Lo que pasaba era que, como en Madrid estábamos pasando más hambre que el perro de un ciego, pues todo lo que comíamos era por las cartillas de racionamiento, a la tía Gabriela no se le ocurrió otra cosa que traerles carne a sus hermanos y sobrinos.
No solo nos hartamos nosotros, sino unos cuantos vecinos, pues como en aquellos tiempos no existían los frigoríficos y por miedo a que se estropeara el riquísimo marrano, mis padres decidieron repartirlo entre los vecinos, que no solamente le hicieron una fiesta al "guarro" como decía mi padre, sino también besaron y agradecieron a la tía Gabriela tan suculento presente.
Tengo que decir que, como en aquellos tiempos había lo que llamaban aforo al entrar en las estaciones de tren, se tenían que valer de artimañas para pasar algún comestible en Madrid. La tía Gabriela no fue esta la única vez que nos visitó envuelta en el mantón.
Una de las veces me hizo cómplice de sus "chanchullos".
Llegó a casa, como siempre, sin avisar.
Aquel día iba vestida de "cerdo", nunca mejor dicho.  El caso es que no se le notaba, yo hoy me pregunto, cosa que nunca lo hice a ella, como se las apañaba para camuflarlo.
Mi madre la regañaba algunas veces pues como mi padre era Policía Municipal, decía que podía comprometerlo pero ella siempre contestaba que, cuando se comía las tajadas bien frititas no se comprometía.
Yo me reía mucho con estas discusiones de hermanas. Aquel día, ya rizó el rizo:
Cuando llegó a casa "descargó" medio cerdo y le dijo a mi madre:
-Esto para vosotros, ahora si dejas que me acompañe la niña. (O sea yo), vamos a hacer un recado.
 El recado fue:
Pues muy sencillo, tenía unos amigos en el Paseo de las Delicias. Cogimos el tranvía. Llegamos a una casa, y...la estaban esperando con los brazos abiertos. Era una familia de un montón de gente. Tenían más hambre que "Carpanta" y...allí dejó mi querida tía Gabriela el resto del marrano.
Cuando volvimos a casa ya estaban todos cenando unas exquisitas magras de cerdo fritas. Nadie decía nada, pero todos comían a dos carrillos.
Quizá esté mal visto a estas alturas, pero otros hicieron cosas peores. Yo, no solamente la he querido sino que la he admirado.
Tanto ella como sus hermanas eran analfabetas, cosas de mi abuelo que decía que las mujeres no tenían que saber leer, pero eran muy, pero que muy listas. Si el abuelo, al que no tuve el gusto de conocer, viera ahora a sus nietas...todas saben leer.
Ayer la enterramos, tenía 99 años.
Era la última tía que nos quedaba. Sus hermanos tampoco están ya.
 Mis primos y yo, todos estamos huérfanos.

lunes, 20 de junio de 2016

Rampa al Cielo


Si, ya hay una rampa al Cielo.
Como quizá muchos sabéis, hace unos años, pocos, canonizaron a  Manuel Lozano Garrido (Lolo). Nada más y nada menos que un periodista.
Los más mayores habréis leído sus artículos en el desaparecido diario "Ya" y en la revista "Telva".
Lolo estaba invalido desde los 22 años, iba en una silla de ruedas. Estuvo 32 años sujeto a ella.
 Por si esto fuera poco, los últimos nueve años de su vida también estaba ciego.
La parálisis le impedía coger el bolígrafo y se lo ataban con una cuerdecita a la mano y cuando definitivamente la parálisis le impide toda actividad con las manos, alguien le compra un magnetófono y siguió siendo periodista.
Tenía un lema impresionante:
 "Cuanto más sufro cada día, más amo al hombre"
Lolo fundó una obra pía llamada "Sinaí" con la que creó grupos de oración para apoyar a los periodistas en su tarea.
No os lo perdáis, eran grupos de doce enfermos como él, que junto a un Monasterio de clausura rezaban por los que tenían responsabilidad de informar a la sociedad a través de los medios de comunicación. (O sea, periodistas).
En algunos momentos, decía:
Mi profesión...invalido.
Hasta el último momento fue un canto a la vida. Nació en 1920 y murió en 1971, por lo tanto tenía solo 51 años.
Fue canonizado por el Papa Benedicto XVI después de los requisitos que en estos casos conllevan.
Creo que bien se ha merecido una rampa para que pueda subir al Cielo en su silla de ruedas.
Por lo tanto, desde hace poco tiempo tenemos al Beato Manuel Lozano Garrido (Lolo), periodista, en los altares.
 Con todo cariño y respeto digo...Lolo, ruega por nosotros.

Os imagináis a la panda de impresentables que dicen ser periodistas. Esos que están en tv. que hacen que no la pongamos por no ver ni oír la basura que nos cuentan?
Los que pagan cantidades monumentales a cualquier "pendón" por decir barbaridades para deshacer un matrimonio?
Eso no es periodismo, es...porquería.

No quiero seguir, no sea que a Lolo no le guste...perdón.




martes, 14 de junio de 2016

Se acabó el ruido

 
Virgen Del Amor Hermoso.

¡¡Menos mal!!
No piensan igual los niños ni los jóvenes de que se hayan acabado las fiestas patronales. Yo y muchos como yo, ya estábamos artos de tanto ruido.
Aunque Coslada limita con tres cuartas partes de su geografía con Madrid, la otra parte linda con San Fernando de Henares, no deja de ser un pueblo, bueno, Madrid capital también lo es, gracias a Dios. No hay cosa más hermosa que un pueblo. Ya quedan pocos de los pueblecitos que no se han adherido  a la Comunidad de Madrid, Coslada es uno de ellos, quiere seguir siendo independiente.
Tiene su alcalde, malo pero lo tiene, su policía, sus bomberos, hospital etc. El caso es que no nos falta de nada.
Como ya digo, ha habido una semana de fiestas. Cohetes, más cohetes, feria, fuegos artificiales y...ruido, mucho ruido.
El domingo se hizo la misa mayor con procesión incluida. Con esto si que disfruté mucho. Llegué a la iglesia con bastante tiempo ya que se llena y yo no puedo estar de pie. Me puse, como siempre, en el primer banco. Una señora me dijo que estaba reservado para las autoridades, yo le dije que no se preocupara que ni el alcalde (Socialista) ni los concejales aparecerían por la iglesia, como así fue.
Si llegó, como siempre, el ex Alcalde anterior (del PP) y toda su plana mayor. Nos saludamos y como siempre junto a su esposa se sentó en el primer banco, pues era seguro que los "otros" no iban a ir.
Todas las señoras iban muy guapas con sus trajes nuevos y más las que pensaban llevar en sus hombros a La Santísima Virgen.
Empezó la comitiva. Primero una banda de cornetas y tambores extraordinaria, habían venido de otro pueblo cercano, Fuente el Saz, le seguía la imagen, que iba como siempre en unas andas muy bien adornadas con flores y portada por señoras que se peleaban por cogerlas.
A pocos metros de la iglesia había cuatro jovencitas vestidas con pantalón negro y camisa roja, colores de una peña taurina, que aunque no hubo toros, no por eso se olvidaron de agasajar a la Virgen. En este punto relevaron a las señoras que la llevaban y se acercaron donde unos metros más allá estaba lo que era antes la peña con sus instrumentos musicales.
Cuando las chicas llegaron portando a la Virgen del Amor Hermoso empezaron a interpretar "La saeta" de Joan Manuel Serrat mientras mecían de lado a lado las andas. Al finalizar le pusieron una gran ramos de flores a los pies de la imagen, como todos los años. No os podéis imaginar lo maravilloso que suena tan extraordinaria partitura aunque sea con cuatro instrumentos y cuatro jóvenes...¡¡Maravilloso!!
A todo esto, la banda de cornetas y tambores estaba parada y todo el pueblo, con sus autoridades eclesiásticas y civiles incluidas y yo, también.
Cuando finaliza, la procesión sigue su curso.
Nos habíamos reunido tanta gente que las demás parroquias de Coslada creo que estaban vacías, pues todos habíamos ido a honrar y acompañar a nuestra Patrona.
Íbamos caminando por algunas calles del pueblo, las mujeres se turnaban, pues casi todas querían llevar a su Virgencita.
En un momento vi a una jovencita con síndrome de Down, al pie de la Virgen, ella la miraba y la miraba, entonces una señora de las que esperaban su turno para relevar a las otras, metió la mano entre las flores y sacó una medalla que iba al final de un lazo amarillo y se la dio para que la besara, la joven la cogido. Como íbamos muchos me separé de ella.
Ya llegábamos a la mitad de la procesión y nos tocaba ir por la calle que hace un poco de cuesta.
Aquí se empezó a "perder" la gente, unos se iban a la derecha, otros a la izquierda y otros hacia atrás. Pocos seguíamos adelante con la Virgen, los curas, la banda de música y los pocos que quedaban de la antigua corporación municipal.
Hay que reconocer que hacía un sol de justicia, lo menos 30 grados a la sombra, total, cuando llegábamos a la iglesia para meter a la Virgen hasta el año que viene, íbamos, La banda de música, el ex Alcalde con su mujer, Don Arturo y don Isidro, (Párroco y secretario), la jovencita con síndrome de Down que no había soltado la medalla y...yo.
Eso si, nos quedamos hasta que entraron a la Virgen a los acordes del Himno Nacional que a mi me hizo llorar, lo mismo que el año pasado.
Los que leáis esta "crónica", fijaron el la fotografía de la Virgen, a su izquierda lleva el ramo de flores que le puso la peña.

Ahora para haceros reír un poco, os cuento un chiste que va bien con estas cosas que ocurren de año en año:

Un hombre en un mitin político, mientras el de turno esta hablando diciendo:
"Si yo gobierno, habrá trabajo para todos" Y dice Pepe
Lo mismo que el año pasado.
"Si yo gobierno, habrá tres meses de vacaciones. Dice nuestro amigo Pepe:
Lo mismo que el año pasado. Sigue el político:
"Si yo gobierno todos tendrán viviendas y buenas carreteras". Otra vez Pepe:
Lo mismo que el año pasado.
Sin saber por donde le viene, un guardaespaldas del político le da un guantazo a Pepe y este dice:
Lo mismo que el año pasado....

martes, 7 de junio de 2016

Una buena propina

No era una propina, era un "propinazo".
Cuando nos ocurrió este suceso tendría yo unos doce o trece años. Eran tiempos de racionamiento pues estábamos en plena pos-guerra. Teníamos unas cartillas con las que podíamos comprar, pan, legumbres, aceite, patatas, etc.
A diario comprábamos el pan, unas veces iba yo y otras mi hermano tres años menor. Aquel día tubo la fatalidad de "encontrarse" con un par de sinvergüenzas que, no solo le robaron el pan, sino que le quitaron lo que es peor, las cartillas de racionamiento. No podíamos tener otras hasta que llegara el día de la renovación, que era una vez al año. Mi madre rogó a la panadera que le vendiera pan, esta le dijo que fuera por las tardes por si le sobraba algo...¡¡Pedazo de bruja!! Todos los días le dabais pan a las estraperlistas que lo vendían por la calle a tres veces su precio habitual. ¿No podías vender un poco de pan a esa madre desesperada?
De vez en cuando nos "daban" un par de barras de un cuarto de kilo. Lo mismo pasaba en la tienda de ultramarinos. Lo que más echábamos de menos era el pan diario, algunos días íbamos a comprar a un panadero clandestino que hacía pan en su casa, pues no salía de ella por causa de la política. Era lo que entonces se llamaba "un topo"
Todo este trajín tuvo mi madre hasta que nos dieron cartillas nuevas y todo volvió a su cauce.
Entre tanto ocurrió lo que os quiero contar:  Lo de la "propinilla"
Mi padre, policía de tráfico (hoy policía local), hacía servicio en la Puerta del Sol esquina a la calle Arenal.
 Un día que fui a Pontejos, (grandes mercerías) a comprar madejas de bordar para mis trabajos manuales, le hice una visita a mi padre. ¡¡Que orgullo me causaba ver a mi padre dirigiendo el trafico!! Lo primera le di un beso...que todo el mundo viera que era mi padre aquel enorme Guardia Municipal.
Aquel día, estaba acompañado de un señor joven, conversaban. Mi padre decía que no con la cabeza mientras dirigía el tráfico. Llegué y le di un beso y el me correspondió sonriente, como siempre hacía.
No capté lo que hablaban solo a mi padre decir: -No, le he dicho que no.
Yo no me movía de allí, mirando al hombre joven y a mi padre.
Entonces, el señor que ya sabía que yo era su hija, pues me padre se lo dijo, le preguntó:
-Puedo hacerle un regalo a la niña?
-No, le contestó, y siguió dirigiendo el tráfico.
Pero el hombre, que a mi me pareció maravilloso, ya me había puesto en la mano un billete muy bien doblado, dirigiéndose a mi padre le dijo:
-Adiós, ya nos veremos...y se fue.
Cuando el buen hombre desapareció y yo ya estaba mirando lo que tenía en la mano, me preguntó:
-¿Que te ha dado?
Abrí la mano y vi que eran cien hermosas pesetas (en aquella época los Municipales ganaban 300 pesetas al mes), vi a mi padre colorado como un tomate, me dijo:
-Trae eso, lo tengo que devolver.. No le deje terminar, le contesté:
-No papá, me voy corriendo a casa para que compre mamá pan.
Salí corriendo hacia la boca del metro más cercana, mientras le oía decir.
-Ten cuidado hija, no te vaya a pasar algo con tanto dinero en el metro.
Yo no le oía.
 El metro ese día me parecía que corría poco. Cuando llegue a casa y se lo enseñé a mi madre, lo primero que me preguntó fue que de donde había sacado ese dinero, yo le dije que papá lo sabía, pero debíamos darnos prisa antes de que se acabara el pan.¡¡Dios mío!!
Aún recordándolo me dan ganas de llorar. Os contaré el porqué de esa "propina":
Resulta que el señor que tan generosamente me obsequió con las 100 pesetas, era un abogado que estaba chantajeando a mi padre para que testificara en un juicio a favor de su cliente. al cual le habían roto un toldo y mi padre lo había presenciado.
El toldo en cuestión se lo había llevado por delante un camión y, cosas de aquellos tiempo, a lo mejor no se habían inventado los seguros.
Resultado final, mi padre no fue a ningún juicio, nos dijo que él no quería perjudicar a nadie porque no sabía quien tenía la culpa, por si acaso...se dio de baja por enfermedad.
Mi madre le decía que tenía cuento, pero yo creo que estaba enfermo de verdad solo de pensar que alguien podía salir perjudicado...¡¡Era un buenazo!!
¡¡Lo que sufrió porque mi madre se gastó las cien pesetas en un abrir y cerrar de ojos!!
¡¿Todavía pensaba mi padre devolverlas?!
Creo que mi madre hizo bien...¡¡Comimos pan blanquito del señor Pepe muchos días!!

He contado esta etapa de otros tiempos, porque hoy mientras comprábamos el pan calentito y recién  hecho, mi vecinita Paquita, no hacía más que protestar:-Que si esta está muy cocida, que si esa está poco hecha, que aquella no me gusta, y ya no me he podido contener: He cogido una barra se la he dado y le he dicho...-¡¡Vámonos ya, mañana será,otro día!!
Su madre y otras vecinas se reían y acto seguido le he dicho que lo iba a contar hoy en mi blog...
¡Claro luego me dicen cotilla! Y creo que tienen un poco de razón.