lunes, 28 de junio de 2021
Curiosidades hoteleras
lunes, 21 de junio de 2021
Cuidado con quien entras en un ascensor
Hace aproximadamente un mes fui al hospital, pues me operaron de una pequeña mota negra que tenía en la sien izquierda. Pues bien, como el miedo es libre, yo cogí lo mío. Al llegar mi turno, una enfermera muy amable empezó a hacerme preguntas y a ponerme la pulsera blanca con mi nombre y apellidos, me preguntó si era alérgica y al decirle que si me colocó una de color azul...por si acaso.
Todo fue muy sencillo, la cirujana estupenda y en menos que canta un gallo me hizo la operación, pero cuando me tapo los puntos, me cubrió toda la cabeza con una venda. Le dije:-Mi hijo se asustará de verme así, y el celador contestó:-Eso lo puede tener por seguro...cuando me vio mi pobre hijo le oí decir: -¡¡Que le habéis hecho a mi madre!!. Bueno, el caso es que me fuí hacia él para que no se preocupara y nos fuimos a casa. A todo esto con la cabeza vendada como si llegara de la guerra. Claro que enseguida me la quite pues con una tirita bastaba. Por supuesto que ya me había quitado las pulseras y me acordé de un caso de esos que meten miedo. Lo cuento:
Como ya digo anteriormente mis pulseras eran blanca y azul, pero hay otros brazaletes que simbolizan otros casos. Los brazaletes rojos por ejemplo, se les coloca sólo a las personas fallecidas.
En cierta ocasión, un cirujano que trabajaba el turno nocturno de un famoso hospital madrileño, al terminar con una operación, se disponía a bajar al estacionamiento. Se metió en el elevador, donde solo había una joven. Le dio las buenas noches y siguieron charlando mientras el elevador bajaba.
El elevador se detuvo en un piso, las puertas se abrieron y una mujer quiso subir con ellos, pero el doctor rápidamente pulsó el botón para cerrar las puertas luego el botón para ir al piso más alto.
Sorprendida la chica que lo acompañaba le comenta que eso había sido bastante grosero y le pregunta porque no había dejado entrar a esa mujer. El doctor con cara extremadamente pálida, dijo:
"Esa es la mujer que acabo de operar...Ella murió en la sala de operaciones. ¿No vio usted el brazalete rojo que llevaba puesto?"
La señorita sonrió alzó la mano diciendo..."¿Uno igual que este?"
¡¡¡Aaaaggggg!!!
lunes, 14 de junio de 2021
Me sentó fatal...la comida
¡Por fin! Ya he podido salir a la calle, por lo tanto, ayer domingo fuí a misa. Todos mis compañeros se pusieron muy contentos pero me dio una gran gran alegría encontrarme con mi compañera y amiga Norma, la "hermana" de Juan Camiseta, que ya conté en su día. Pues bien, como las dos estamos jubiladas y mientras íbamos hacia casa empezamos a recordar y a contarnos cosas de cuando estábamos en activo, nos reímos mucho con algunas cosas y sobre todo cuando yo le conté una anecdota (que creo que ya he contado aquí), esto fue lo que le hizo tanta gracia:
Una de las veces, cuando nos estaban dando novedades en el Ayuntamiento, nos dijo la jefa de personal, señalando un montón de latas grandes que había llevado la Cruz Roja y el contenido era, carne estofada con patatas:
-Coged las que queráis y se las dais a los más necesitados; Yo cogí una, pues de mis servicios solo una persona estaba...necesitada.
Cuando llegué a casa, mi hijo pequeño al ver la enorme lata me preguntó que era y le conté la historia. Él, con aquella enorme lata redonda que pesaba lo menos 5 kilos en sus manos, dijo:
-Mamá, abre la lata esto debe de estar muy rico. Le dije que no, pero fue tanta la "tabarra" que me dio, que al fin le hice caso. ¡Abrimos la lata! Contenía una enorme cantidad de carne, patatas, guisantes, zanahoria etc. etc.
Nos dispusimos a comer. Nos pusimos sendos platos llenos y aún sobró...de momento nos supo rico, pero a media tarde mi estómago estaba que parecía que le habían echado piedras, me dije:...esto es un castigo de Dios por comernos la lata de los pobres. Yo, al día siguiente le compre a la pobre señora (que por cierto, era una anciana de casi 90 años), un par de latas de albóndigas en salsa y le dije que el Ayuntamiento me las había dado para ella.
Al cabo de unos días, me dijo: -Si pasas por donde hay de esas latas, trae más. Así que la próxima vez que volví al Ayuntamiento cogí otra lata. esta vez no dijo el niño que la abriera, no, pues creo que lo pasó tan mal como yo, y no fue por un castigo Divino, no, sino porque aquella comida era más pesada que una vaca en brazos.
Yo iba muy contenta con la gran lata solamente de pensar la alegría que le iba a dar. Efectivamente, cuando vio aquella enorme lata, no sabía como darme las gracias, pues además la señora era muy, pero que muy tacaña. Yo le dije que me la había dado la Cruz Roja para ella.
Cuando yo me iba para mi casa, vi que estaba trasteando con el abrelatas, le dije que si necesitaba ayuda, me dijo que no, que yo me fuera a mi casa que ella se las apañaba bien..."pensé, como se coma la mitad del contenido de la lata...mañana la encuentro muerta". Cuando volví al día siguiente; se había comido todo, su estomago ni se inmutó y ella estaba la mar de contenta.
Aunque se acabó la remesa que había llevado Cruz Roja, yo de vez en cuando le compraba un bote de albóndigas y la pobre se ponía tan contenta. Pero no creáis, ella no comía por no gastar dinero...
A costa de nuestros recuerdos, nos pasamos un rato muy agradable. Norma es chilena, pero me dijo que hacía mucho que no iba a su tierra pues vale mucho dinero...y mucho menos desde que empezó la pandemia.
lunes, 7 de junio de 2021
Los malos no son tan listos...
Despues de leer esta fabula de Esopo, se me viene a la memoria que cuando yo era niña y jugábamos en la calle, una de mis vecinitas hizo dos montones con arena y dijo:
- A ver quien es el gracioso que se pone de rodillas y me los destroza.
Otro niño que era el valiente del barrio se puso de rodillas en ambos, pero uno de ellos tenía cristales...lo tuvieron que llevar a la casa de socorro.
Pues bien, casi algo parecido es lo que le pasa a la rana de nuestro cuento:
Cuenta Esopo, que cierta vez, un ratón de tierra bastante ingenuo se hizo amigo de una rana, para desgracia suya. La rana, que era mas cruel que mi vecina, inmediatamente pensó en burlarse del roedor y lo convenció para atar su pata a su propia anca con la excusa de que así se convertirían en inseparables. Atados los dos por las patas, emprendieron primero marcha por tierra para comer trigo y luego se acercaron a la orilla del pantano, donde la rana, sin dudarlo ni un segundo, dio un gran salto arrastrando hasta el fondo al pobre ratón, y se puso a retozar felizmente en el agua sin pensar en la suerte de su amigo. Mientras croaba y reía alegremente, el desdichado ratón, hinchado de agua, se ahogó, quedando a flote atado a la pata de la rana.
Un milano que pasaba por ahí vio al ratón flotando y, de inmediato, lo agarró con sus garras arrastrando con el, para su sorpresa, a la rana encadenada, quien también sirvió de cena al milano.
Como le sucede a la rana de esta fábula, ten siempre presente que toda acción que se hace con malas intenciones puede terminar en contra del mismo que la comete.
Moraleja:
La crueldad y las burlas hacia otras personas al final se terminan pagando muy caras