lunes, 30 de septiembre de 2019

Una cueva en La Pedriza

 
 


                                    La Cueva de la mora en La Pedriza. (Madrid)



He estado en muchos sitios de la Sierra Madrileña, pero no sé por qué, nunca había estado en La Pedriza.
Tengo que reconocer que es un sitio precioso al que mi hijo me llevó con la intención de comer en un estupendo restaurante donde hacen un cordero asado riquísimo.
Si la memoria no me falla en ese sitio maravilloso, además de estar regado por innumerables arroyos, también nace el rio Manzanares que riega Madrid Capital y yo, le considero el mejor rio del mundo. Ale.
Bueno, pues una vez bien comidos y paseando por tan maravilloso lugar, no me podía ir sin ver y entrar en la Cueva de la Mora. Cuando lo plantee, mi hijo se echo las manos a la cabeza y me dijo cosas como que yo era una sabihonda y no me va a llevar más donde haya nada histórico. Luego, cuando se lo conté, cambio de parecer.
Esta es la historia:
En tiempos de las cruzadas, vivía en las cercanías de Madrid, un rico moro, tan famoso por sus riquezas como por la belleza de su única hija quien, a pesar de los muchos jóvenes que la pretendían en matrimonio no mostraba deseo de casarse.
Sucedió que una tarde, durante un paseo por las orillas del rio Manzanares, se encontró con un joven caballero cristiano que abrevaba a su caballo y de ese encuentro, nació un amor tan intenso, que enseguida desearon contraer matrimonio.
Los jóvenes fueron a pedir permiso al padre de ella, que se negó rotunamente a la boda y ordenó que el joven fuera expulsado de su casa y encerró bajo siete llaves a su hija.
Desesperado, el joven le hizo llegar un mensaje de despedida a su amada y embarcó hacia Tierra Santa a luchar con el infiel.
La joven mora esperó en vano meses y meses el regreso del caballero. Jamás volvió a tener noticias suyas y tampoco jamás quiso casarse con ninguno de los pretendientes que su familia le propuso.
Su padre amenazaba, su madre rogaba, pero nada podía convencerla de que tomara esposo.
Por ver si conseguía doblegar su voluntad, su padre ordenó que fuera encerrada en una cueva de pastores y que solo se le diera pan y agua y unos harapos con que cubrir su cuerpo.
Pero todo fue en vano.
 La joven no opuso resistencia alguna y se dejó encerrar y encerrada siguió llorando y anhelando el regreso de su caballero cristiano.
Al cabo de algunos meses, las sirvientas que le llevaban a la cueva el pan y el agua, la encontraron muerta.
Se cuenta que su alma siempre esperanzada, vaga todavía por allí aguardando la vuelta de su amado, y que todos los años en el mismo día de su partida el espíritu de la mora sale a pasear por La Pedriza, para otear el horizonte por donde siempre espera ver regresar a su amado.

¡¡Pobrecita!!
                       No se cuando es el día que sale el espíritu de la bella mora a pasear, pues me gustaría decirle que algunos hombres nunca vuelven.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Pasaron 40 años

 
 
 

                                Recibiendo el Premio de manos del Rey de Suecia.

...decíamos ayer...que la primera mujer ganadora de un premio Nobel fue Bertha von Suttner, pues bien.
Tuvieron que pasar 40 años para que otra mujer Elinor Ostrom recibiera otro premio Nobel, esta vez de Economía.
Elinor Ostrom, una economista de Estados Unidos que supo desde niña lo que era una crisis, ya que se crio durante la época de la Gran Depresión norteamericana.
Fue en esos años cuando comprobó cómo el trabajo en común (el de toda la familia cuidando un pequeño huerto que habían cultivado cerca de su casa) podía ayudar a sobrevivir a un grupo de personas en las condiciones más duras.
Fue probablemente entonces cuando se forjó en su mente la idea, que recuperaría años más tarde siendo ya una experta en la materia, de que para que la economía funcionase, era necesario la cooperación entre un grupo de personas.
Con los años logró ir a la Universidad y licenciarse en Economía y, cuando terminó los estudios y empezó a buscar trabajo, le sorprendió que siempre, para empezar, le preguntaran si dominaba la taquigrafía.
 Y es que no tenemos que olvidar que, en aquella época, las mujeres sólo podían optar a puestos de secretarias.
Se propuso no ser rechazada e insistió hasta que encontró trabajo como asistente de gestión en una financiera.
Animada por aquel logro se propuso seguir desafiando las normas sociales y hacer el doctorado, que obtuvo en 1965.
A partir de entonces, Elinor Ostrom empezó a desarrollar estudios y análisis centrados en cómo, a través de una cooperación que no tenía por qué seguir estrictamente las leyes del mercado podían llegar a gestionar con éxito una propiedad pública.
 En fin, lo que hacían ella y su familia durante la Gran Depresión, con un pequeño trozo de tierra para lograr salir adelante.
Fue precisamente por esos trabajos, inspirados en su propia experiencia, por lo que, en el año 2009, le fue concedido el Premio Nobel de Economía.

lunes, 16 de septiembre de 2019

"Susana" la campana.

 
 


                                            Campana de la Catedral de Gerona.



En todas las Catedrales hay un hermoso campanario, pero seguro que no tienen una campana como la tiene la Catedral de Gerona. Pues bien:
Era el año 1810, Gerona, a pesar de su heroica resistencia, había caído en manos de los franceses. (Esos franceses de Napoleón).
La mayor parte de la guarnición quedó vigilando a la población civil, esta se sentía insegura.
Los gerundenses no permitían que les fuera fácil la vida y hacían todo lo posible por zafarse del invasor, acosándoles de mil maneras.
Una noche, los ánimos estaban particularmente encendidos en el cuartel de los franceses a causa de una escaramuza de los catalanes que les había causado grandes pérdidas.
Unos cuantos urdieron un plan para dar un escarmiento a la población, saliendo esa misma noche con todo sigilo y penetrando en las casas, matar a cuantas personas pudieran sin reparar en su condición, o sea, mujeres ancianos y niños. Por supuesto los hombres caerían los primeros.
Seguramente, esa acción les enseñaría a los gerundenses quien estaba al mando de su ciudad y les quitaría las ganas de seguir combatiendo.
Tal como lo habían pensado, cogieron sus armas y salieron a la calle con la furia en el alma.
Las calles de la ciudad estaban sumidas en la oscuridad.
 Nadie les había visto.
Nadie más que ellos sabían lo que se proponían hacer.
Nadie podría salvar a las personas que se habían propuesto matar.
Estaban ya preparados para entrar en las primeras casas cuando...de pronto...una de las campanas de la Catedral empezó a tocar a rebato.
Su sonido era más fuerte que nunca y parecía rebotar en todas las paredes de las casas de la ciudad.
Todas las ventanas se llenaron de luces, todo el mundo se preguntaba que pasaba.
Los gerundenses salieron a la calle, miraban al campanario y asombrados, gritaban:
¡Es la Susana, es la Susana...!
Tal era en nombre de aquella campana.
Cuando el párroco subió al campanario, vio que la campana se balanceaba sola, impelida por una fuerza infinitamente más poderosa que la de cualquier ser humano.
Nadie dudó de que aquel hecho extraordinario había salvado a la ciudad de un terrible peligro, pero si se supo cual había sido, cuando uno de los soldados, conmovido por los sucesos de aquella noche contó lo que se había tramado contra la población en el acuartelamiento de los franceses.

Decía Santa Teresa: "Dios tambien está entre los fogones".

Y digo yo: ¿Estaría esa noche en el campanario?...Seguro que si.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Un médico en África

     
                                                       Una muñeca para África



Una noche trabajé duro con una madre en su parto; a pesar de todo murió dejándonos un pequeño y prematuro bebé y una niña de dos años que lloraba desconsoladamente.
Tuvimos grandes problemas para mantener vivo al bebé, no teníamos incubadora ni electricidad para hacer funcionar una. Tampoco teníamos alimento especial para estos casos. Aunque estábamos sobre la línea del Ecuador, las noches a menudo son frías.
Una estudiante que me ayudaba fue a buscar una toquilla de lana que teníamos para bebés. Otra fue a atizar el fuego y a llenar una bolsa de agua caliente. Ella volvió casi inmediatamente muy preocupada para decirme que la bolsa se rompió al llenarla. (Las bolsas de agua caliente se rompen fácilmente en climas tropicales). ¡Y era nuestra última bolsa! En África Central no hay farmacias donde comprarlas.
"Muy bien" dije, pon al bebé lo más cerca del fuego y ponte entre el bebé y la puerta para evitar corrientes de aire frío. Tu trabajo es mantener con calor al bebé.
Al medio día, como hacía todos los días, fui a orar con los chicos del orfanato que querían reunirse conmigo. Les conté lo del pequeño bebé. Les expliqué nuestro problema de mantener al bebé con calor; la bolsa de agua caliente se había roto, y que el bebé podía morir si se enfriaba. Tambien les conté que su hermana de dos años lloraba porque su madre había muerto.
Una de las niñas de nombre Ruth, hizo la usual y sincera oración que hacen los niños en África.
"Dios, por favor, envíanos una bolsa de agua caliente hoy, mañana será demasiado tarde".
Mientras me contenía por la audacia de su oración, ella añadió: Y también ¿podrías por favor enviarnos una muñeca para la niña?
 ¿Podría yo decir amén honestamente?
¡Yo no creía que Dios podría hacer esto! Oh si, yo se que Él puede hacer esto.
A media tarde me llegó un mensaje de que un vehículo había llegado a mi casa. Cuando llegué ya se había ido, pero en la puerta había una caja de unos 11 kilos. Sentí que mis ojos se llenaban de lagrimas. Llamé a los niños del orfanato para que me ayudasen.
 Con mucho cuidado empezamos a desempacar. Había unos 15 chicos observando. Comencé a sacar jerséis de vivos colores. Los ojos de los chicos estaban iluminados. Había vendas para los leprosos. Y también había pasas de uva que nos iban a venir muy bien. Luego puse mis manos nuevamente en la caja y sentí...¿Podía ser cierto? Lo tomé y lo saqué. SI. ¡Una bolsa de agua caliente nueva! Lloré, yo no había pedido a Dios que nos la mande; yo no creí que Él podía. Ruth estaba en primera fila. Ella se adelantó y en voz alta dijo:
-"Si Dios mandó una bolsa de agua caliente, también debe de haber enviado la muñeca"
Escarbando en la caja, sacó una hermosa muñeca con vestido de colores. ¡Sus ojos brillaban, ella nunca había dudado! Me preguntó, ¿Puedo ir contigo a darle la muñeca a la niña? "por supuesto, respondí"
Aquella caja había estado de viaje 5 meses, la habían enviado mis compañeros de escuela y tuvieron la impresión de obedecer a Dios e incluir una bolsa de agua caliente, aún para la linea del Ecuador.
Y una chica había puesto una muñeca para una niña africana 5 meses antes, en respuesta a la fe de una niña de 10 años llegó esa misma tarde.

ANTES QUE CLAMEN, RESPONDERÉ YO...Isaías 65:24

Tal como me lo ha contado, yo lo cuento...incluso el Salmo, que fue como terminó nuestras conversación. Aunque yo, me fui llorando a mi casa pero alegre por haber ido a esa catequesis.
Quise hacerle algún regalo, pero él me dijo:
-Si algún día quieres mandar algo a las misiones, cualquier cosa será bien recibida, aunque a ti te parezca que no vale nada.
Nos despedimos con un beso y aunque no era sacerdote, yo le besé las manos.


lunes, 2 de septiembre de 2019

Ganadora del primer Premio Nobel de la Paz

 
 

                           
                                                               Bertha von Suttner.

¡¡Mujer tenía que ser!!

Fue la primera mujer que ganó un premio Nobel de la paz: Se llamaba Bertha von Suttner.
Fue en 1905 cuando se entregó el cuarto Premio Nobel de la Paz de la historia. La galardonada fue por primera vez una mujer.
Esta señora inspiró al químico sueco Alfred Nobel la creación de este reconocimiento tan universal.
Bertha conoció a Nobel cuando estuvo trabajando como institutriz en su casa de París, y, aunque permaneció pocos meses, la amistad que se fraguó entre lo dos se mantuvo a lo largo de los años gracias a una intensa correspondencia.
Tras abandonar la capital francesa y casarse con el conde Von Suttner, Bertha se ganó la vida como periodista, escribiendo para varios diarios y revistas con un éxito considerable.
A partir de 1885, Bertha combinó el periodismo con su trabajo por la paz. Fue entonces cuando se implicó en la labor de la Asociación Internacional por la Paz y el Arbitraje.
 Participo  en la Conferencia de la Haya de 1907, con el objetivo de convencer a los mandatarios europeos de la necesidad de encontrar soluciones alejadas de los conflictos armados para resolver los problemas.
En 1889, Bertha publicó la que sería su gran obra, >¡Abajo las armas!<, que se convirtió en un clásico del movimiento pacifista internacional.
Y mientras continuaba con su misión, no dejó de escribir a su amigo Nobel para mantenerle informado de su incansable lucha.
 La consecuencia de aquella correspondencia es que Alfred sintió la necesidad de implicarse de alguna manera en la lucha por la paz.
Así fue como, en noviembre de 1895, firmó su testamento, en el que destinaba una parte de su fortuna a premiar a todas las personas que hubieran dedicado de manera excepcional su vida a la paz, la ciencia y la literatura.
La mujer que había inspirado aquel testamento, Bertha, recibiría, años después...
EL NOBEL DE LA PAZ.

¡¡Bien por las mujeres!!

Para que no se enfaden los hombres, ahí va una frase de uno de ellos...

EL QUE LOGRA EMPEZAR UN CAMINO, LO TIENE YA MEDIO HECHO.
                             Autor, Séneca.