Una de las leyendas más antiguas de Sevilla es la protagonizada por el rey Don Pedro I.
Nos remontamos al siglo XIV cuando el monarca, en uno de sus recorridos nocturnos, se cruzó con el hijo del Conde Niebla, quien apoyaba fielmente al hermano bastardo del rey para que ocupara el trono.
Se batieron en un duelo donde el rey Don Pedro lo hirió de muerte.
El batir de las armas hizo y despertó la curiosidad de una anciana que vivía justo en la calle donde estaba ocurriendo el suceso.
Cuando alumbró con el candil, rapidamente reconoció al autor del crimen y, despavorida, se apresuró a cerrar la ventana dejando caer el candil en la calle junto al cadáver.
Ante la situación, Don Pedro, que se había percatado de que la anciana lo había reconocido, mandó a las autoridades a traerla frente a él para que atestiguara, ya que, como había prometido a los Guzmanes, familiares del fallecido, haría justicia cortando y exponiendo públicamente la cabeza del malhechor que había matado a su primogénito.
Durante el interrogatorio privado, cuando Don Pedro le preguntó por el autor del crimen, ella colocó un espejo frente a su rostro y le dijo.
-"Aquí tenéis al asesino"
Para solucionar el asunto, Don Pedro mandó cortar la cabeza de una de sus estatuas de mármol, depositarla en una caja de madera y dejarla en una hornacina en la calle en la que ocurrieron los hechos con la condición de que no se abriera hasta su muerte.
Al día de hoy puede verse el busto en la calle a la que le da nombre. "Cabeza del rey Don Pedro".
Y justo la calle de enfrente lleva el nombre de Candilejo, por el candil con el que la testigo que reconoció al rey se alumbraba.
Yo he estado en Sevilla pero no sabía esta leyenda, por lo tanto, y a mi pesar, no he tenido el gusto de estar en ella...otra vez será.