Cuando estaba yo en la playa, no hace muchos días, leí en una revista el caso de un hombre que salvó a muchos niños de una enorme catástrofe.
Como eran muchos y no podía con todos a la vez, hizo varios tramos, o sea, cogía todos los que podía en sus brazos, los dejaba y volvía a por más, tal es asi, que le hicieron un monumento para elogiar su epopeya.
Yo me dije recordando...eso lo he vivido yo...
Y si, es cierto recuerdo que siendo yo muy pequeña, uno de mis tíos hizo lo mismo con nosotros. Claro que no había ninguna catástrofe, solo lo hacía por lo buena persona que era.
Fue, el tío Eustaquio, hermano de mi madre.
Habíamos llegado en el tren hasta Villaluenga, pero a Recas (que no llegaba dicho tren y al día de hoy todavía no llega), hay 8 kilómetros. Los dos pueblos pertenecen a la provincia de Toledo.
Iba mi madre y mi tía Gabriela, cada una llevaba un niño en brazos, mis hermanos, los demás íbamos caminando como podíamos pues era noche cerrada.
Mi tío Eustaquio que era un ciclista consumado. Tal es así, que no faltaba a todas las carreras que había en los pueblos de alrededor. Cierto día que entre los ciclistas corría nuestro campeón Bahamontes y se le rompió la bicicleta...el bueno de mi tío le dio la suya para que terminara la carrera. La cual, ganó.
Pues bien, mi tía y mi madre caminaban los 8 kilómetros que había desde que las dejó el tren hasta el pueblo. Entonces apareció el tío Eustaquio montado en su famosa bicicleta.
Primero montó en el sillín mi hermano, yo era muy miedosa, luego volvió a por mi, despues llevó a otro de mis hermanos...total, que a pocos a pocos nos dejo en el pueblo y se volvió a por el pequeño equipaje de sus dos hermanas.
¡¡Por fin llegamos sanos y salvos a casa de la abuela!!
Tambien mi querido tío se merecía un monumento. Quizá no me haya explicado bien, pero llevo varios días pensando en aquellos tiempos, y por supuesto, en el tío EUSTAQUIO.