sábado, 31 de enero de 2015
El amor y el tiempo
Estoy en la hora bruja. Donde termina el sábado y empieza el domingo. Me encuentro sola, pero no estoy triste. No tengo frío porque tengo buena calefacción, pero, pienso en los que pasan frío, tienen hambre, no tienen amor, están tristes...Me viene a la memoria, no se si decir cuento, leyenda o razonamiento, pero me gusta...
Erase una vez una isla paradisiaca en la que vivían todos los sentimientos y valores del hombre:
El buen humor, la tristeza, la sabiduría, el orgullo, el amor...
Un buen día, los meteorólogos anunciaron la llegada de un tifón destructor que inundaría la isla.
Entonces, todos se apresuraron a embarcar y huir...todos, menos el amor, que permaneció allí hasta el último momento.
Cuando el agua había llegado al punto más elevado de la isla, el amor pidió auxilio.
La riqueza pasó en un barco lujosísimo y el amor le dijo:
Riqueza, ¿me puedes llevar contigo.
No hay sitio para nadie, porque todo está lleno de oro y plata, le respondió.
Entonces el amor se dirigió al orgullo, que surcaba a toda velocidad el mar.
Orgullo, ¿tienes un hueco para mi en tu nave? A lo que este, casi sin mirarle a la cara, contestó:
Aquí no hay lugar para ti. Todo es perfecto, arruinarías mi reputación.
Así fue preguntado a todos los que pasaban cerca hasta que un viejo le dijo:
Ven, amor, te llevo conmigo.
Cuando llegó a tierra firme, quiso agradecerle la ayuda, pero ya se había marchado.
Al preguntarle a la sabiduría quien era aquel anciano generoso, esta le dijo:
Era el tiempo, el único que es capaz de comprender cuán importante es el amor en la vida.
Procuremos tener al amor bien sujeto. Ya sea de pareja, hijos, hermanos, e incluso, el amor de los vecinos que muchas veces tanto nos consuelan...¡¡¡¡Es tan hermoso amar!!!!
lunes, 26 de enero de 2015
El delantal de la abuela
¿Os acordáis del delantal de la abuela?
La principal función del delantal de la abuela era proteger el vestido que estaba debajo. Pero además, servía de agarradera para retirar la sartén más que caliente del fuego.
Era una maravilla secando lágrimas de los niños y, en ciertas ocasiones, limpiando sus caritas sucias.
El delantal servía para transportar desde el gallinero los huevos, los pollitos que necesitaban terapia intensiva y, a veces los huevos golpeados que terminan en el horno.
Con él se recogían los frutos que caían de los árboles al terminar el verano.
Cuando llegaban visitas, el delantal de la abuela servía de refugio a los niños tímidos y, cuando hacía frío, la abuela se envolvía los brazos en él.
Aquel viejo delantal, agitado sobre el fuego, oficiaba de fuelle. Y él era el que se cargaba con las patatas y la leña hasta la cocina. Servía también de canasto para llevar las verduras desde la huerta.
Cuando se acercaba la hora de comer, la abuela salía a la puerta y agitaba el delantal, y entonces los hombres que estaba en los campos comprendían de inmediato que el almuerzo estaba listo.
Después de usarse en la cosecha de la cebada, le tocaba el turno a los repollos.
Cuando alguien llegaba inesperadamente, era sorprendente la rapidez con que el viejo delantal podía sacar el polvo de los muebles.
La abuela también lo usaba para colocar en la ventana la torta recién sacada del horno, para que se enfriara. Actualmente, por el contrario, la nieta coloca la torta en el mismo lugar, pero para que se descongele.
Pasaran largos años antes de que alguien invente un objeto que pueda reemplazar aquel viejo delantal que tantas funciones cumplía...
Aunque quizás ya no hay abuelas que...
Tengan que proteger el vestido, dado que hoy hay muchos, y tenemos maquinas que los laven.
Las agarraderas de las sartenes ya no queman.
Las caritas de los niños las lavamos con toallitas húmedas.
El fuego lo avivamos con un botón o una llave.
Y el polvo lo quitamos con bayetas ecológicas que repelen el polvo...
...En recuerdo de mis abuelas y de todas aquellas abuelas, hoy tengo colgado en mi cocina un DELANTAL, que me recuerda a aquellas personas tan queridas y que tantas cosas fueron capaces de hacer con el delantal y...sobre todo, con mucho cariño.
La principal función del delantal de la abuela era proteger el vestido que estaba debajo. Pero además, servía de agarradera para retirar la sartén más que caliente del fuego.
Era una maravilla secando lágrimas de los niños y, en ciertas ocasiones, limpiando sus caritas sucias.
El delantal servía para transportar desde el gallinero los huevos, los pollitos que necesitaban terapia intensiva y, a veces los huevos golpeados que terminan en el horno.
Con él se recogían los frutos que caían de los árboles al terminar el verano.
Cuando llegaban visitas, el delantal de la abuela servía de refugio a los niños tímidos y, cuando hacía frío, la abuela se envolvía los brazos en él.
Aquel viejo delantal, agitado sobre el fuego, oficiaba de fuelle. Y él era el que se cargaba con las patatas y la leña hasta la cocina. Servía también de canasto para llevar las verduras desde la huerta.
Cuando se acercaba la hora de comer, la abuela salía a la puerta y agitaba el delantal, y entonces los hombres que estaba en los campos comprendían de inmediato que el almuerzo estaba listo.
Después de usarse en la cosecha de la cebada, le tocaba el turno a los repollos.
Cuando alguien llegaba inesperadamente, era sorprendente la rapidez con que el viejo delantal podía sacar el polvo de los muebles.
La abuela también lo usaba para colocar en la ventana la torta recién sacada del horno, para que se enfriara. Actualmente, por el contrario, la nieta coloca la torta en el mismo lugar, pero para que se descongele.
Pasaran largos años antes de que alguien invente un objeto que pueda reemplazar aquel viejo delantal que tantas funciones cumplía...
Aunque quizás ya no hay abuelas que...
Tengan que proteger el vestido, dado que hoy hay muchos, y tenemos maquinas que los laven.
Las agarraderas de las sartenes ya no queman.
Las caritas de los niños las lavamos con toallitas húmedas.
El fuego lo avivamos con un botón o una llave.
Y el polvo lo quitamos con bayetas ecológicas que repelen el polvo...
...En recuerdo de mis abuelas y de todas aquellas abuelas, hoy tengo colgado en mi cocina un DELANTAL, que me recuerda a aquellas personas tan queridas y que tantas cosas fueron capaces de hacer con el delantal y...sobre todo, con mucho cariño.
sábado, 24 de enero de 2015
Pelea con la lavadora
Hoy es un día muy, pero que muy frío en Madrid, la provincia y seguro que en toda España.
Yo no me quejo, pues me gusta más el invierno que el verano, aunque pienso en aquellos que no tienen donde cobijarse, poca comida y ninguna fuente de calor.
Antaño, los días muy fríos y al amor de la lumbre, se sentaban las familias y quizá algún vecino, al lado de los hogares o las chimeneas y se contaban anécdotas, chascarrillos y algún cuento que otro.
Contaban mis padres, que en casa de mis abuelos paternos se reunían muchos vecinos para escuchar a mi abuelo contar cuentos que el se inventaba. Seguro que yo he heredado esa afición y, cosa curiosa, también la ha heredado mi nieta. Desde aquí, le mando un recuerdo a mi querido abuelo Victoriano, que seguro que está muy cerca de mi.
Como decía, ya que es un día frío y en mi casa ni tengo chimenea, ni hogar humeante, ni vecinos que me escuchen, pero si tengo esta plataforma que quieran o no, muchos me leen. Por ese motivo y a modo de cuento, os voy a contar lo que pasó hace dos días entre mi lavadora y yo:
Me levanté con muy buenos ánimos, que eran: poner una lavadora, ordenar algo de la casa y en cuanto esta terminase de lavar, yo me iría a dar un paseíto y a ver si me compraba alguna cosilla de las rebajas, esto es lo que me pasó:
Puse la lavadora con ropa de color. Como estos programas son más cortos me preparé el desayuno y mientras me entretenía mirando las musarañas, di por hecho que ya se había lavado la ropa.
Fui al cuarto de lavado y veo que, la lavadora ha terminado el programa pero no puedo abrir la puerta porque la llave esa rojita que sale en el panel está todavía encendida.
Me pareció raro, pero me dije: Espera un poco. Esperé, esperé y seguí esperando hasta que paso media hora. Entonces aquello ya me pareció raro. Yo miraba, lo veía todo normal pero que la dichosa llave seguía roja, que me quería decir que no debía, o mejor dicho, no podía abrir la puerta.
Me leí el manual entero y no sacaba nada en limpio. En uno de los apartados decía: Esta lavadora está fabricada de modo que la pueden utilizar personas discapacitadas. Yo me decía...Debo de estar muy mal. Porque soy incapaz de utilizarla.
Ya desesperada, le mando un mensaje a mi hijo y le explico lo que me pasa. Enseguida me llama y me dice que le de el número de referencia de la lavadora y que espere sus noticias.
No tarda mucho en llamarme y me dice que espere tres minutos antes de abrir la asquerosa puerta.
Sin poderlo remediar le pego un grito y le digo.-¡¡Pero si hace más de media hora que estoy esperando a ver si se apaga la (+*$&´ç^^¨/Ç) lavadora!!
Entonces me dice que mire a ver si hay agua dentro.
Yo con el teléfono inalámbrico en la mano, voy y miro,¡¡¡efectivamente!!! estaba llena de agua.
Me dice que quite el filtro a ver si está obstruido...lo hago. Entonces empieza a salir el agua y, cuando termina...¡¡¡Por fin puedo abrir la puerta!!!
Ya con la mitad solucionado me dice mi hijo que está muy liado, que me deja con la ropa con la lavadora y...que me las apañe como pueda.
Cuando abrí la puerta e intenté sacar las prendas, me quedé parada, pues no podía ya que como no se habían centrifugado estaban llenas de agua...bueno, lo que pasó fue todo culpa mía pues tenía exceso de carga, pues además de lo normal había metido un albornoz de mi hijo que me era imposible sacarlo de lo que pesaba.
Repartí la colada en dos partes para centrifugarla y cuando me di cuenta era la una y media de la tarde. Se me quitaron las ganas de paseo, de compras y casi de comer.
Se me pasó la mañana corriendo entre el teléfono y la lavadora en pijama y bata, pues con los nervios ni me di cuenta que no me había vestido. Uffff.
Que conste que es todo verdad, no es un chiste.
Buen fin de semana a todos. Ah, y votadme en el periódico 20 Minutos. No será el mejor blog, pero soy la persona más mayor con el blog en dicho diario.
Yo no me quejo, pues me gusta más el invierno que el verano, aunque pienso en aquellos que no tienen donde cobijarse, poca comida y ninguna fuente de calor.
Antaño, los días muy fríos y al amor de la lumbre, se sentaban las familias y quizá algún vecino, al lado de los hogares o las chimeneas y se contaban anécdotas, chascarrillos y algún cuento que otro.
Contaban mis padres, que en casa de mis abuelos paternos se reunían muchos vecinos para escuchar a mi abuelo contar cuentos que el se inventaba. Seguro que yo he heredado esa afición y, cosa curiosa, también la ha heredado mi nieta. Desde aquí, le mando un recuerdo a mi querido abuelo Victoriano, que seguro que está muy cerca de mi.
Como decía, ya que es un día frío y en mi casa ni tengo chimenea, ni hogar humeante, ni vecinos que me escuchen, pero si tengo esta plataforma que quieran o no, muchos me leen. Por ese motivo y a modo de cuento, os voy a contar lo que pasó hace dos días entre mi lavadora y yo:
Me levanté con muy buenos ánimos, que eran: poner una lavadora, ordenar algo de la casa y en cuanto esta terminase de lavar, yo me iría a dar un paseíto y a ver si me compraba alguna cosilla de las rebajas, esto es lo que me pasó:
Puse la lavadora con ropa de color. Como estos programas son más cortos me preparé el desayuno y mientras me entretenía mirando las musarañas, di por hecho que ya se había lavado la ropa.
Fui al cuarto de lavado y veo que, la lavadora ha terminado el programa pero no puedo abrir la puerta porque la llave esa rojita que sale en el panel está todavía encendida.
Me pareció raro, pero me dije: Espera un poco. Esperé, esperé y seguí esperando hasta que paso media hora. Entonces aquello ya me pareció raro. Yo miraba, lo veía todo normal pero que la dichosa llave seguía roja, que me quería decir que no debía, o mejor dicho, no podía abrir la puerta.
Me leí el manual entero y no sacaba nada en limpio. En uno de los apartados decía: Esta lavadora está fabricada de modo que la pueden utilizar personas discapacitadas. Yo me decía...Debo de estar muy mal. Porque soy incapaz de utilizarla.
Ya desesperada, le mando un mensaje a mi hijo y le explico lo que me pasa. Enseguida me llama y me dice que le de el número de referencia de la lavadora y que espere sus noticias.
No tarda mucho en llamarme y me dice que espere tres minutos antes de abrir la asquerosa puerta.
Sin poderlo remediar le pego un grito y le digo.-¡¡Pero si hace más de media hora que estoy esperando a ver si se apaga la (+*$&´ç^^¨/Ç) lavadora!!
Entonces me dice que mire a ver si hay agua dentro.
Yo con el teléfono inalámbrico en la mano, voy y miro,¡¡¡efectivamente!!! estaba llena de agua.
Me dice que quite el filtro a ver si está obstruido...lo hago. Entonces empieza a salir el agua y, cuando termina...¡¡¡Por fin puedo abrir la puerta!!!
Ya con la mitad solucionado me dice mi hijo que está muy liado, que me deja con la ropa con la lavadora y...que me las apañe como pueda.
Cuando abrí la puerta e intenté sacar las prendas, me quedé parada, pues no podía ya que como no se habían centrifugado estaban llenas de agua...bueno, lo que pasó fue todo culpa mía pues tenía exceso de carga, pues además de lo normal había metido un albornoz de mi hijo que me era imposible sacarlo de lo que pesaba.
Repartí la colada en dos partes para centrifugarla y cuando me di cuenta era la una y media de la tarde. Se me quitaron las ganas de paseo, de compras y casi de comer.
Se me pasó la mañana corriendo entre el teléfono y la lavadora en pijama y bata, pues con los nervios ni me di cuenta que no me había vestido. Uffff.
Que conste que es todo verdad, no es un chiste.
Buen fin de semana a todos. Ah, y votadme en el periódico 20 Minutos. No será el mejor blog, pero soy la persona más mayor con el blog en dicho diario.
lunes, 19 de enero de 2015
Las generosidad
No solamente la generosidad hace feliz a alguien, también, aunque sea poco, con una pizca de solidaridad se puede hacer mucho bien.
Lo que voy a contar en este pequeño relato y, aunque va escrito en primera persona, no me ha ocurrido a mi, me lo ha contado mi vecino que a su vez, el fue quien hizo algo hermoso por otros vecinos, que aún teniéndolos cerca no sabía que están careciendo de cosas que a nosotros casi nos sobran, esto es lo que me contó:
Hacía tiempo que no me cruzaba con mi vecino y me paré un rato a hablar con él. Me comentaba que las cosas no le iban bien del todo, pero que había otros que realmente lo estaban pasando mal, como una familia del barrio que tenía siete hijos y que llevaban varios días sin apenas probar bocado.
Aquello me dejó tocado y decidí llevarles un saquito de arroz para, al menos, aliviar un poco su necesidad.
Cuando me abrieron la puerta y vieron lo que les traía, los niños hicieron una gran fiesta y, con los ojos llenos de felicidad, pidieron a su madre que pusiera la olla al fuego para cocinarles un plato calentito.
La mujer no tardó en prepararles una sopita pero, antes de ponerse a la mesa, llenó a rebosar un plato y salió a toda velocidad de casa.
Cuando, por fin, regresó, le pregunté:
-¿A donde has ido tan deprisa?. Y ella me contestó:
-¡Mis vecinos también pasan hambre!.
La mujer les había llevado la cena a los ancianos que vivían dos pisos más abajo.
En ese momento, descubrí lo importante que es la generosidad. No importa realmente que seas rico o pobre, que te sobre algo para compartir o que apenas tengas lo mínimo, lo que cuenta es que quieras ayudar a los demás, aunque sea con lo poco que tienes.
Después de contarme esto mi vecino y, conociendo a la vez a esos vecinos que están tan necesitados, mi corazón estaba como metido en un puño. Yo, solo había salido a dar el paseíto de media hora que me ha recetado el médico por aquello de que me falta un poco de vitamina D que solo se coge con el sol.
Al pasar cerca de la estación del metro y cerca de un banco, estaba una señora algo, bueno, bastante más joven que yo. Bien arregladita y limpia. Cuando pasé cerca de ella me dijo:
-Señora, me puede dar un euro?
Me quedé un poco parada, me acerque a ella e hice intención de sacar el monedero. Entonces le pregunté:
¿Estás pasando un mal momento?. Se echó a llorar y dijo que si, que se le había quemado la casa.
No voy a decir lo que le di. Le puse algo en la mano y me pidió que le diera un beso...
Yo le di un poco de ánimo al decirle que todos hemos pasado por malos momentos, que no llorara, pero... seguí con el corazón aún más estrujado que antes de salir de mi casa, aún hoy, después de tres días, tanto mi hijo, que cuando se lo conté se le quitó el apetito, como yo, estamos pensando en, la familia del arroz y la señora que se le ha quemado su casa.
He pensado darme una vuelta por el mismo sitio donde estaba hace unos días, a ver si se le ha solucionado algo la vida y, es que a veces...¡¡¡Se pasa tan mal !!!
Y no es por falta de dinero, no, algunas veces el dolor viene por falta de amor, amabilidad, simpatía o simplemente...porque te nieguen los buenos días.
Lo que voy a contar en este pequeño relato y, aunque va escrito en primera persona, no me ha ocurrido a mi, me lo ha contado mi vecino que a su vez, el fue quien hizo algo hermoso por otros vecinos, que aún teniéndolos cerca no sabía que están careciendo de cosas que a nosotros casi nos sobran, esto es lo que me contó:
Hacía tiempo que no me cruzaba con mi vecino y me paré un rato a hablar con él. Me comentaba que las cosas no le iban bien del todo, pero que había otros que realmente lo estaban pasando mal, como una familia del barrio que tenía siete hijos y que llevaban varios días sin apenas probar bocado.
Aquello me dejó tocado y decidí llevarles un saquito de arroz para, al menos, aliviar un poco su necesidad.
Cuando me abrieron la puerta y vieron lo que les traía, los niños hicieron una gran fiesta y, con los ojos llenos de felicidad, pidieron a su madre que pusiera la olla al fuego para cocinarles un plato calentito.
La mujer no tardó en prepararles una sopita pero, antes de ponerse a la mesa, llenó a rebosar un plato y salió a toda velocidad de casa.
Cuando, por fin, regresó, le pregunté:
-¿A donde has ido tan deprisa?. Y ella me contestó:
-¡Mis vecinos también pasan hambre!.
La mujer les había llevado la cena a los ancianos que vivían dos pisos más abajo.
En ese momento, descubrí lo importante que es la generosidad. No importa realmente que seas rico o pobre, que te sobre algo para compartir o que apenas tengas lo mínimo, lo que cuenta es que quieras ayudar a los demás, aunque sea con lo poco que tienes.
Después de contarme esto mi vecino y, conociendo a la vez a esos vecinos que están tan necesitados, mi corazón estaba como metido en un puño. Yo, solo había salido a dar el paseíto de media hora que me ha recetado el médico por aquello de que me falta un poco de vitamina D que solo se coge con el sol.
Al pasar cerca de la estación del metro y cerca de un banco, estaba una señora algo, bueno, bastante más joven que yo. Bien arregladita y limpia. Cuando pasé cerca de ella me dijo:
-Señora, me puede dar un euro?
Me quedé un poco parada, me acerque a ella e hice intención de sacar el monedero. Entonces le pregunté:
¿Estás pasando un mal momento?. Se echó a llorar y dijo que si, que se le había quemado la casa.
No voy a decir lo que le di. Le puse algo en la mano y me pidió que le diera un beso...
Yo le di un poco de ánimo al decirle que todos hemos pasado por malos momentos, que no llorara, pero... seguí con el corazón aún más estrujado que antes de salir de mi casa, aún hoy, después de tres días, tanto mi hijo, que cuando se lo conté se le quitó el apetito, como yo, estamos pensando en, la familia del arroz y la señora que se le ha quemado su casa.
He pensado darme una vuelta por el mismo sitio donde estaba hace unos días, a ver si se le ha solucionado algo la vida y, es que a veces...¡¡¡Se pasa tan mal !!!
Y no es por falta de dinero, no, algunas veces el dolor viene por falta de amor, amabilidad, simpatía o simplemente...porque te nieguen los buenos días.
lunes, 12 de enero de 2015
Monseñor en el "Gallinero"
No se si en otras grandes ciudades del mundo hay suburbios, aquí en nuestro querido y hermoso Madrid, si los hay, por lo menos uno, el llamado "Gallinero".
Existe desde hace 30 años una parroquia humilde en este barrio. En ella, sus tres sacerdotes trabajan con la población excluida socialmente y acogen en sus casas a ex presidiarios, drogadictos, inmigrantes o chavales de la calle. No le cierran la puerta a nadie.
Hasta ahí, sin problemas, según el arzobispado. Pero es que los curas dan la misa vestidos con ropas de calle; admiten ateos y musulmanes; y en la eucaristía, en vez de hostias, reparten rosquillas. Y por eso, por no ajustarse a las normas, el anterior arzobispo de Madrid comunicó a los tres sacerdotes que tenían que cerrar la iglesia..."Según ellos, la catequesis que damos no está homologada y la liturgia es un desastre.
Contaría mucho más de estos entrañables sacerdotes, que no quiere decir que critiquemos al anterior arzobispo, no, pues "cada maestrillo tiene su librillo" al menos eso es lo que dice el refrán.
Desde hace unos días tenemos un nuevo arzobispo, pues el anterior ya es muy mayor y esta delicado de salud. Y claro los tiempos cambian y mira por donde, don Carlos Osoro, que así se llama, decide que quiere hacer una visita "Al Gallinero", precisamente en un día que llovía una barbaridad en Madrid. Y aquí tenemos a nuestro arzobispo de Madrid, don Carlos Osoro que hace una llamada al párroco de la "destartalada" iglesia, en El Gallinero, digo destartalada porque es un humilde piso del barrio de Entrevías que también es muy humilde.
Cuando el cura, don Javier Baeza, quizá un poco nervioso, se encuentra con monseñor, le saluda como es de rigor...entonces el señor arzobispo le dice. - Dame un abrazo y llámame Carlos...
"Te conozco por la prensa", le dijo el obispo al cura. "Yo también a usted" respondió Javier. "Vamos a llamarnos de tu". Y así, junto con su secretario y dos voluntarios, se subieron en la destartalada furgoneta de Javier.
Durante dos horas y media en mitad del aguacero, "el peregrino" bajó a los infiernos de la capital.
El obispo se limpió los zapatos embarrados en un charco. Pero los recuerdos de esa tarde seguro que serán imborrables en el recién estrenado ministerio del arzobispado de Madrid.
Visito a los pobres de los más pobres y un niño le preguntó. - ¿Entonces tu eres el Papa?
Empapado hasta las orejas, con la sotana y los zapatos embarrados, Carlos Osoro no pudo menos que sonreír. " No, no lo soy, pero si quieres puedo ser tu amigo. Me llamo Carlos, ¿y tu? "
Su anfitrión, el párroco de Entrevías, Javier Baena, apenas podía creerse lo que estaba viendo.
Entró en una chabola donde le recibió una mujer que, al preguntarle cuantos dormía en las dos camas de la que disponían, la señora le contesto. - Dormimos mi marido, mi madre, mi hermana y...mis once hijos. La señora tiene 33 años.
"Es inexplicable como puede haber tanta pobreza a tan poco kilómetros del centro", suspira el arzobispo de Madrid, quien recordó sus experiencias en las favelas brasileñas o con los pobres de Valencia...
El bueno del cura de Entrevías, dijo después a los amigos.
"No quiero establecer comparaciones, pero es la primera vez que me encuentro con un obispo, que me escucha y me da su teléfono.
Contó que la última vez que estuvo con el Papa, le preguntó si ya tenía casa donde vivir. ¡Como voy a estar, al lado de como está viviendo esta gente!
El Obispo se limpió los zapatos embarrados en un charco, pero los recuerdos de aquella tarde se antojan imborrables al recién estrenado Arzobispo de Madrid....
Existe desde hace 30 años una parroquia humilde en este barrio. En ella, sus tres sacerdotes trabajan con la población excluida socialmente y acogen en sus casas a ex presidiarios, drogadictos, inmigrantes o chavales de la calle. No le cierran la puerta a nadie.
Hasta ahí, sin problemas, según el arzobispado. Pero es que los curas dan la misa vestidos con ropas de calle; admiten ateos y musulmanes; y en la eucaristía, en vez de hostias, reparten rosquillas. Y por eso, por no ajustarse a las normas, el anterior arzobispo de Madrid comunicó a los tres sacerdotes que tenían que cerrar la iglesia..."Según ellos, la catequesis que damos no está homologada y la liturgia es un desastre.
Contaría mucho más de estos entrañables sacerdotes, que no quiere decir que critiquemos al anterior arzobispo, no, pues "cada maestrillo tiene su librillo" al menos eso es lo que dice el refrán.
Desde hace unos días tenemos un nuevo arzobispo, pues el anterior ya es muy mayor y esta delicado de salud. Y claro los tiempos cambian y mira por donde, don Carlos Osoro, que así se llama, decide que quiere hacer una visita "Al Gallinero", precisamente en un día que llovía una barbaridad en Madrid. Y aquí tenemos a nuestro arzobispo de Madrid, don Carlos Osoro que hace una llamada al párroco de la "destartalada" iglesia, en El Gallinero, digo destartalada porque es un humilde piso del barrio de Entrevías que también es muy humilde.
Cuando el cura, don Javier Baeza, quizá un poco nervioso, se encuentra con monseñor, le saluda como es de rigor...entonces el señor arzobispo le dice. - Dame un abrazo y llámame Carlos...
"Te conozco por la prensa", le dijo el obispo al cura. "Yo también a usted" respondió Javier. "Vamos a llamarnos de tu". Y así, junto con su secretario y dos voluntarios, se subieron en la destartalada furgoneta de Javier.
Durante dos horas y media en mitad del aguacero, "el peregrino" bajó a los infiernos de la capital.
El obispo se limpió los zapatos embarrados en un charco. Pero los recuerdos de esa tarde seguro que serán imborrables en el recién estrenado ministerio del arzobispado de Madrid.
Visito a los pobres de los más pobres y un niño le preguntó. - ¿Entonces tu eres el Papa?
Empapado hasta las orejas, con la sotana y los zapatos embarrados, Carlos Osoro no pudo menos que sonreír. " No, no lo soy, pero si quieres puedo ser tu amigo. Me llamo Carlos, ¿y tu? "
Su anfitrión, el párroco de Entrevías, Javier Baena, apenas podía creerse lo que estaba viendo.
Entró en una chabola donde le recibió una mujer que, al preguntarle cuantos dormía en las dos camas de la que disponían, la señora le contesto. - Dormimos mi marido, mi madre, mi hermana y...mis once hijos. La señora tiene 33 años.
"Es inexplicable como puede haber tanta pobreza a tan poco kilómetros del centro", suspira el arzobispo de Madrid, quien recordó sus experiencias en las favelas brasileñas o con los pobres de Valencia...
El bueno del cura de Entrevías, dijo después a los amigos.
"No quiero establecer comparaciones, pero es la primera vez que me encuentro con un obispo, que me escucha y me da su teléfono.
Contó que la última vez que estuvo con el Papa, le preguntó si ya tenía casa donde vivir. ¡Como voy a estar, al lado de como está viviendo esta gente!
El Obispo se limpió los zapatos embarrados en un charco, pero los recuerdos de aquella tarde se antojan imborrables al recién estrenado Arzobispo de Madrid....
miércoles, 7 de enero de 2015
Regalo de Reyes
Siempre les pido a los Reyes Magos un montón de cosas, algunas sencillas, otras no, como ya sabéis los que me seguís, todos los años, además de otras cosillas, siempre les digo que me traigan la escritura de un chale, porque una casa no se puede envolver claro está, sigo en mis trece al seguir pidiendo un apartamento en la playa, si puede ser en Oropesa del Mar, también el consabido abriguito de visón blanco, etc.etc.
Pues bien, este año tampoco "han caído" ninguna de las tres cosas. Pero lo que me han echado, vale más que todo eso...me han echado lo que yo creo que es...SALUD.
Voy a empezar por lo que ocurrió hace un par de meses. Me empezó a doler el talón derecho y muy a regañadientes, y por mandato de mi hijo, fui al médico. Antes había ido al podólogo, el cual me mando a mi medico para que me hicieran una radiografía. Bien.
Cuando le conté "el royo" a la doctora, lo primero que dijo fue que me iba a mandar hacer unos análisis. Yo puse el grito en el cielo y le dije que ni hablar que a mi lo que me dolía era un talón y no quería saber si tenía más cosas, que seguro iban a salir en la analítica.
Me dijo que yo era una rebelde y dado la edad que tenía, porque el chivato del ordenador se lo dijo, ya que no tenía el gusto de conocerla ni ella a mí, pues bien, se empeñó en mandarme al laboratorio. También a rayos para hacer la radiografía.
El día de marras, para los análisis, me tuve que presentar a las ocho de la mañana, cosa que, normalmente a esa hora yo estoy todos los días tan calentita en la cama durmiendo.
Cuando entré en el laboratorio con el tarrito de or..., me lo cogen y me dicen que pase a otra sala para sacarme sangre. Yo les digo que de eso nada, que nadie me ha dicho que me iban a sacar la sangre. La enfermera de turno me dice..." La doctora dice que se le haga análisis de sangre y se le va a sacar sangre", monto en cólera, digo que no, hago intención de irme y oigo a otra enfermera que dice a voces, "Mª Ángeles, ven aquí que te saco sangre".
Me caían sudores, los pacientes que estaban allí se reían, me animaban, diciendo que no pasaba nada, que no dolía, un joven, viendo como estaba me tomó del brazo y me dijo, señora, yo entro con usted, y a sí lo hizo.
¡Al fin! el "pinchotazo", que dicho sea de paso, ni sentí, me ponen un algodoncito en la vena y me mandan a "paseo" no sin antes volver a repetirme aquella palabra que había dicho días antes mi doctora. Usted es una rebelde.
Unas señoras muy amables se sentaron junto a mí, pues habían dicho las enfermeras que estuviéramos quietas cinco minutos. Yo les decía que era la primera vez que me "sacaban la sangre".
Como me veían tan mayor, se echaban las manos a la cabeza, pues la que más y la que menos estaba haciéndose análisis cada seis meses. ( Me dio pena)
Yo lo que tenía miedo era que me sacaran alguna enfermedad, azúcar, diabetes y demás " zarrandangas" que tenemos los mayores, pero...
Aquí aparecen los Señores Reyes Magos y deciden que me van a hacer un buen regalo, pues el mismo día cinco a las cuatro de la tarde, va y me dice mi doctora...hija mía, los análisis están mejor que los de una mujer de 20 años. No se de que tenías miedo, eso sí, te falta vitamina D, que solo se puede regenerar con el sol. ¡Salta mi hijo como una escopeta! -"Como no le va a faltar, si no sale de casa"
La doctora, la enfermera, su ayudante y mi hijo...han decidido que tengo que salir más. Pero lo que más me gustó fue saber que estaba muy bien de salud.
Nos fuimos corriendo a casa, pues iba a pasar la cabalgata de los Reyes Magos y yo quería verlos...
Me puse en primera fila y a su paso les dije a los tres...Muchas gracias Majestades, vuestro regalo es bueno, pero que muy bueno. (Estoy segura que los Reyes del Cielo me escucharon)
Luego entré en casa, encendí una vela junto al belén y prometí seguir siendo buena para que me traigan tan buen regalo. Ya no quiero ni chale, ni apartemente, ni abrigo de visón. Solo quiero salud por el bien de mi hijo, el cual estaba más contento que yo.
sábado, 3 de enero de 2015
El alcalde y la noche de Reyes
Este cuento es solo para aquellos que creen en los Reyes Magos, ya sean de Oriente o de Occidente...e incluso de ...España.
Creo que ocurrió en un lindo pueblecito español y, que su alcalde, como la mayoría de "mandones", era un incrédulo:
Llegaba la Navidad cargada de ilusión. Pero al nuevo alcalde, egoísta y gruñón, no le gustaba nada la Navidad y estaba dispuesto a fastidiar las fiestas a todos. Reunió a todo el pueblo en la puerta del Ayuntamiento y desde el balcón proclamó la no existencia de los Reyes Magos.
Muchos se preguntaron el porqué de esa fatal noticia. El nuevo alcalde expuso sus motivos: que nadie jamás los había visto, que era absurdo que tres camellos no hicieran ruido y que si alguien tenía alguna prueba de su existencia debía aportarla.
Antoñito dio un paso adelante y explicó que los Reyes siempre se bebían el licor y comían los dulces que los niños les dejaban. Además los camellos se bebían toda el agua y dejaban huellas en la hierba.
Todos los demás aldeanos asintieron con la cabeza murmurando.
-¡ Tonterías que no se pueden probar!, dijo el Alcalde. ¡ Seguro que son los ratones los que se comen los dulces! ¡ Desde hoy no se celebrará el día de Reyes!
Los niños hicieron un corrillo y después de hablar durante unos minutos, Antoñito se dirigió al Alcalde:
-Hemos tenido una idea para probar la existencia de los Reyes Magos. La noche de Reyes, antes de que caigua el Sol, todos nos reuniremos en la entrada del pueblo y nos ocultemos bien para poder ver la llegada de los Reyes Magos.
Así lo hicieron todos, incluido el Alcalde gruñón. Se escondieron en los árboles, detrás de las rocas, entre los arbustos, tras las ventanas y hasta entre las ovejas dormidas.
Ya estaba entrada la noche cuando una extraña niebla blanca los envolvió y todos se quedaron dormidos. Cuando despertaron el Alcalde empezó a decir:
-¿Veis como no hemos visto nada? Pero uno de los niños dijo:
¡No os mováis! ¡ Allí, en el camino del bosque, se ve algo!
Efectivamente por el camino venían tres camellos lentamente cargados de fardos y tres figuras vestidas con capas y coronas de oro que se despedían con las manos, de los aldeanos. Todos los habitantes sin excepción podían verlos porque todos creían en ellos con el corazón. Todos menos el Alcalde malhumorado que no veía absolutamente nada. Antoñito se acercó a él y le dijo:
-¡Nunca los verás porque no los miras con los ojos del niño que un día fuiste!
El Alcalde se entristeció mucho y se acordó de pronto de aquellos años en los que, de niño, esperaba despierto para poder ver a los Reyes y siempre se quedaba dormido. Entonces corrió al camino y abrió los ojos de par en par ilusionado.
-¡ Los veo! ¡Los estoy viendo! ¡Los Reyes existen! ¡Que equivocado estaba!
Todos rieron de felicidad, se acercaron al Alcalde, le abrazaron y volvieron juntos a sus casas para abrir los regalos.
Al fin pasaron el día de Res estupendamente, todos, incluido el Alcalde "gruñón" que ya no era tan gruñón. Y además, también tuvo regalos...
Yo, como todos los años, les pido a los señores Reyes Magos el chalecito en la Sierra, un apartamento en la playa y el consabido abriguito de visón...nunca me lo traen y...yo si creo en los Reyes Magos...
¡¡¡Feliz día de reyes a todos!!!
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