lunes, 26 de junio de 2017
El cuadro del niño llorón
Un hombre compró un cuadro que representaba a un niño llorando, se quedó tan prendado de él que no dudó, gastando sus ahorros, llevarlo a casa.
En el lienzo podía observarse el rostro de un niño llorando con una expresividad casi única. Sin conocer su historia se podía intuir el gran sufrimiento que había padecido el pequeño, un llanto que el artista había captado con tal realismo que solo mirarlo le imbuía una gran tristeza.
En el lienzo podía leerse la firma de un tal Giovanni Bragolin.
Cuando llegó a casa lo colocó en un lugar preferente, lo colocó en la habitación donde dormía. Al día siguiente acudiría a la biblioteca a buscar información tal vez el lienzo era más caro de lo que él pensaba.
Al finalizar el día, el hombre se acercó de nuevo al cuadro del niño llorando, se quedó mirándolo durante varios minutos, observando con detalle su compungido gesto. Trató de imaginar que pudo hacer llorar al niño: el hambre, un castigo, tal ver la muerte de sus padres. El llanto era desconsolado pero a la vez mostraba una profunda tristeza y miedo a quedarse solo. Sí, eso debía ser, era algún huérfano de los miles que había dejado la guerra.
Nuestro hombre se acostó en la cama mirando hacia el niño. Estaba agotado así que no tardó mucho en dormirse.
De madrugada un leve quejido le despertó, era indudablemente el llanto de un niño, la oscuridad no le permitía ver con claridad, pero sin duda el sonido provenía del cuadro. Se levantó y pudo ver como de los ojos del niño parecían brotar lágrimas reales que goteaban hasta el suelo y habían formado un pequeño charco. Impresionado, se quedó mirando fijamente a los ojos del pequeño cuando...¡Sintió que se movían levemente para mirarle directamente.
Se pegó tal susto que casi se cae de espaldas. Los ojos del pequeño se clavaban sobre los suyos y su gesto triste estaba enfurecido. De repente el marco del cuadro empezó a arder con una llamas tan intensas que rápidamente envolvieron la habitación...
Héctor, que así se llama nuestro hombre, se despertó totalmente empapado en sudor, todo había sido una pesadilla, miró el cuadro y no percibió nada extraño, el niño seguía igual y no había ningún fuego a punto de devorarlo. Trató de conciliar nuevamente el sueño, pero le resultaba difícil, así que decidió ir a beber un poco de agua. Al pasar cerca del cuadro casi se cae al suelo cuando resbalo sobre un pequeño charco que había justo debajo y era idéntico al del sueño. Miró a ver si era por una gotera o alguna tubería rota, todo estaba en orden, pues ni había llovido ni tampoco se había roto ninguna tubería.
Al llegar la mañana, se fue a la biblioteca a buscar información, no tuvo éxito, pero el estilo del artista le resultaba familiar. Tras cenar algo en una taberna de mala muerte bajo su casa, Héctor subió a su apartamento y entró en su dormitorio...
En el suelo estaba el cuadro que parecía haberse caído y se desvistió para dormir. Pasados unos minutos, el cansancio de no haber pegado ojo la noche anterior le pasó factura y cayó en un profundo sueño.
Exactamente a la misma hora que la noche anterior un llanto lo despertó, el hombre se levantó y, como la noche anterior, pudo verificar que las lagrimas del niño salían del cuadro y mojaban el suelo. El niño se giró y fijó sus ojos en los suyos. Héctor se quedó buscando una explicación en el interior de los ojos del chiquillo y...pudo ver lo que temía.
Pudo ver la estampa de un orfanato italiano en la que se agolpaban decenas de niños que habían perdido a sus padres, entre todos ellos pudo ver al niño de su cuadro, llorando en una esquina de forma desconsolada. Un hombre vestido con el típico uniforme de las Camisas Negras (fascistas italianos) le retrataba sin dejar de insultarle y golpearle con sus duras botas militares cada vez que cesaba el llanto. Había algo malvado en aquel hombre pues, como si estuviera poseído, pintaba a gran velocidad y sonreía con una grotesca mueca cuando veía llorar al pequeño.
La siguiente imagen que le vino a la mente fue la del cuadro en uno de los pasillos del orfanato. Cuando los niños estaban durmiendo el cuadro tomó vida como en sus sueños y una bocanada de llamas comenzó a brotar del marco del cuadro, misteriosamente sin dañar el lienzo.
El fuego se propagó cerrando la única vía de escape de decenas de niños huérfanos que gritaban de dolor cuando las llamas comenzaron a quemar sus pequeños cuerpecitos. El niño del cuadro asistió muerto de miedo, desde una esquina de la habitación, como el resto de sus compañeros ardían uno por uno. Hasta que finalmente el mismo niño ardió profiriendo horribles gritos de dolor durante más de dos minutos.
De nuevo la imagen cambió y pudo ver el orfanato devastado por las llamas, sobre los restos humeantes había un objeto que parecía no haber sufrido las inclemencias de las altas temperaturas, un lienzo parcialmente enrollado en el que podía verse el rostro lloroso del niño que había muerto esa misma noche junto a sus 26 compañeros.
El hombre vestido con el uniforme fascista caminó sobre las ascuas del orfanato como si el calor no le afectara y recogió su obra.
Héctor saltó hacia atrás sobre la cama con la mala fortuna que se golpeo la cabeza, el golpe pareció despertarlo de su pesadilla, ya que al mirar al cuadro este mostraba su aspecto normal, el de un niño llorando desconsoladamente.
Pero sabía que no había sido un sueño, un pequeño charco bajo el cuadro delataba que lo que había vivido era real...
Mi sentimiento y dolor a todos los niños, mujeres y hombres que han muerto en los incendios de hace unos días. Unos en Londres, otros en Portugal y...mi admiración y aplauso a esos maravillosos bomberos de unos y otro lugar pero muy especialmente a los de Portugal que, exhaustos de cansancio se tiraron a descansar en medio de la calle.
Ya nos ha llegado a nosotros también pues lo tenemos muy cerca de Doñana, el pulmón de Europa y que según parece ha sido una mano criminal quien lo ha provocado.
Quiero saludar a una encantadora amiga argentina que vive en Australia y que me manda los comentarios a través de Messenger, gracias Zulma.
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Menuda historia, muy bien traída, dadas las circunstancias.
ResponderEliminarUn abrazo.
No hay cosa que más me aterre que el fuego, por ese motivo siento tanto por los que sufren en los incendios.
ResponderEliminarUn abrazo Alfred.
Qué historia tan terrible. Un beso.
ResponderEliminarSiempre que hay niños por medio, ya sean abandonados, golpeados etc. Siempre son historias tristes.
EliminarUn beso Susana
Esta historia es fruto de tu imaginación o alguien la relató Ma de los Angeles? Acá tuve hace algunos años un cuadro similar, en alguna mudanza se perdió, ver ahora retratado todo este dolor me impresiona mucho. Mi solidaridad para quienes sufrieron esos incendios terribles, un abrazo!
ResponderEliminarNo me creas tan lista María Cristina. Es una historia que he leído, era muy larga y la he cortado quizá por ese motivo no me haya quedado bien. La verdad es que el niño modelo es precioso.
EliminarUn abrazo.
¡Cuántas cosas!
ResponderEliminarlágrimas, sueños, pesadillas...
fuego, llamas, bomberos...
miradas, llantos, sentimientos...
Desde luego Manuel, no se puede negar que eres todo un poeta.
EliminarUn abrazo
Un relato muy triste que nos ha hecho recordar a las víctimas recientes de los fuegos devastadores de Portugal y Londres......esos personajes que se dedican a incendiar deliberadamente no merecen llamárseles personas, son auténticos criminales y tendrían que estar todos encerrados y con trabajos forzados.Besicos
ResponderEliminarDices bien Charo. Los tenían que poner a limpiar los montes por lo menos asía habría menos incendios forestales.
EliminarYa sabía yo que era triste cuando lo estaba leyendo, pero ya sabemos que el ser humano hace verdaderas barbaridades.
Un besito
Creo que no hay nada mas desgarrador ver llorar a un niño por el maltrato de la vida o del hombre.
ResponderEliminarCada vez que vemos en las noticias esas catástrofes, son doblemente duras si hay niños de por medio.
Un abrazo.
Ya habrás visto lo que han hecho muchos padres con sus propios hijos, no nos extrañe que lo hagan algunos malvados que no sienten ni padecen.
ResponderEliminarUn abrazo Matías.