martes, 7 de junio de 2016

Una buena propina

No era una propina, era un "propinazo".
Cuando nos ocurrió este suceso tendría yo unos doce o trece años. Eran tiempos de racionamiento pues estábamos en plena pos-guerra. Teníamos unas cartillas con las que podíamos comprar, pan, legumbres, aceite, patatas, etc.
A diario comprábamos el pan, unas veces iba yo y otras mi hermano tres años menor. Aquel día tubo la fatalidad de "encontrarse" con un par de sinvergüenzas que, no solo le robaron el pan, sino que le quitaron lo que es peor, las cartillas de racionamiento. No podíamos tener otras hasta que llegara el día de la renovación, que era una vez al año. Mi madre rogó a la panadera que le vendiera pan, esta le dijo que fuera por las tardes por si le sobraba algo...¡¡Pedazo de bruja!! Todos los días le dabais pan a las estraperlistas que lo vendían por la calle a tres veces su precio habitual. ¿No podías vender un poco de pan a esa madre desesperada?
De vez en cuando nos "daban" un par de barras de un cuarto de kilo. Lo mismo pasaba en la tienda de ultramarinos. Lo que más echábamos de menos era el pan diario, algunos días íbamos a comprar a un panadero clandestino que hacía pan en su casa, pues no salía de ella por causa de la política. Era lo que entonces se llamaba "un topo"
Todo este trajín tuvo mi madre hasta que nos dieron cartillas nuevas y todo volvió a su cauce.
Entre tanto ocurrió lo que os quiero contar:  Lo de la "propinilla"
Mi padre, policía de tráfico (hoy policía local), hacía servicio en la Puerta del Sol esquina a la calle Arenal.
 Un día que fui a Pontejos, (grandes mercerías) a comprar madejas de bordar para mis trabajos manuales, le hice una visita a mi padre. ¡¡Que orgullo me causaba ver a mi padre dirigiendo el trafico!! Lo primera le di un beso...que todo el mundo viera que era mi padre aquel enorme Guardia Municipal.
Aquel día, estaba acompañado de un señor joven, conversaban. Mi padre decía que no con la cabeza mientras dirigía el tráfico. Llegué y le di un beso y el me correspondió sonriente, como siempre hacía.
No capté lo que hablaban solo a mi padre decir: -No, le he dicho que no.
Yo no me movía de allí, mirando al hombre joven y a mi padre.
Entonces, el señor que ya sabía que yo era su hija, pues me padre se lo dijo, le preguntó:
-Puedo hacerle un regalo a la niña?
-No, le contestó, y siguió dirigiendo el tráfico.
Pero el hombre, que a mi me pareció maravilloso, ya me había puesto en la mano un billete muy bien doblado, dirigiéndose a mi padre le dijo:
-Adiós, ya nos veremos...y se fue.
Cuando el buen hombre desapareció y yo ya estaba mirando lo que tenía en la mano, me preguntó:
-¿Que te ha dado?
Abrí la mano y vi que eran cien hermosas pesetas (en aquella época los Municipales ganaban 300 pesetas al mes), vi a mi padre colorado como un tomate, me dijo:
-Trae eso, lo tengo que devolver.. No le deje terminar, le contesté:
-No papá, me voy corriendo a casa para que compre mamá pan.
Salí corriendo hacia la boca del metro más cercana, mientras le oía decir.
-Ten cuidado hija, no te vaya a pasar algo con tanto dinero en el metro.
Yo no le oía.
 El metro ese día me parecía que corría poco. Cuando llegue a casa y se lo enseñé a mi madre, lo primero que me preguntó fue que de donde había sacado ese dinero, yo le dije que papá lo sabía, pero debíamos darnos prisa antes de que se acabara el pan.¡¡Dios mío!!
Aún recordándolo me dan ganas de llorar. Os contaré el porqué de esa "propina":
Resulta que el señor que tan generosamente me obsequió con las 100 pesetas, era un abogado que estaba chantajeando a mi padre para que testificara en un juicio a favor de su cliente. al cual le habían roto un toldo y mi padre lo había presenciado.
El toldo en cuestión se lo había llevado por delante un camión y, cosas de aquellos tiempo, a lo mejor no se habían inventado los seguros.
Resultado final, mi padre no fue a ningún juicio, nos dijo que él no quería perjudicar a nadie porque no sabía quien tenía la culpa, por si acaso...se dio de baja por enfermedad.
Mi madre le decía que tenía cuento, pero yo creo que estaba enfermo de verdad solo de pensar que alguien podía salir perjudicado...¡¡Era un buenazo!!
¡¡Lo que sufrió porque mi madre se gastó las cien pesetas en un abrir y cerrar de ojos!!
¡¿Todavía pensaba mi padre devolverlas?!
Creo que mi madre hizo bien...¡¡Comimos pan blanquito del señor Pepe muchos días!!

He contado esta etapa de otros tiempos, porque hoy mientras comprábamos el pan calentito y recién  hecho, mi vecinita Paquita, no hacía más que protestar:-Que si esta está muy cocida, que si esa está poco hecha, que aquella no me gusta, y ya no me he podido contener: He cogido una barra se la he dado y le he dicho...-¡¡Vámonos ya, mañana será,otro día!!
Su madre y otras vecinas se reían y acto seguido le he dicho que lo iba a contar hoy en mi blog...
¡Claro luego me dicen cotilla! Y creo que tienen un poco de razón.

15 comentarios:

  1. Qué maravilla de historia, Ma de los Angeles, muestra los buenos sentimientos de todos, la honestidad, el buen juicio. Y en cuanto a tu reacción con la vecina, muchas veces uno se tienta a acabar con tonterías, no te sientas mal por eso, un abrazote grande!

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    1. Aunque parezca irreal, ocurrió tal cual.
      Respecto a lo de mi vecina, ya no me preocupan cosas así, por otra parte a la jovencita le fui echando un sermón hasta que llegamos a casa, jajaja. Pobrecilla, pues luego su madre continuó dándole la murga.
      Un abrazo María Cristina

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  2. Ya no valoramos las cosas. Un beso.

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    1. Pues es verdad, ni valoramos ni apreciamos lo que tenemos.
      Un besito Susana.

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  3. Olá Maria.
    Sempre tenho a oportunidade de ler um bom texto aqui no seu blog, desta vez “Una buena propina”, que me colocou num tempo de crise econômica na Espanha, quando havia racionamento, e todas as dificuldades para se obter alimentação. Depois o seu irmão foi assaltado, e mais tarde veio a propina, que muito atormenta a vítima. Gostei muito, Parabéns.
    Abraço.

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    1. Lo que yo intento es distraeros mientras leéis mi pobres letras. Ya ves que cuento cosas que han ocurrido, unas veces a mi familia y otras a los amigos que me las cuentan.
      Gracias por tus palabras, que siempre me sirven de aliento para seguir, aunque sea, dándoos un poco la murga.
      Un abrazo Pedro

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  4. Pues has contado una historia de un tiempo difícil, que ha decir verdad cualquiera hubiese echo lo mismo, no eran tiempos de miramientos. Gracias por contarnos cosas que a mi gustan mucho. Un beso.

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    1. Gracias Lola por leerme y lo que es mejor, visitarme.
      En aquellos tiempos ocurrieron muchas cosas, algunas, te helarían la sangre. Mucha gente se aprovechaba de los niños, en todos los sentidos, ya ves como robaron las cartillas de racionamiento a un niño. No pensaron que dejaban sin apenas comer a toda una familia.
      Bueno, no nos pongamos tristes.
      Un besito bien fuerte.

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  5. Muy bien hizo tu madre. Como un buen pan.... no hay nada. Un abrazo.

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    1. Estoy totalmente de acuerdo LOBEZNA, yo no hago caso de nadie cuando dice que engorda, me da igual, bastante tiempo pasé sin poder comer todo el que quería, ahora me compro todo el que quiero.
      Un abrazo.

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  6. Vaya historia que has contado Mª Ángeles, me ha hecho pensar en lo triste que tiene que ser para una madre ver que sus hijos tienen necesidades cómo la que cuentas, menos mal que la propina os solucionó en parte el problema.Yo jamás tiro el pan pues lo que me sobra me lo como al día siguiente duro y no me importa nada.Besicos

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    1. Yo tampoco tiro el pan. Lo congelo y cuando me hace falta siempre tengo. Quizá sea por aquellas carencias que teníamos en mi niñez. ¿Sabes una cosa Charo? Pues que como mucho pan, en el desayuno, en el almuerzo, algunas veces meriendo y muchas noches me ceno un bocata que no se lo salta un gitano, jajaja.
      Doy fe de que el pan no engorda pues entonces yo estaría como una vaca. Estoy fachosa porque soy mayor pero no gordinflona.
      Un besito guapa.

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  7. Hola Mª Angeles, vaya mala pasada que os jugaron con el robo del pan y mas aun con las cartillas, me imagino lo mal que lo tuvisteis que pasar hasta tener otra vez las cartillas, lo que cuentas de la gente en esos casos no ven el hacer bien ayudando a los demás, en vez de ayudar al mas necesitado solo piensa en hacer negocio, me imagino que ya no le compraríais mas pan a esa "bruja" y se lo compraríais al otro señor, yo al menos así lo hubiese hecho:), al menos con esa propinilla luego tuvisteis como dices pan blandito todos los días, y para nada eres cotilla:), solo cuentas lo que es verdad y nos gusta mucho.

    Besos

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    1. Mi querida Piruja, en aquellos tiempos de racionamiento, no teníamos más remedio que acudir a las panaderías, y tiendas de ultramarinos que nos asignaban, siempre la mas cercana a nuestro domicilio, por ese motivo no tuvimos más remedio que seguir comprando el pan en la panadería de "la bruja", jajaja.
      Me gusta contar las cosas pasadas para que si algún joven me lee, que se entere, así de paso os doy un poco la murga a vosotros Ángeles que me seguís.
      Un besito guapetona

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  8. Sorprendente blog me gusta mucho.
    Anna de poemias me paso tu blog pasare mas veces por aqui
    http://anna-historias.blogspot.com.es/2016/08/los-pasos.html?m=1.
    Besos

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