lunes, 22 de abril de 2019
Siempre se repite
Me salieron muy ricas.
Casi siempre se repiten las mismas cosas y claro, no iba a ser menos que a mi se me repitan, no una, ni dos, sino tres y quizá, ojalá, se vuelva a repetir.
Con esto de que se me da bien hacer torrijas, por estas fechas tengo alguna visita para degustarlas. Este año no iba a ser menos y se me presentaron unos visitantes muy queridos. La primera que se presentó en casa fue "mi niña", ya es una mujer, pero yo siempre digo mi niña.
La conocí cuando tenía 10 años, hoy, como ya digo es una mujer que me visita con frecuencia. Contaré como conocí a Tamara y su hermano Omar:
Yo trabajaba en el Ayuntamiento de Coslada, en Servicios Sociales. Un día me llama la concejala y junto con la jefa de personal me dice que tiene un pequeño problema. Hay dos niños huérfanos de madre y no hay ninguna auxiliar que quiera trabajar por la tarde, solo serán unos días, te lo prometo.
Por el camino me explicaron que les tenía que ayudar a hacer los deberes, darles la cena y quedarme con ellos hasta las 8:30 PM que llegara su padre. La niña comía en el colegio y el pequeñín en la guardería, pues solo tenía dos añitos. Yo me dije: esto es "pan comido".
Cuando llegamos a la casa, había, una educadora, un psicólogo, una auxiliar de puericultura y...llegamos nosotras. La concejala, la jefa y yo, que era "el último mono de la compañía".
La casa estaba llena. La niña al ver tanta gente en su casa y no conocía a nadie más que a la educadora, que solo iba una vez a la semana...empezó a llorar y clamar:
¡Yo quiero ir con mi mamá!
¿Os imagináis el trago?
La concejala empezó diciéndole a la niña que de momento yo iba a estar con ellos, que la señorita que había estado hasta ese día, había encontrado otro trabajo pero que no se preocupara que yo los iba a cuidar muy bien durante unos días.
La niña, cada vez lloraba más fuerte y el niño al ver a su hermana empezó a berrear al unísono. La jefa me miró con los ojos llenos de lágrimas y la concejala, para que aquel dramón terminara, dijo:
-Vámonos, que M.ª Ángeles sabe lo que tiene que hacer.
Allí nos quedamos los tres solos.
Yo no sabía que hacer. En mi vida había cuidado a más niños que a mis hijos y estos pequeños, no tenían a su madre...
Las auxiliares que habían estado antes con los niños, eran jóvenes, guapas y delgaditas...yo, entonces, tenía 50 años. Claro que, yo tenía una ventaja, era ama de casa y ellas que acababan de terminar la carrera, sabían mucho de técnica, pero yo las ganaba en práctica.
Cuando estuvimos solos y aun con los ojos llorosos me preguntó la niña:
-¿Sabes hacer calamares?
Yo, muy ufana le contesté:
-Si, soy una buena cocinera.
Fuimos a comprar calamares, se los cociné a la romana. Al día siguiente les hice arroz a la cubana, con su tomate frito y su huevo. Al tercer día les dije que les haría de postre torrijas...aquí me perdí. ¡Cuánto les gustaron! Y ¡¡¡Cuantas torrijas les he hecho!!!
Contaría muchas cosas mientras estuve con estos niños. Fui para hacer una suplencia de tres o cuatro días y estuve 4 años. Y no creáis que me los quité de encima, no. Se me presentaban en casa con toda confianza. Me preguntaban que había de comida. Otra veces llegaban a la hora de la merienda, incluso acompañados por compañeros del instituto.
Un día de fiestas en Coslada, la niña, ya una mujer, me presentó a su novio. Me pareció un buen chico.
Ayer se me presentó a ver si había hecho torrijas. ¡¡¡Claro que había torrijas!!!
Un día, no hace mucho me dijo Tamara:
-Tengo que pedirte perdón. Yo extrañada le pregunté que es lo que tenía que perdonarla. Me contestó:
-Es que el primer día que te conocí me caíste mal cuando te vi tan mayor y gorda.
Se me echó en los brazos y después llegó el niño y los tres nos reímos mucho. Omar me pidió que le hiciera arroz con huevo frito y mucho "Comate".
Y es que como le conocí tan chiquitín y apenas sabía hablar. Me llamaba..."Mángueles". Eso era cuando estaba de buenas, pues cuando le tocaba baño...nos decía de todo, menos bonitas a su hermana y a mi. Llegue a tener que secarme la falda con una plancha para poder ir a mi casa un día de baño...
Como dice el refrán que no hay dos sin tres. Tambien tuve a una parejita a cenar. Como solo se pudieron comer una torrija porque habían cenado mucho, las demás...se las puse en un Táper y se las llevaron a casa.
Me ha encantado tener torrijas para tan ilustres "huéspedes"...
...seguiré haciendo torrijas...
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Bonita anécdota, las cosas hechas con humanidad no caducan nunca.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso decía mi jefa, que yo era muy humana. Gracias Alfred.
EliminarUn fuerte abrazo.
Que buen relato amiga así da gusto cocinar cuando lo que cocinas es tan apreciado por los comensales, que bueno que disfrutes cocinando. Un placer leerte siempre preciosa. Un abrazo feliz semana.
ResponderEliminarNo es que me guste cocinar, lo que ocurre es que me gusta que mis invitados se vayan contentos, mucho mejor si quieren llevarse algo.
EliminarPero, si, cocino con mucho cariño.
Un abrazo Gladys y que tengas buena semana.
Eres tauna gran persona. Un beso
ResponderEliminarBueno, bueno, no creas. Tu me tienes en alta estima Susana.
EliminarUn beso.
Una historia muy emotiva.
ResponderEliminarLas torrijas tienen una pinta estupenda.
Abrazos.
Gracias Matías. Seguro que has comido buenas torrijas.
EliminarUn abrazo
Hacer el bien a la gente, trae a la larga su recompensa.La visita de estos jovencitos y el cariño que te tienen son el pago a tus esfuerzos por ayudarlos cuando eran niños. Es una historia preciosa, y lo mejor de todo es que es real.
ResponderEliminarUn abrazo
Es real y te diré que los tres lo pasamos muy bien en aquellos años. Un día contaré como era la hora del baño del niño, entonces seguro que os reís.
EliminarUn abrazo querida Rita.
Cuando logramos estrechar vínculos como si fueran familia, se mantienen en el tiempo y nos recompensan con un gran cariño. Qué bueno que puedas disfrutar de su compañía y deleitarlos con tus torrejas, Ma de los Angeles! Se ven muy apetitosas! Un abrazote!
ResponderEliminarEsta pareja se deleita con cualquier cosa que yo cocine. Todavía se acuerda el niño cuando le hacía de cena puré de patatas, Le ponía como un monte y con salchichas le hacía un lobo que le ponía palillos para hacerle las patas. Después partía más salchichas en trocitos simulando las ovejas. Como te puedes imaginar se comía todas las ovejitas antes de que llegara el lobo, que tambien se comía. La verdad es que lo pasé bien con ellos y ellos conmigo.
EliminarUn abrazo María Cristina
Qué gran imaginación para la cocina de los chicos, Ma de los Angeles, felicitaciones! Un abrazote!
EliminarImagíname diciendo:
EliminarUna ovejita por papá, otra por tu hermana, otra por la vecina del 3º...
Un abrazo María Cristina.
Que historia tan bonita la de tu amistad con esos niños, seguro que estás deseando que te visiten.Esas torrijas están de "muerte" una pena no haberme presentado yo también en tu casa:-)) Besicos
ResponderEliminarHubieras sido recibida en casa con mucho gusto y seguro que te había invitado a las ricas torrijas.
EliminarLos "niños", ya hombre y mujer, siguen apareciendo por casa sin avisar, pero siempre hay unas tostadas con mermelada y leche que al pequeño le gustan mucho. Todo ello me hace feliz.
Un besito Charo.
Me gusta tu ánimo me gusta tu cara
ResponderEliminarcomo escribes y comemtas
Un placer estar cerca de vos
Tú si que eres estupenda querida Recomenzar. Ya quisiera yo hacer poemas tan lindos como los tuyos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Bonita historia.
ResponderEliminarEstaremos pendientes de la hora del baño.
Un abrazo.
Lo tendré en cuenta para avisarte. Gracias por tus palabras.
EliminarUn fuerte abrazo
Bonita y emotiva historia.
ResponderEliminarMuchas gracias Trini.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una linda historia, las torrijas tienen una pinta exquisitas no me extraña nada que repitan.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Seguro que repiten aunque les he dicho que avisen primero para tenerlas hechas.
ResponderEliminarGracias.
Un abrazo
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