Hoy tenemos la reunión anual de los vecinos, por ese motivo y aunque tengo pocas ganas, no tenemos más remedio que ir.
He delegado en mi hijo, pero dice que yo vaya aunque sea poco tiempo, el caso es que me vean...iré.
Por ese motivo voy a ser breve y voy a contar una anecdota que le ocurrió a mi querido padre y a mi abuela:
Ya sabéis que mi padre solo se ponía el uniforme cuando estaba de servicio, que era siempre, pero claro solo por las tardes, pues bien. Escribió mi no menos querida abuela, diciendo que venía para hacernos una visita y de paso nos traía un poco de matanza, que lógicamente habían hecho en el pueblo.
Mi madre se puso tan contenta, no solamente porque llegaba su suegra, sino por la matanza que anunciaba. Eran malos tiempos, estoy ablando de los años 40, cuando todo lo tenían que comprar de estraperlo, ya que como sabéis algunos mayores, eran tiempos de Posguerra y el que mas y el que menos vivía del estraperlo,
Mi padre, a regañadientes se puso el uniforme para ir a buscar a su señora madre. Mi madre, casi le empujaba para que se fuera cuanto antes y así venían pronto.
Al bajarse del tren en la estación de las Delicias en Madrid. Mi pobre padre vio que su madre traía una enorme bolsa y a este le caían sudores. Después de los consabidos besitos, que no le gustaban cuando vestía el uniforme, le dijo a mi abuela, su madre:
- Madre, ¿Qué trae usted el esa bolsa?
Ella le contestó - Un poco de matanza, hijo.
Él le contestó.- Salga usted rápidamente porque si la registran los de abastos...
Ella se reía, pues creía que mi padre era el que mandaba en Madrid. Salieron por donde le dijo mi padre y la buena de mi abuelita se paró para decirle al señor de abastos...-Este es mi hijo.
Según creo a mi padre le caían sudores, le dio una risa tonta y pasaron los dos como si nada.
No solamente llevaba "una poca de matanza" sino que también traía guisantes, estos estaban secos, o sea, como los garbanzos...la matanza se acabó, pero los guisantes, estos no tenían fin. Mi madre los hacía en forma de potaje, los guisaba como las lentejas...el caso es que ya nos salían los guisantes por las orejas. Hasta que nos revelamos y ya no quisimos comer mas guisante. No crean que fueron a la basura, no, sino que "Los vendió mi madre" y las vecinas se los quitaban de las manos.
Mi padre lo contaba con mucha gracia, tal es así, que al decirle mi madre que como habían pasado por la estación bolsa tan grande, él dijo:
"Es que si lo se no voy"
Muy buena anécdota, me imagino a tu padre sudando tinta china al lado de tu abuela y su enorme bolsa. Besicos
ResponderEliminarNo te imaginas como era, yo era muy pequeña pero no había vistos una bolsa tan grande en mi corta vida,
EliminarCuando ya habían pasado los años, mi padre que además de policía, era muy gracioso, nos lo contaba a su manera y, no te puedes hacer una idea lo que nos reímos.
Hoy me ha llamado una amiga que lo ha leído y dice, que siempre le gusta lo que escribo, pero sobre todo cuando cuento anécdotas de mi niñez...tendré que contaros mas...
Un beso querida Charo.
Debieron de ser tiempos muy duros, algo de ello había oído por casa de mi abuela, cuando se ponía a contar historias.
ResponderEliminarComo unos panaderos de pueblo, que al saber que venían a registrarles el local, optaron por sacar los sacos de harina, comprados fuera de cupo, a la plaza mayor y dejarlos ahí, ala vista, cuando los de abastos preguntaron por los responsables de aquello, evidentemente nadie sabía nada. Con lo cual no les pudieron acusar de nada.
Un abrazo.
En aquellos tiempos había de todo, estraperlo, robos de poca monta, timos etc. etc.
EliminarPor un lado me alegro que no los acusaran de nada a "los harineros". Ya que fueron muy listos.
Un abrazo Alfred.
El que sudaría más sería tu papi, Ma de los Angeles! Qué apuro! Y tu mamá siempre al pie con su inventiva para solucionar todo! Un abrazote risueño el de hoy!
ResponderEliminarEl pobre debió de pasarlo bastante mal, no así mi abuelita que se sentía orgullosa de su hijo.
EliminarLas abuelas de ahora no somos así, aunque nos sintamos orgullosas de nuestros hijos.
Un fuerte abrazo amiga María Cristina.
A buen hambre no hay guisantes duros. Un beso
ResponderEliminarEl caso es que no estaban duros, es que mi madre teniendo guisantes, no hacía otra cosa.
EliminarUn beso querida Susana.
Hola Mª Angeles, muy buena anécdota. Cuántas historias nos habrán contado nuestros mayores y situaciones, parecida a esta. Tú padre reflejaba ser una buena persona, aguanto el tirón frente a tu abuela. Un cariñoso abrazo!
ResponderEliminarNo solamente aguanto el tirón ante mi abuela, si no que también aguanto a mi madre.
EliminarMe alegra mucho verte por aquí Cristina y sobre todo saber que estás bien.
Un fuerte abrazo querida amiga.
Por lo que nos relatas la vida madrileña fue mas dura que en provincias pequeñas.
ResponderEliminarEn mi niñez no nos faltó la comida, pero la variación de los platos era escasa.
Patatas huevos pan y leche era lo que había. eso si. el lustre de la ropa cuando llegaba al quinto que era yo habia desaparecido.
Fueron tiempos difíciles.
Un abrazo.
Yo era la mayor de(entonces4 hermanos), Pero fuimos 7 en total. Pues bien, me acuerdo perfectamente de la situación. Acompañaba a mi madre a comprar aceite clandestino y por la noche, por ese motivo me acuerdo perfectamente de todo.
EliminarYo no pasé hambre, pero como dices, no había mucho donde elegir. Ya os contaré más cosas.
De momento recibe un gran abrazo Matías.
La verdad es que en Madrid se paso bastante mal. Casi todo se tenía que comprar de estraperlo, ya te imaginarás lo que pasaron nuestros mayores.
EliminarUn abrazo amigo Matías.
Sonrío después de haberte leído, lo cuentas muy bien.
ResponderEliminarPero lo cierto es que eran tiempos muy difíciles, en la posguerra muchas familias pasaban hambre y además escaseaban los alimentos, mi madre me contaba muchas veces que el pan, que estaba racionado, era de un color marrón oscuro, la harina estaba mezclada con salvado, en fin, hoy nuestros hijos nadan en la abundancia y no hacen más que pedir, antes de que abran la boca ya lo tienen todo, yo creo que nos estamos pasando con ellos, primero tendríamos que enseñarles a valorar las cosas y el trabajo que cuesta conseguirlas.
Tu tema, tan real, aunque está escrito de una manera jocosa, por cierto muy bien llevado, tiene un fondo triste y sería un buen tema para darlo a conocer a estas nuevas generaciones que viven en una nube.
Con todo cariño, te mando un fuerte abrazo y te deseo un estupendo fin de semana.
Kasioles
Jajaja. ¡que arte había en tu familia!... y yo creo que el que dijera tu padre que si lo llega a saber no iba, no lo dijo porque el bulto fuera grande, si no porque sabía la de días que le quedaban comiendo guisantes. jaja. Y entrañable lo que pensaba tu abuela de su hijo, y lo orgullosa que esta de él...
ResponderEliminarSe que me voy a repetir, pero amiga, no dejes nunca de contarnos estas anécdotas y vivencias, con las que tanto disfruto.
Un fuerte abrazo.
Mi padre, el pobre, no sabía los dichosos guisantes que traía su señora madre. En alguna ocasión ya he contado que la abuela nos trajo guisantes y que tenían bichos, o por lo menos eso me parecía a mi, con todo y con eso, no solamente los comíamos nosotros, sino que todos los vecinos los comieron también. Un dicho de mi abuela..."Muera Marta, muera harta".
EliminarUn abrazo querido amigo Manuel.
Me ha encantado lo que nos cuentas, muy bueno. Besos.
ResponderEliminarCon ese fin lo cuento, para que estéis contentos y , por lo menos, sonriáis que en los tiempos que corren nos hace mucha falta.
EliminarUn beso Teresa.
Hola Mª Angeles, pense que la abuelita en vez de matanza solo llevaria los guisantes jeje, menos mal que llevo todo, tu madre la pobre hacia lo que podia, pero mira como luego le saco rantabilidad a los guisantes, bonita anecdota.
ResponderEliminarBesos.
La matanza se terminó pronto, pero los guisantes...no te puedes hacer una idea lo que duraron, por lo menos, eso nos pareció a nosotros.
EliminarTu eres muy joven, pero fueron malos tiempos...
Un besazo querida Piruja.
Jajaja. Que bueno. Me has hecho reir.
ResponderEliminarTus padres eran muy listo. Maria de los Ángeles.
Por cierto los quisantes calentitos con queso me encantan.
Un abrazo
Mónica
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