Un matrimonio con dos hijo, niña y niño y el abuelo. El pobre abuelo además de ser viejo no estaba bien de salud, tanto es así, que el hombre apenas podía caminar. En aquellos tiempos de la historia las mujeres no trabajaban fuera de casa, esto era obligatorio exclusivamente del hombre. Eso estaba muy bien si no fuera porque la mujer no "trabajadora", tenía a su cargo, la casa, los niños y hasta el abuelo. No es de extrañar, que en algunos casos la pobre señora estaba hasta, "el moño de todo".
En aquellos tiempos que se desarolla la leyenda, no había las comodidades que hay ahora, las mujeres tenían que ir al río a lavar. Se tenían que levantar con el alba y cuando llegaba la noche, despues de hacer cena, acostar a los niños y al abuelo...y a la madre que los...tendría que atender al esposo. Claro que como ella no había ido a trabajar a ninguna fabrica, oficina o taller, la mujer no tenía derecho a decir estoy cansada.
Un día la esposa dijo que estaba harta, que no podía con todo, que necesitaba ayuda, etc.etc.etc. El esposo no le diría:
-No te preocupes, yo te ayudo.
No, seguro que no le dijo que le iba a echar una manita, bueno se la echaría, pero no en el trabajo casero. El buen pensó, aquí el que sobra es mi padre y ni corto ni perezoso, se echó al abuelo a sus espaldas y...con su padre sobre sus costillas, empezó a caminar hacia el rpimer asilo que encontrara.
Como es natural, el anciano pesaba aunque fuese viejo y aquí tenemos al portador de su padre que, como se cansaba, empezó a buscar un sitio donde descansar...y lo encontró.
Había en el camino una enorme piedra que tenía forma oval, parecía hecha aposta y allí se acercó el hombre con su padre a la espalda, lo depositó y se sentó junto a el a descansar. Al abuelo se le nublaron los ojos, el hijo al verlo llorando le preguntó.
-¿Que le ocurre padre?
-Nada hijo, que aquí descanse yo cuando llevaba a mi padre donde me llevas tu a mí.
El joven se quedó mudo pero al momento se recuperó, se levantó y cogiendo a su padre en sus bazos le dijo:
Vámonos padre, volvemos a casa.
CADA UNO QUE COLOQUE SU MORALEJA.
Una triste historia. Nosotros ya contamos con acabar en el asilo. Un beso
ResponderEliminarDios no lo quiera amiga mía, yo creo que lo mejosr es la casa de uno.
EliminarUn beso amiga Susana.
Al menos acaba mejor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya veo que no te gusta lo que acaba mal...lo tendré en cuenta.
EliminarUn fuerte abrazo amigo Alfred.
Buen final, el hijo recapacitó pero no todos los hijos lo hacen. Bueno es nuestro destino, acabar en una residencia y yo lo tengo muy asumido. Besicos
ResponderEliminarPues no lo asumas tanto, tienes tu casa....¡ahí estarás mucho mejor!
EliminarCreo que no dejan llevar el Ordenador, ni levantarte a las tantas (eso dice mi hijo). ni leer hasta las 3 de la madrugada...que es lo que hago yo...
Un besito guapetona.
A ese lugar tengo pedido llegar si estoy impedida física o mentalmente, cuando uno ya no se basta a sí mismo
ResponderEliminardebe aceptar que no puede cargar sobre los hijos su atención especial, lo único que les corresponde es buscar
el lugar adecuado para ser bien tratado. En esta historia, esperemos que el hijo pueda ayudar a su mujer en la
dedicación a su padre, un abrazote Ma de los Angeles!
Dios,quiera que nunca estés impedida y mucho menos con mala cabeza.
EliminarNuestros hijos lo impediran, así que no te quejes antes de tiempo.
Un abrazo bien fuerte querida amiga.
El final es de lo mas feliz, rectificar dicen que es de sabios.
ResponderEliminarAbrazos.
Fue un sabia los de rectificar. Este hijo fuen muy bueno...No sabemos lo que le dijo la mujer cuando llegaran.
EliminarEspero que fue buena y aceptó al pobre abuelo.
Un gran beso querida Conchi.
Gracias, María de los Ángeles, por tan bonita y ejemplarizante historia... imagino que pensó que el día de mañana sus hijos iban a hacer lo mismo con él. Y vaya malo que tenía que ser que quiso aliviar el exceso de trabajo de su mujer, quitando a su padre de en medio.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo, y veo en tu relato como una especie de homenaje a esas mujeres trabajadoras de antaño, y a las que nunca se les reconocía su labor.
Un fuerte abrazo, amiga.
Ya sabes que antiguamente no ayudaban los maridos como ahora, por eso, lo que pensó este buen hombre, fue deshacerse de su señor padre.
EliminarClaro que no pensó en los que sus hijos harían con él. ¿O si lo pensó? El caso es que todo terminó bien.
No me tienes que dar las gracias por ello, lo hago con mucho gusto pensando en hombres (y mujeres), como tu.
Ya sabes que en cuanto tengo ocasión meto algo que ensalce a las mujeres, no por eso, hago de menos a los hombres a los que respeto mucho.
Un gran abrazo amigo Manuel.
En otro tiempo la mayoría de los mayores morían en el hogar familiar, la mujer era la que soportaba la peor carga.
ResponderEliminarYo recuerdo con cuatro años acompañar a mi madre al río, iba todas las semanas con un gran barreño bajo el brazo unos cuatro kilómetros
para lavar la ropa de siete hijos.
Un abrazo.
Sí que es cierto, pues mis dos abuelas murieron en casa de mis padres, pues ellas eligieron venir a vivir con mis padres.
EliminarYo tambien he acompañado a mi tía al río que estaba muy lejos, (El Guadarrama a su paso por Recas Toledo). Ponían el puchero con el cocido mientras lavaban la ropa. La tendían en la Zarzas y se la llevana seca. Esto en verano...¿que hacían en el invierno?
Tu madre se merecía un monumento, como todas las mujeres de aquella época. Mi madre tuvo nueve hijos.
Un abrazo querido Matías.
Mi comentario estará en spam. Besos.
ResponderEliminarNo te preocupes, no tengo bandeja de spam,
EliminarUn beso querida Teresa.
Great blog
ResponderEliminarTu tambien lo tienes muy bueno amiga,
ResponderEliminarUn abrazo
Sobre una piedra el anciano lloró su remordimiento, mientras su hijo detenía su propósito de abandonarlo al presentir que, llegado el momento, esa misma suerte se repetiría en él. Así pues, se pudo romper esa “tradición familiar” de abandonar al progenitor en la ancianidad.
ResponderEliminarMoraleja… No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti.
Un comentario adicional… mis padres estuvieron conmigo en las buenas y en las malas apoyándome desde mi primer aliento y de mi parte yo con ellos, hasta el último aliento también.
Me ha encantado esta presentación que has realizado, donde propones que cada lector anote una libre interpretación del mismo y con ello, conseguimos además de disfrutar de una bella lectura, nutrirnos del pensamiento y del sentir de todos.
Autora, gracias por tu sabia iniciativa.
Ceo que las interpretaciones están a la vista y sí, mis padres también estubieros al pie del cañón, tanto mientras
Eliminarerámos estudiantes, como después igual que los tuyos. Ya sabes que en el tiempo de mi historia actuaban de otra manera.
Gracias a Dios que ahora son las cosas distintas.
Un abrazo Juan Carlos