lunes, 19 de enero de 2015

Las generosidad

No solamente la generosidad hace feliz a alguien, también, aunque sea poco, con una pizca de     solidaridad se puede hacer mucho bien.
Lo que voy a contar en este pequeño relato y, aunque va escrito en primera persona, no me ha ocurrido a mi, me lo ha contado mi vecino que a su vez, el fue quien hizo algo hermoso por otros vecinos, que aún teniéndolos cerca no sabía que están careciendo de cosas que a  nosotros casi nos sobran, esto es lo que me contó:

Hacía tiempo que no me cruzaba con mi vecino y me paré un rato a hablar con él. Me comentaba que las cosas no le iban bien del todo, pero que había otros que realmente lo estaban pasando mal, como una familia del barrio que tenía siete hijos y que llevaban varios días sin apenas probar bocado.
Aquello me dejó tocado y decidí llevarles un saquito de arroz para, al menos, aliviar un poco su necesidad.
Cuando me abrieron la puerta y vieron lo que les traía, los niños hicieron una gran fiesta y, con los ojos llenos de felicidad, pidieron a su madre que pusiera la olla al fuego para cocinarles un plato calentito.
La mujer no tardó en prepararles una sopita pero, antes de ponerse a la mesa, llenó a rebosar un plato y salió a toda velocidad de casa.
Cuando, por fin, regresó, le pregunté:
-¿A donde has ido tan deprisa?. Y ella me contestó:
-¡Mis vecinos también pasan hambre!.
La mujer les había llevado la cena a los ancianos que vivían  dos pisos más abajo.
En ese momento, descubrí lo importante que es la generosidad. No importa  realmente que seas rico o pobre, que te sobre algo para compartir o que apenas tengas lo mínimo, lo que cuenta es que quieras ayudar a los demás, aunque sea con lo poco que tienes.

Después de contarme esto mi vecino y, conociendo a la vez a esos vecinos que están tan necesitados, mi corazón estaba como metido en un puño. Yo, solo había salido a dar el paseíto de media hora que me ha recetado el médico por aquello de que me falta un poco de vitamina D que solo se coge con el sol.
Al pasar cerca de la estación del metro y cerca de un banco, estaba una señora algo, bueno, bastante más joven que yo. Bien arregladita y limpia. Cuando pasé cerca de ella me dijo:
-Señora, me puede dar un euro?
Me quedé un  poco parada, me acerque a ella e hice intención de sacar el monedero. Entonces le pregunté:
¿Estás pasando un mal momento?. Se echó a llorar y dijo que si, que se le había quemado la casa.
No voy a decir lo que le di. Le puse algo en la mano y me pidió que le diera un beso...
Yo le di un poco de ánimo al decirle que todos hemos pasado por malos momentos, que no llorara, pero... seguí con el corazón aún más estrujado que antes de salir de mi casa, aún hoy, después de tres días, tanto mi hijo, que cuando se lo conté se le quitó el apetito, como yo, estamos pensando en, la familia del arroz y la señora que se le ha quemado su casa.
He pensado darme una vuelta por el mismo sitio donde estaba hace unos días, a ver si se le ha solucionado algo la vida y, es que a veces...¡¡¡Se pasa tan mal !!!
Y no es por falta de dinero, no, algunas veces el dolor viene por falta de amor, amabilidad, simpatía o simplemente...porque te nieguen los buenos días.

4 comentarios:

  1. Me ha conmovido lo que cuentas y es que no hay nada mejor en el mundo que las personas generosas y que se preocupan por los que lo están pasando mal....eres genial y te felicito por ello, también a tu hijo. Besicos

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    1. Gracias Charo.
      Lo mejor de todo es ver a las buenas gentes que ayudan. En mi parroquia, como en todas, hay una cesta puesta por Cáritas recogiendo alimentos, pues la mayoría de las veces está llena. El Diacono dice que no ve a nadie poner los alimentos pero que la cesta siempre está llena.
      Un beso y que todo siga bien

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  2. Ma de los Angeles, si miramos a nuestro alrededor siempre habrá alguien que espera nuestra mano solidaria, muy hermoso relato, un abrazo!

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    1. Gracias María Cristina.
      Siempre hay alguien peor que nosotros, eso es cierto, por eso, aunque sea poco tenemos que ayudar.
      Un fuerte abrazo

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