Siempre se ha dicho que hay amores que matan pero nunca se dicen los amores buenos, los que ni matan ni hacen daño. Yo creo que, aunque digamos muchas cosas de los quereres, los hay casi siempre buenos. Hoy he visto a un policía llorar por un compañero...bueno esto ya lo contaré otro día, hoy vamos con dos casos de amor bueno:
Amor al maestro.
Un profesor universitario propuso a sus alumnos de sociología que hicieran un trabajo en los suburbios de la ciudad con el fin de recoger las historias de 200 jóvenes. La propuesta que les hizo incluía una previsión de cómo creían que sería el futuro de esos muchachos. Sin excepción, todos los estudiantes coincidieron en su pronóstico: ninguno tenía la más mínima probabilidad de éxito.
Transcurrieron 25 años y aquel estudio cayó en manos de otro profesor que decidió encargar a sus alumnos un seguimiento del proyecto para ver cómo era actualmente la vida de aquellos muchachos crecidos en un ambiente tan poco estimulante. Para sorpresa de todos, de los 180 individuos aún localizables, 170 no sólo habían estudiado una carrera universitaria, sino que destacaban entre los mejores abogados, médicos y hombres de negocios. El profesor quiso ir al fondo de la cuestión y encargó que les entrevistasen para conocer la clave de su éxito. Todos coincidieron en su respuesta:> tuve una maestra...<
Cuando finalmente lograron localizarla, la anciana aún muy lúcida, les desveló su secreto para salvar a aquellos niños: > Es muy sencillo. Yo los amaba <.
Esa es la clave: si haces las cosas con amor, lograrás sacar lo mejor de las personas.
Otro caso muy distinto, pero con mucho amor:
Eran sólo las 8.30 de la mañana, pero aquel anciano, de unos 80 años, había llegado el primero a la consulta del hospital para que le quitasen los puntos de una herida que se había hecho en la mano. Hasta las 9 no empezaban las visitas, pero el doctor lo vio tan impaciente que le hizo pasar para atenderle e intentar tranquilizarlo. Comprobó que la herida estaba bien cicatrizada y preparó todo para hacerle la cura. -No se preocupe, no es nada grave, en pocos días, apenas quedará marca, le comentó.
-No es eso lo que me tiene alterado. Sólo quiero acabar pronto para ir al geriátrico a desayunar con mi mujer, le explicó el señor mayor.
El doctor se preocupó también por la salud de ella y el anciano le respondió:
-Padece Alzheimer y hace tiempo que ya no sabe quien soy.
-¿Y usted sigue yendo cada mañana, aunque ella ya no le reconoce?, continuo el médico. A lo que el anciano, cogiéndole la mano y sonriéndole, contestó:
-Verá, aunque ella no sabe quien soy yo, yo aún sé perfectamente quién es ella.
Mientras intentaba contener las lágrimas por la emoción, el médico pensó: Ése es el amor que quiero yo para mi vida.
El amor verdadero que nunca deja de existir y que se entrega a cambio de nada.
¡¡Es muy hermoso amar!!
Dos buenos ejemplos de amor de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo!
Seguro que hay más, lo que pasa es no sabemos todos.
EliminarUn abrazo Alfred
Qué bonito. Me has emocionado. Un beso.
ResponderEliminarMe alegro emocionaros, así pensáis en mi un poco, por lo menos mientras lees lo que he escrito.
EliminarUn beso para ti Susana.
Qué hermosas historias, Ma de los Angeles! Es verdad que uno tiene grabada a la maestra que nos enseñó con amor, y al abuelo que visita a su amada, claro que él sabe y quizás ella también aunque no lo pueda expresar, un abrazote!
ResponderEliminarSi es cierto, yo algunas veces me acuerdo de una profesora. Era ya muy mayor y se llamaba Nieves, ¿quieres creer que la veo tal como era entonces?
EliminarUn fuerte abrazo María Cristina.
Muy emotivas tus historias de amor.....me has hecho saltar las lágrimas pero no se lo cuentes a nadie:-) Besicos
ResponderEliminarPrometido, no se lo cuento a nadie aunque Susana también se ha emocionado y yo mientras lo escribía.
EliminarUn besito Charo
Bonita entrada.
ResponderEliminarDos bonitas historias repletas de amor.
Me voy a hacer los preparativos para el colegio.
Saludos de un maestro.
No hay profesión más hermosa que la de maestro. Yo también lo fui, cuando era joven, ahora ya jubilada siento que ninguno de mis hijos me hiciera caso cuando les dije que fueran maestros, aunque fuese de pueblo. Uno es Químico, el otro Informático...ya ves. Gracias por tus palabras.
ResponderEliminarUn abrazo
Bonitas historias, Mª Angeles. Si hay amores que nos dañan pero esos no son verdaderos, el amor de verdad son esos que solo deseas el bien para el ser amado. En fin, tu lo has descrito muy bien en tus historias.
ResponderEliminarFelicidades por esta entrada.
Abrazos
Roser
Muchas gracias reser, el amor siempre es bueno cuando es verdadero y, verdadero es siempre, sino no sería amor.
EliminarMe ha alegrado tu visita.
Un fuerte abrazo
El amor, el verdadero, siempre es bueno,
ResponderEliminarLuz y Amor
Isaac
Tienes toda la razón del mundo Isaac. Gracias por tu visita.
EliminarSaludos
El amor, el verdadero, siempre es bueno,
ResponderEliminarLuz y Amor
Isaac
Aunque te has repetido, yo también repito mi agradecimiento.
EliminarOtro abrazo Isaac
Hola Mª Angeles, muy emotivas las dos historias que nos cuentas, y es la verdad, que sin amor no se puede salir adelante, me imagino a esa maestra tratando con cariño a los niños y con eso alentándoles a luchar para ser alguien en la vida cuando otros no les darían ni una oportunidad, y que verdad lo del señor mayor, aunque ella ya no le conocía el si y por eso no dejaba de estar con ella, que bonito el amor verdadero verdad?, preciosas las historias, espero la historia del policía llorando por su compañero:)
ResponderEliminarBesos.
Siempre he pensado que no hay mejor profesión que la de Maestro y más cuando te encuentras con una maestra como la de nuestra historia.
EliminarEl buen hombre que iba todos los días a desayunar con su esposa, ¿no te parece un hombre maravilloso?
Seguro que era muy feliz haciéndolo.
Bueno, no nos pongamos tristes.
Un besito Piruja