lunes, 5 de agosto de 2019

Recuerdos de juventud

 
 
 

                                                La hamaca de don Fernando


Cuento una de mis batallitas:
Era el verano de 1953 (está a la vuelta de la esquina), estaba de vacaciones en El Espinar (Segovia), fui con un grupo de unas 20 chicas y dos monjitas.
En la juventud todos hacemos las mismas cosas, reímos, jugamos y hacemos diabluras, ya seamos señoritas, curas o monjas (por lo menos en mi época).
Un día mientras comíamos nos dice la madre Consuelo:
-Después de la siesta vamos a San Rafael.
Pues habían ido de excursión los miembros de la Parroquia de San Ramón Nonato a la que pertenecíamos. Como es natural nos pusimos muy contentas.
Estaba cerca pero las monjas fletaron un autocar y además nos acompañaba el capellán del colegio de las Madres Jesuitinas, que por cierto, era un chaval y además muy guapo. Esto nos hacía estar más contentas todavía.
Aunque nos llevábamos bien todas, siempre hay alguna con la que tienes más intimidad, con la que te cuentas las cosas, con la que comes junto a ella etc. y esa era mi amiga Leíto, (su nombre es Leonor),
Leíto y yo, nos separamos un poco del grupo, otras hacían lo mismo.
Habían colocado entre dos hermosos pinos una hamaca en la cual estaba tumbado uno de los curas. Se llamaba Don Fernando y pesaba lo menos 120 kilos.
Cada uno estaba a lo suyo, nosotras solo nos fijábamos en D. Fernando que además de estar gordo, era un hombre muy alto, mejor dicho, altísimo.
Nosotras, chicas de 17 y 18 años que nos reíamos por nada, no le quitábamos ojo, una de ella dijo:
-Don Fernando se cae...todas esperábamos ver si era verdad.
Parece ser que el buen sacerdote estaba cansado y dormitaba...se durmió.
Mientras tanto, los demás excursionistas, charlaban y se reían de lo que alguno contaba, seguro que todo muy inocente, mientras D. Fernando dormía a pierna suelta.
Nosotras, (malas) no quitábamos los ojos de la hamaca y cuando menos lo esperábamos...¡¡zas!! Don Fernando al suelo.
Las cuerdas que sostenían la hamaca se rompieron, con tan mala fortuna que debajo de ella había una enorme piña que se le clavó al cura en los riñones.
Nosotras, seguíamos siendo malas, lo primero que hicimos fue reírnos a carcajadas. Las monjas asustadísimas y todos los que fueron a esa excursión asistieron a D. Fernando pues la dichosa piña se le había clavado en la parte baja de los riñones.
Llamaron al médico de San Rafael y a nosotras nos mandaron rapidamente otra vez para El Espinar.
Del rapapolvo no nos libró nadie, pues a la madre Consuelo no le pareció bien que nos riéramos de tal percance y nos dijo que teníamos que confesarnos por tan "gran" pecado. Por supuesto que le hicimos caso, al día siguiente antes de la misa, allí estábamos todas en fila esperando turno para la confesión.
Cuando terminó la compañera que iba delante de mi, vi con gran placer que sonreía. Pensé, no nos va a regañar, como ha hecho la madre Consuelo.
Cuando me hinqué de rodillas y dije: Ave María Purísima, noté que el cura se sonrió.
-¿Que pecado tan grave has cometido.
-Me he reído cuando se ha caído don Fernando, el me contestó.
-¿Que crees que he hecho yo?
Me quedé sin habla y él volvió a decirme:
-Y tambien yo he sido el que ha puesto la piña debajo de la hamaca.
Si antes me había quedado sin habla, ahora estaba muda de asombro. Volvió a decirme:
Los dos hemos cometido el mismo pecado, yo te perdono y tu me perdonas.
Los dos decidimos rezar por la pronta recuperación de D. Fernando.

Los días que nos quedaron de vacaciones los pasamos muy bien, pues todas las chicas teníamos un secreto de confesión.
Nunca conté este episodio de mi paso con las monjas y por aquel curita tan joven que tan buenos ratos nos hizo pasar. Ahora lo he hecho porque...ha pasado tanto tiempo.!!!

10 comentarios:

  1. Para ser sincera si estoy yo allí y presencio la caída también me parto de la risa y es que es algo muy normal, si me río de mi misma cuando me caigo aunque me haga daño me río quejándome.De todas formas tuvo mala idea el confesor que puso la piña, seguro que tendría un buen cargo de conciencia al ver que el caído se hizo bastante daño.Besicos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querida Charo, tanto el curita como nosotras éramos unos críos.
      El accidentado no tuvo consecuencias, solo un pequeño moratón. Nosotras tuvimos risas para varios días.
      Un besito.

      Eliminar
  2. Lo normal es reírse de cosa así.
    Qué tiempos!!!:)
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En aquellos tiempos y con esa edad, nos reíamos hasta de nuestra propia sombra.
      Un fuerte abrazo Alfred.

      Eliminar
  3. Lo de poner la piña si fue malvado. Un beso

    ResponderEliminar
  4. Las travesuras nos traen sonrisas a través del tiempo, imagino que no sería tan grave lo de Don Fernando, pero aunque no hubiera estado la piña igual hubiera sido complicada la caída. El que se pasó de listo fue el curita! Un abrazote Ma de los Angeles!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Seguro que con lo grande y gordo que era demasiado poco se hizo, pero nos alegro la tarde.
      El curita era tan crio como nosotras, creo que acababa de salir del seminario.
      Un fuerte abrazo María Cristina.

      Eliminar
  5. He leído con devoción el secreto de confesión.

    ResponderEliminar
  6. Querido Manuel, de lo más mínimo haces una rima.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar