viernes, 3 de enero de 2014

Enrique III de Castilla

Vanos a empezar el año con seriedad, así que vamos a prepararnos para saber, descubrir, llorar y algunas veces  reír. Hoy va una leyenda de un rey, que no por ser joven, era tonto.
Se cuenta que aquél día don Enrique III de Castilla fue de caza, aún era menor de edad y no debía ocuparse de los asuntos de gobierno. Anduvo por el monte acompañado de algunos nobles ricamente vestidos algunos, otros enfundados en brillantes armaduras. La jornada fue dura y cuando llegaron a palacio ya había asomado la luna por los espesos y oscuros montes castellanos.
Sudorosos se sentaron a la mesa y con gran sorpresa, un paje con cierto nerviosismo le informó que en palacio no había nada que servir, las despensas estaban vacías.
Para no quedarse esa noche sin cena, el rey mandó coger el mejor gabán de su vestuario y se llevara a empeñar a la judería para poder sacar algunos maravedíes que le permitieran aquella noche llenar su estómago.
Cuando por fin llegaron las viandas, observó que alrededor suyo solo se encontraban el mayordomo y un cocinero ya que como no había comida en palacio los sirvientes habían abandonado el castillo durante la ausencia del rey en la cacería. El rey comenzó a recapacitar y pensó que si sus arcas estaba vacías cómo sería entonces la vida se sus vasallos.
Preguntó a su criado con mucha insistencia y este le confesó muy secretamente que los regentes del reino eran como aves de rapiña, habían diezmado las arcas y los recursos de todos los vasallos para su propio provecho.
Asombrado el joven Enrique preguntó como podía obtener pruebas, el criado le respondió que uno de los regentes esa misma noche daba una fiesta en su castillo donde estaban invitados todos los nobles.
El rey después de meditar un rato confió a su criado el deseo de asistir a aquel banquete disfrazado para ver con sus propios ojos lo que ocurría.
Al cabo de una hora se presentó en ante las murallas del castillo disfrazado de pobre trovador.
Comenzó a tocar el laúd y muchos nobles comenzaron a escucharle atentamente, tanto fue así que fue  invitado a compartir un rincón de la opulenta mesa y allí comentó que era un pobre huérfano aunque de buena cuna, que sus tutores habían dilapidado sus rentas dejándolo empobrecido y se dedicaba a cantar en las mesas y callejuelas de Castilla.
El arzobispo y los demás nobles se indignaron al oír semejante historia y cada uno de ellos expuso el castigo que a su entender aplicarían a los indeseables tutores. el rey tomaba nota y poco a poco con el vino y la comida se desataron las lenguas  cada uno comento entre risotadas las artes de que se había balido para aumentar sus riquezas. Cuando terminó la fiesta, salió del castillo y se dirigió a palacio.
Decidió días después celebrar un banquete y convidar al mismo a todos los nobles del reino.
Cuando se sentaron a la mesa, su asombro fue grande cuando vieron que las mesas estaban vacías y solo había unos trozos de pan y un jarro de agua para cada uno. En la cabecera de la mesa estaba sentado el rey con su armadura de batalla y con una enorme espada desenfundada.
Se sentaron en silencio y aguardaron a que el rey rompiera con su voz tanto misterio, comenzaron a comer, aunque a más de uno se le atragantó el humilde pan campesino. Cuando terminaron el rey les hizo pasar a una sala donde había una especie de púlpito y las ventanas estaban tapadas con crespones negros. Al ver esto los nobles comenzaron a sentir temor. El rey con enérgica voz comenzó a imponerles a cada uno de ellos el castigo que hacía unos días habían impuesto para los dilapidadores de la fortuna del juglar, una vez hubo terminado, los aterrorizados nobles que se vieron descubiertos, observaron como decenas de soldados entraban armados y con ellos un sacerdote y un verdugo con una enorme hacha.
Los temerosos nobles perdieron la compostura y se arrojaron a los pies el rey pidiendo clemencia, implorando perdón e incluso llorando de terror al verse muertos con el cuerpo separado de su cabeza.
El rey tuvo piedad y les perdonó la vida a cambio de que devolvieran todo lo robado, no quería empezar su reinado con baño de sangre.
De esta forma el rey se ganó el calificativo de piadoso y justo y el respeto de sus nobles que dejaron de verle como un joven inexperto.
¡Y digo yo! Don Enrique, era casi un niño. ¿No hay ahora un hombre que haga algo parecido y que nos devuelvan lo que han robado?

6 comentarios:

  1. Ah... Ma de los Angeles, muy buena tu reflexión, creo que ahora faltan huevos, para decirlo en buen romance, un abrazo, muy aleccionador tu relato!

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    1. Espero que hayan sido los Reyes Magos generosos contigo...yo como siempre...me quejo.
      Te doy toda l razón respecto a los políticos. Desde el "jefe" hasta el último, son todos unos chupones.
      Un beso María Cristina

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  2. Pues yo también me hago la misma pregunta María de Los Angeles y la respuesta es muy negativa ¡¡¡¡¡NO VAN A DEVOLVER NI UN EURO!!!!!. Este tema me IRRITA DEMASIADO . Besicos

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    1. El tema nos irrita a todos. Espero que te hayan puesto los Reyes Magos muchas cosas, así será un poco menor "el cabreo", jajaja.
      Un beso Charo

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  3. siempre ganan los mismos. Feliz año!!!!

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    1. Hola preciosa, gracias por tus deseos. Ya he visto a Izan en las fotos que pones de el, está muy guapo y muy mayor.
      Un besito para los dos Amylois

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