Supongo que los que hacen huelga tienen sus razones pero a mi particularmente no me agradan.
Si la hacen los blancos, es para atacar a los negros.
Si la hacen los negros, para atacar a los blancos. (El color que pongo no es racista, es simplemente una manera de expresión).
Siempre que hay una huelga, ya sea de comerciantes, de taxistas, de fontaneros o toreros, siempre, siempre hay alguien que sufre. No entiendo nada, pero me da mucha pena ver estas cosas.
Y yo...participé en una...
Que nadie se asuste, que ninguna persona que lea esto piense nada malo pues la huelga fue de lo más inocente, verán:
De esto hace muchos años pues estaba yo en plena adolescencia. Era más o menos el año 1949.
Yo estaba pasando unos días de vacaciones con unas 20 chicas de mi edad y dos monjitas que a su vez nos habían llevado a un convento de las Madres Jesuitinas a "El Espinar" de la provincia de Segovia.
Este pueblo está en plena Sierra de Guadarrama rodeado de pinos y montañas y...allí fuimos a "caer" la "panda", como nosotras mismas nos llamábamos.
Por la mañana después de oír misa y desayunar, nuestras monjas, digo nuestras porque eran las que nos habían llevado desde Madrid, pues bien, estas nos llevaban a la montaña que aunque había una buena caminata no hacíamos pereza ni protestábamos. Allí pasábamos toda la mañana, jugando, charlando o leyendo la que quería. Siempre libros "buenos" seleccionados para que no nos hicieran daño...¡que tiempos!
Cuando volvíamos, lo hacíamos con el tiempo justo de lavarnos las manos, ponernos los calcetines, pues no podíamos estar en el convento sin calcetines las pequeñas y sin medias las mayores. ¡Ah, y tampoco con vestidos sin mangas.
Como digo, íbamos justo derechas al comedor.
La comida era buena, o eso me parecía a mi que estaba acostumbrada a comer de todo, aún hoy lo hago, pero siempre había niñas que protestaban.
Lo único regular que yo encontré, era, que...de postre nos daban dos galletas María.
Respecto a esto todos los día había protestas. Se quejaban a nuestras monjas pero, ellas las pobres no decían nada, a pesar de que eran las que pagaban la manutención nuestra.
Un día mientras estábamos en plena montaña, se formó, lo que se llamaría hoy, un "piquete". Estas nos dijeron que cuando nos pusieran las galletas de postre no las cogiéramos, esa sería la protesta o huelga de galletas.
Llegamos al convento, como siempre y con un sol de justicia ya que era el mes de agosto y hacía lo menos 40º a la sombra. Nos lavamos las manitas, nos ponemos los calcetines y la rebeca y nos vamos hacia el comedor.
Todas sentaditas esperando que nuestra monja bendijera la mesa, nosotras rezando divinamente, como siempre, cuando terminamos, entra la madre "Ito". Se llamaba Consuelo, pero nosotras la pusimos ese apelativo...
La madre Ito entró en el comedor, con un cocido que quitaba los sentidos... con su sopa, sus garbanzos y su poca pringá (eran malos tiempos y la carne escaseaba).
¡Y de postre...dos galletas!
Con más de 40º grados. Habíamos llegado acaloradas. Nos sirven un cocido de garbanzos...¿Quien puede comerse un par de galletas de postre?
Menos mal que yo no estaba la primera de la fila, pues soy cobarde y no me hubiese atrevido a poner el plato del postre boca bajo como hizo mi compañera. Claro que después de ella todas hicimos lo mismo.
La madre Ito, se puso roja como la grana, la nuestra que comía con nosotras casi nos fulminó con la mirada. La primera se fue a la cocina a dar el parte a la madre Superiora, esta no tardó ni un segundo en entrar en el comedor. Iba con la sonrisa puesta, nos miraba y decía que éramos muy traviesas y a nuestra monjita le dijo que no se preocupara que era cosas de la juventud...
¡¡¡Pero seguimos teniendo galletas de postre el resto de nuestras vacaciones!!!
Veo que tuviste unas monjas muy comprensivas que hasta os llevaban de vacaciones, mis monjas eran muy estrictas y a nada te soltaban un coscorrón, una bofetada o te dejaban castigada varias horas cuando todas las alumnas se iban para casa y a todo esto no servía de nada protestar y si decías algo en casa la cosa era peor pues para la familia las monjas siempre tenían razón y éramos las alumnas la que nos portábamos mal . Besicos
ResponderEliminarTu que conoces bien a las monjas y a los padres de entonces, te imaginarás que nos las teníamos que ganar. El precio era....no faltar durante todo el curso ningún domingo a misa, por ese motivo eran tan comprensivas, jajaja.
EliminarUn beso Charo
¡Qué tiempos aquellos! Eramos como mosquitas muertas y aunque protestásemos, no pasaba nada.
ResponderEliminarGracias por contarnos esa pequeña huelga.
Un abrazo
Fueron unos años maravillosos Sor Cecilia y tengo montones de anécdotas preciosas, ya sabe que he contado alguna pero todavía me quedan.
EliminarUn fuerte abrazo
Ay Ma de los Angeles, la educación era cosa seria, mi ex suegra me contaba que una vez su hijo no quiso la polenta (harina de maíz) con queso en el almuerzo, la guardó y se la puso de merienda y cena, sin resultados, al día siguiente tuvo que tirarla, ja ja ja, duro el muchacho! Un abrazo!
ResponderEliminarEso lo hacían muchas madres, en mi casa no hacía falta pues éramos muchos y comíamos de todo.
EliminarUn abrazo María Cristina
Aquello ya fue una heroicidad por vuestra parte y una generosidad por parte de las monjas que se lo tomaron con indiferencia. No podían ceder a la huelga pero tampoco os casigaron. Precioso relato. Besicos.
ResponderEliminarEran muy buenas y salgo pequeñas cosas como esta, nosotras también nos portábamos bien.
EliminarAhora que ya han pasado muchos años lo recuerdo con un enorme cariño.
Un fuerte beso trimbolera.
MARIA DE LOS ÁNGELES:
ResponderEliminarQué hermosa historia, que yo recuerde, jamás hice huelga de hambre, jaja, tengo buen apetito para saltearme alguna comida, salvo que sea muy fea, jaja, bueno, un abrazo, magú (seguimos con calor acá).
Nosotras no hicimos una huelga propiamente dicha, solo que no queríamos galletas de postre.
EliminarLa cosa estuvo graciosa y yo la recuerdo con mucho cariño.
Un abrazo magu.