También tenemos derecho las abuelas a hacer travesuras, antes las hicieron los hijos, después los nietos y ahora nosotras...Las abuelas.
Hoy después de mucho tiempo nos hemos reunido Piluca y yo (las dos abuelas más traviesas que halláis conocido), hacía más de tres meses que no nos veíamos y no por falta de ganas, si no, porque mi amiga ha estado todo este tiempo en su casa de la playa. Bien, por fin ha llagado el día tan esperado de vernos y que mejor diversión que irnos de compras.
Como a las dos nos gusta mucho hacernos nuestra ropa hemos empezado por buscar telas. Nos hemos ido a unos grandes almacenes para ver los tejidos de temporada y claro está hemos empezado mirando la sección de retales: Aquí empieza nuestra primera "diablura".
Cuando hemos llegado al montón de telas que allí había, estaba una señora revolviendo igual que pensábamos hacer nosotras. Esta señora tenía en sus manos un retal de tela estampada que ella miraba y miraba (la verdad es que dicho trozo de tela tenía "una pedrá" como dice Piluca). no era feo, era peor que feo. Ahora entramos nosotras en acción, tocamos el mismo retal que tiene la señora en la mano, ella lo suelta, nosotras lo miramos, lo tocamos, decimos que hay que ver que peso tiene la tela...la señora un poco mosqueada trata de recuperar su tela, nosotras seguimos diciendo lo bonita que es, la señora lo vuelve a soltar, pues quizá no está muy convencida. En ese momento lo cojo, me vuelvo hacia mi amiga, le digo:-Vamos al servicio y cuando salgamos lo cojo porque la verdad es que es una tela muy buena. Piluca me mira, se sonríe y como es más traviesa que yo...me sigue la corriente.
Cuando hemos salido del servicio, no estaban ni la señora ni el retal...ja ja ja.
Yo creo que El corte Ingles, que ha sido donde hemos estado, nos debía de dar comisión ya que esto lo hemos hecho varias veces y se han llevado lo que nosotras hemos querido. No negareis que somos buenas dependientas ¿verdad?
Después de hacer las compras que nos han gustado, hemos pensado que teníamos que comer, como las dos íbamos a coger el tren de cercanías, hemos pensado comer en el restaurante de la estación de Atocha. Bien, las dos de acuerdo.
Como habíamos charlado tanto, teníamos la boca seca y hemos decidido tomar un aperitivo, para ello nos hemos quedado en el salón anterior al comedor, nosotras seguíamos de cháchara y tomándonos nuestros refrescos cuando...
Vemos a una panda de jóvenes que venían del museo del Prado, se van al mostrador, vuelven a una mesa cercana a la nuestra y...vemos que traían unos riquísimos y enormes
"Bocatas" de no sé qué. Nosotras abrimos los ojos como platos y ni cortas ni perezosas miramos la carta de dichos bocadillos y vemos...Bocatatas...de esto, de lo otro y... de anchoas. Nos miramos las dos y ya se nos estaba haciendo la boca agua. Yo ya no me acordaba desde que no comía anchoas.
Entonces, las dos decidimos que vamos a comer dos hermosos y deliciosos bocadillos de anchoas.
Cuando nos sirven esos enormes bocatas de anchoas, no solo se nos hacía la boca agua...se nos caía la baba de gusto.
Después de comer, tomarnos el café y seguir charlando...lo menos nos hemos bebido 3 botellitas a agua y hemos comprado otra para el camino. De momento no hemos notado ningún malestar, pero si nos echáis de menos, preguntar por nosotras no vaya a ser que estemos en el hospital.
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