Esta leyenda no me la he inventado yo, no, no, no. Luego me decís que me lío como las persianas, no, ahora no me he liado, es una leyenda que ni recuerdo cuando la he leído, pues, por si no lo sabéis, creo que no hay nadie en el Planeta que lea más que yo. Que lean mucho los habrá pero más, quizá ninguno. Bueno no quiero ser pedante respecto a esto pero me suelo leer unos 70 libros al año, libro más libro menos. Bueno a lo que iba, que como dice mi nieta tengo mucha imaginación.
Se dice que una noche a principios del siglo XVII (juro que yo no había nacido), el Abad de la Basílica de Guadalupe vio que entraba un hombre de elegante apariencia que le solicitó la confesión, por lo que el Abad pidió a unos familiares que le esperaban, unos minutos. Después de un rato, el Abad salió con el rostro pálido, y cerró las puertas, por lo que sus familiares se extrañaron y le preguntaron por qué cerraba si el hombre elegante aún no había salido, sin embargo, el Abad se negó a contestar y los apuró a dejar el lugar.
Ya en casa de los familiares, uno de sus sobrinos le preguntó qué había pasado, el Abad llevó su mano derecha hacia su oído, haciendo notar que se le dificultaba escuchar. Después de que el sobrino le hiciera nuevamente la misma pregunta, el Abad respondió que el hombre que había estado en la Basílica horas antes...era un muerto que había venido de ultratumba para confesarse, y que después de escuchar la confesión tenía dificultad para escuchar por el oído derecho.
El Abad nunca pudo contar lo que le había dicho el misterioso personaje, guardando el secreto de confesión y quedó sordo del oído derecho para siempre.
!!!Cuanto daría yo por saber lo que le dijo¡¡¡
La curiosidad me corroe. Pero me temo que me voy a quedar con las ganas, igual que vosotros, al menos eso me temo.
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