domingo, 27 de noviembre de 2011

Lagrimas de una abuela

Siempre da pena ver a alguien que llora, si es un niño, sientes ternura por lo que le puede pasar. Si es una mujer, es que alguna cosa grave le pasa. Si por el contrario es hombre...ya no digamos, la cosa es fuerte, pero si vemos llorar a una abuela o abuelo, eso si que es duro y yo la he visto llorar.
Se trata de una señora conocida que vive cerca de mi casa, nos vemos en el "Super", en la panadería e incluso en la peluquería, es por eso que tengo bastante amistad con ella.
Ayer sábado nos encontramos mientras las dos esperábamos nuestra vez para comprar en la charcutería de un supermercado, al ser sábado, había mucha gente, por lo que tuvimos que esperar un rato largo.
No hace mucho se la veía con sus nietos haciendo la compra y lógicamente le pregunte por ellos. Entonces se echó a llorar. Yo me asusté y le pregunte si les había pasado algo malo, ella me contestó que no, solamente que ya no la necesitaban. La conversación se alargó.
Recordé cuando la veía con sus tres nietecitos (dos eran mellizos). El mayor con diez años y los mellizos eran bebés. Su hija y su esposo viven en Guadalajara y todos los fines de semana, "puentes", Semana Santa y cuando les venía en gana, le traían a los críos, se los dejaban y ellos se marchaban, bien de viaje al extranjero o simplemente a hacer turismo por Madrid, el caso era dejar a los niños con la abuela. Si ya es trabajo criar a un bebé, imaginemonos a dos a la vez.
María, los cuidaba, los hacía, claro está la comida y, no creáis que es una niña, no, tiene más de setenta años. Todas las vecinas criticaban mucho a la hija de María, porque decían:-No viene a ver a su madre, viene a dejarle los niños.
Así han pasado quince años...se dice pronto... quince años. Ahora ni viene la hija, ni el yerno, ni ninguno de sus nietos. ¿Sabéis por qué? Según me ha contado María, un día que hacían una excursión con la parroquia de su barrio...y el mío, se apuntó para ir a Burgos a conocer un convento de una monjas maravillosas (yo también fui), y cuando llegaron a la casa y se encontraron con la puerta cerrada, les dio tal rabia que ya no han vuelto. No solamente no han vuelto a dejarle los chavales si no que no vienen ni siquiera a verla, ella dice: -Como ya no les sirvo, no me merezco ni una visita, y se echo a llorar.
Aquellas lágrimas de María me llegaron al corazón. !Que pena me dieron¡ Le dí un abrazo y le dije que no se preocupara, que ellos se perdían su compañía. Ella no tenía consuelo pues creo que el nieto mayor ya tiene novia y ni siquiera se la ha presentado, pensó que a lo mejor, tampoco la invitaban a la boda.
Yo para animarla un poco le dí mi apoyo, mi solidaridad y mi cariño. Después de que salimos del "super", la invité a tomar el aperitivo, ella dijo: -No, solamente un café. -Nada de eso, le dije yo, vamos a tomar una cervecita y esta vez con alcohol, ja, ja, ja.
Nos tomamos dos cervezas, como dije, de las auténticas, un pinchito de tortilla y otro de lomo y nos fuimos más contentas que unas pascuas. Le dí dos besos y me ofrecí para que otro día tomemos otro aperitivo, nada de cafés. !!Como se reía¡¡
Verla reír me hizo !!tanto bien¡¡
Cuando llegué a casa me estaba esperando mi hijo, eran las tres de la tarde y la comida sin hacer. Le pareció raro verme tan contenta y si comida, yo solo hacía reír y reír. Después que le conté lo sucedido y con unas pintas de que no tenía ganas de cocinar, cogió el teléfono y llamó al restaurante chino para que nos trajesen comida, ja, ja, ja, ja.
Creo que el próximo sábado, voy a ir en busca de María e iremos las dos juntas al supermercado.
Haré cualquier cosa con tal de ver a una anciana sonreír, aun que me tenga que...tomar una cervecita. !Ja¡

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