-Señor Muñiz en unos momentos vienen unos funcionarios de la Embajada para llevarle con ellos, está totalmente libre de ningín cargo, como le dije las heridas de su Teniente, eran mortales de necesidad y su decisión de taparle la boca para que no fuese oído por las tropas del otro bando, no tuvo nada que ver, hubiese muerto de todas maneras.
Presagió algo y puso sus dedos en la vena aorta del Sargento y comprovó que estaba muerto.
No lo parecía, una sonrisa de felicidad y de saber que había cumplido con su deber, debió ser lo último que pasó por su maltratado cerebro. Silvia tenía la certeza de que había muerto feliz.
Cuando se presentaron los funcionarios de la Embajada acompañados por un medico, no pudieron hacer nada más que certificar la muerte del Sargento Secundino Muñiz, ex Comandante de la Legión ·Extranjera de Francia, Medalla Militar de la República Española, Medalla al valor de la República Francesa, miembro de la Legión de Honor de dicha Repúplica.
Dos días después.
En el aeropuerto de Torrejón un avión militar francés, se hallaba con las compuertas troneras abiertas, una Sección del Regimiento de Infantería Inmemorial de Madrid, se hallaba situado en posición de firmes. Dos oficiales españoles y dos franceses portaban un feretro cubierto con la bandera francesa. Junto a la sección de Infantería que hacía honores se hallaba el Comandante Militar agregado en la Embajada de Francia en Madrid, junto a la inspectora Aragón con uniforme del cuerpo Nacionál de Policía. En un momento la inspectora dijo algo al oído del Comandante francés, este asintio y Silvia Aragón sacó de su cartera una bandera que desplegó con los colores de la Republica, se dirigio al feretro y la depositó junto a la bandera francesa. Se volvio a su lugar y sin que nadie lo notase, se puso un micrófono de su teléfono movíl, pulsó una tecla y mientras los cuatro militares depositaban el feretro del Oficial Hispano-Francés, Silvia Aragón, se cuadró y en posición de saludo, oía por el micrófono el Himno de la Republica Española.
El señor Muñiz seguro que también lo estaba escuchando.
Eso es lo que yo, como creyente que soy, pienso. Y pienso en los 540.000 jóvenes soldados, de ambos bandos, que murieron por una estúpida guerra que jamás debía haber ocurrido.
Este relato me lo ha contado alguien que estuvo muy cerca de la inspertora Aragón. Yo he contado con el ánimo de que no vuelva a ocurrir.
ES impresionante la historia...¡Y cuántas habrá tan impresionantes como esa! Las guerras son así. NUNCA DEBERÍAN OCURRIR.
ResponderEliminarUn abrazo y que tengas feliz semana
Te doy toda la razón del mundo, nunca debería de ocurrir, pero ocurre.
EliminarCasi siento haberla puesto, pero ya está hecho.
Un beso Hada.
Hola Mª Angeles, un placer tú compañia gracias por tú amable visita a mi blog. mi casa es tú casa.
ResponderEliminarYa nos iremos visitando...besos Pilar.
Gracias por tu visita Pilar, como bien dices ya nos iremos visitando.
EliminarUn beso
Impresionante historia y muy sobrecogedora. Ojala que nunca tengamos mas historias como esta que contar a las futuras generaciones.
ResponderEliminarBien gata, muy bien, aun que muy triste, pero; con mucha enseñanza, valio la pena esperar.
Un beso y un abrazo.
Siento que lo halláis pasado mal con esta historia, ya pondré algo más agradable otro día.
EliminarFuerte abrazo y fuerte beso.
El final aunque triste es natural ya que todos tenemos que morir.Las guerras son todas malas y malos aquellos que las provocan, pienso que en todos los casos de conflictos deberían "pelearse" los mandatarios de turno y dejar en paz a la gente del pueblo.Besotes
ResponderEliminarLa verdad es que la historia es triste desde el principio, pero ya lo dice la palabra es historia.
EliminarLos pedazos de golfos de los mandatarios están muy a gusto en sus casas.
Un beso Charo
Es así, Ma.de los Angeles, los que deciden las guerras están detrás de sus escritorios, los que mueren son las víctimas de esas decisiones sin perdón. Gracias por tu relato, una historia de vida con una sentida anécdota en su final. Un abrazo.
ResponderEliminarHola María Cristina. Gracias por tu apoyo aunque la historia haya sido trágica, como es natural en una guerra, siento haberos hecho sufrir un poco. La próxima vez me buscaré algo más gracioso.
ResponderEliminarUn beso