Hay tesoros que se encuentran cuando se buscan y otros, que aunque los busques no los encuentras.
Cuando el capitán William Kidd fue ahorcado en Londres el 23 de mayo de 1701 dejó algo más que una herencia de muerte: dejó la ilusión por encontrar su tesoro perdido. A partir de entonces muchos soñadores recorren el planeta en busca de estos pecios, protegidos a veces por insondables maldiciones.
En un intento desesperado por salvar su vida, escribió al portavoz de la Cámara de los Comunes del Parlamento inglés prometiéndole rebelar la situación de una parte de sus riquezas por valor de 100.000 libras, a cambio de que no le ejecutaran. No aceptaron la " generosa oferta " de Kidd y el pirata tuvo que afrontar su suerte en el patíbulo. Algunos creyeron que esa carta no era más que un farol, pero otros pensaron que no exageraba y que su tesoro o tesoros estaban escondidos en varias partes del mundo.
Tan solo después de 200 años, en 1929, apareció la primera prueba de que no era un farol. Hubert Palmer, abogado jubilado inglés compró un escritorio de roble del siglo XVII con la siguiente inscripción: "Capitán William Kidd, galera Adventure, 1699".
Hacía referencia al nombre del pirata y al barco en el que hizo sus tropelías. Palmer encontró en un compartimento secreto un tubo de latón con un mapa enrollado. En el aparecía una isla del mar de la China con las iniciales " W K " y la fecha 1699 con una caligrafía que coincidía con los escritos de Kidd.
Seguro que el señor abogado y sus descendientes se hicieron ricos a costa del señor pirata que por su mala cabeza acabó en el patíbulo. Al fin a al cabo alguien gozó con ello. Pero del tesoro de mi familia creo que no ha gozado nadie. No es broma. Lo cuento:
En la guerra civil española, ahí a la vuelta de la esquina, ocurrió que, mi abuela materna como muchos de la época lo que tenían estaba en casa, ella al enterarse que iban a ser invadidos por los milicianos ( que ni siquiera sabían quienes eran ), no se le ocurrió a la buena de mi abuelita, si no que coger todos los duros de plata que tenían en la casa, las joyas, les quitó hasta los pendientes a sus hijas y, hasta yo que era un bebé, me quitó los abridores, no fueran a quitarmelos los llamados milicianos. El caso es que con todo aquel botín, lo metió en unos talegos y cuando nadie la vió se fue a enterrarlos.
Cuando terminó la guerra, el que más y el que menos empezó a florecer.
Gracias a Dios, por aquel pueblecito de Toledo llamado Recas, no aparecieron los temidos milicianos.
Mi madre, desenterró el baúl que contenía su ajuar y lo había enterrado en la cuadra por mandato de su madre pero esta, no pudo desenterrar sus joyas, las de sus hijas, mis pendientes, ni los duros de plata...porque no se acordaba de donde los había metido. Según ella, los puso al lado del tronco de un olivo, en un pueblo que hay miles de hectáreas de olivares...
Os puedo asegurar que jamás me he reído tanto durante toda mi infancia, que cuando mi padre chinchaba a mi madre diciéndole que podían desenterrar todos los olivos de Toledo haber donde había metido su madre el tesoro.
¡Cuántas anécdotas traen los tesoros escondidos! ¿merecerá la pena salir a buscarlos? Yo creo que me quedaré en casita. jajaja
ResponderEliminarUn beso
Yo también opino como tu, de hecho me quedo en casa tan tranquila pues no soy ambiciosa.
EliminarUn beso Hada.
Si los habre buscado. Por razones ligadas a mi pasion por la cultura limeña, me ha tocado mas d euna vez toparme con algun "tapado" de poca monta en el sentido economico pero grande en el historico.
ResponderEliminarAl menos nuestros antepasados podian darse el lujo de enterrar y encontrar, porque ahora¿Que? ni pensamientos...
Por cierto: ¿Cuantos olivos quedan por desenterrar? Yo estoy muy interesado.
Un beso gata; como siempre muy amena e interesante lo que nos regalas.
Lo que les ocurría a nuestros antepasados era que tenían el dinero debajo del colchón, jajaja.Luego cuando las veían mal, las escondían, como mi abuela, bajo el tronco de un árbol ¡¡Pobrecillos!!
EliminarUn beso Pluma
Pues no, no es tontería lo que cuentas, mi abuela materna también escondió el poco oro que tenía, aunque ésta sí que sabía dónde estaba. ¡Bonita era ella! jajajaja
ResponderEliminarUn beso Mª Ángeles.
Elena, el caso es que mi abuela también era"Bonita"...pero aveces metía la pata y esta vez la metió.
EliminarUn beso Elena
Eso si que fue esconder bien su tesoro. Lo que sufriría la pobre pensando debajo de que olivo enterró el talego jajaja.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estoy segura de que no lo olvidó en toda su vida, pues un día se le quemó un duro de papel en la chimenea y...la vi llorar. ¡¡Pobrecita!!
EliminarMuchas veces pienso en ella y me digo que, ahora la hubiese consolado con unos cuantos euros de papel.
Un fuerte abrazo Rafaela
Curiosa historia. Si yo hiciera eso es casi seguro que me pasaría lo que a su abuela, porque nunca me acuerdo donde dejo las cosas. Un abrazo.
ResponderEliminarMalo es ser olvidadizo, pero mira que en un olivar de varios kilómetros esconder algo en un olivo.
EliminarBueno tu procura ser más ordenado.
Un abrazo dlt.