Esto que os cuento hoy no es de mi cosecha, lo publico National Geographic después de un incendio ocurrido en el Parque Nacional Yellowstone de los EE.UU.
Después de sofocado el fuego empezó la labor de evaluación de daños, y entonces, cuando iba caminando por el parque, un guardabosques encontró un ave calcinada junto al pie de un árbol, en una posición bastante extraña, pues no parecía que hubiese muerto escapando o atrapada, simplemente estaba con sus alas cerradas alrededor del cuerpo.
Cuando el guardabosques la golpeó suavemente con una vara, tres pequeños polluelos vivos emergieron bajo las alas de la madre, quien, sabiendo que sus hijos no podían escapar del fuego, no los abandonó.
Tampoco se quedó con ellos en el nido sobre el árbol, donde el humo sube y el calor se acumula, si no que los llevó, quizás uno a uno a la base del árbol y allí ofreció su vida por salvar la de ellos.
¿Podéis imaginar la escena?
El fuego rodeándolos, los polluelos asustados y la madre muy decidida infundiéndoles paz a sus hijos, como diciéndoles "No temáis, venid, bajo mis alas nada os pasará"
Tan seguros estaban al estar ahí tocando sus plumas, aislados del fuego, que ni siquiera habían salido de ahí horas después de apagado el incendio.
Estaban totalmente confiados en la protección de la madre y solo al sentir el golpeteo pensaron que debían de salir.
Después de esta historia, me viene a la memoria esta frase:
"Él te cubrirá con sus plumas y hallarás bajo sus alas un refugio" (Salmo 91,4)
Creo que eso lo haríamos la mayoría, por no decir, la totalidad de todas las madres, que estaríamos dispuestas a perder lo que fuera con tal de ver crecer felices a nuestros hijos.
ResponderEliminarPara eso les dimos la vida, no?
No había oido esta historia. Es preciosa. Gracias por contarla. Cada día aprendo un poquito mas contigo. Besos. Nuria.