lunes, 26 de septiembre de 2011

La bolsa de agua

Aunque ya ha terminado la JMJ aún quedan rezagados por la geografía española algún cura, monja o como en este caso, médico, misioneros. Ya conté que había conocido a un misionero que vino a mi parroquia a decir misa un domingo que era la mar de dicharachero y gracioso y al que recuerdo con respeto y cariño, pues bien, el que hoy nos ocupa, es un médico misionero (este nombre se lo pongo yo), cuento la historia como él me la ha contado:

Una noche trabajé duro con una madre en su parto; pero a pesar de todo murió dejándonos un pequeño y prematuro bebé y una niña de dos años que lloraba desconsoladamente. Tuvimos grandes problemas para mantener vivo al bebé, no teníamos incubadora ni electricidad para hacer funcionar una. Tampoco teníamos alimento especial para estos casos. Aunque estábamos sobre la linea del Ecuador, las noches a menudo eran frías. Una estudiante que me ayudaba fue a buscar una toquilla de lana que teníamos para bebés. Otra fue a atizar el fuego y a llenar una bolsa con agua caliente. Ella volvió casi inmediatamente muy preocupada para decirme que la bolsa se rompió al llenarla. (Las bolsas de agua caliente se rompen facilmente en climas tropicales). !Y era nuestra última bolsa¡ En África Central no hay farmacias donde comprarlas.
"Muy bien" dije, pon al bebé lo más cerca del fuego y ponte entre el bebé y la puerta para evitar corrientes de aire frío. Tu trabajo es mantener con calor al bebé.
Al medio día, como hacía todos los días, fui a orar con los chicos del orfanato que querían reunirse conmigo. Les conté lo del pequeño bebé. Les expliqué nuestro problema de mantener al bebé con calor; la bolsa de agua caliente que se había roto, y que el bebé podía morir si se enfriaba. También les conté que su hermana de 2 años lloraba porque su madre había muerto. Una de las niñas que se llamaba Ruth, hizo la usual y sincera oración que hacen los niños en África.
"Dios, por favor, envianos una bolsa de agua caliente hoy, mañana será demasiado tarde".
Mientras me contenía por la audacia de su oración, ella añadió: "Y también ¿podrías por favor enviarnos una muñeca para la niña? ¿Podría yo decir amén onestamente? !Yo no creía que Dios podría hacer esto¡ Oh si, yo se que Él puede hacer esto. A media tarde me llegó un mensaje de que un vehículo había llegado a mi casa. Cuando llegué ya se había ido, pero en la puerta había una caja de unos 11 kilos. Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas. Llamé a los niños del orfanato para que me ayudasen. Con mucho cuidado empezamos a desempacar. Había unos 15 chicos observando. Comencé a sacar jerseys de vivos colores. Los ojos de los chicos estaban iluminados. Había vendas para los leprosos. Y tambien había pasas de uva que nos iban a venir muy bien. Luego puse mi manos nuevamente en la caja y sentí...¿Podía ser esto cierto? Lo tomé y lo saqué. Sí, !Una bolsa de agua caliente nueva¡ Lloré, yo no había pedido a Dios que nos la mande; yo no creí que Él podía. Ruth estaba en primera fila. Ella se adelantó y en alta voz dijo: "Si Dios mandó una bolsa de agua caliente, también debe de haber enviado la muñeca". Escarbando en la caja, sacó una hermosa muñeca con vestido de colores. !Sus ojos brillaban, ella nunca había dudado¡ Me preguntó, ¿Puedo ir contigo a darle la muñeca a la niña? "por supuesto, respondí".
Aquella caja había estado de viaje durante 5 meses, la habían enviado mis compañeros de escuela y tuvieron la impresión de obedecer a Dios e incluir una bolsa de agua caliente, aún para la linea del Ecuador.
Y una chica había puesto una muñeca para una niña africana 5 meses antes, en respuesta a la fe de una niña de 10 años llegó esa misma tarde.
ANTES QUE CLAMEN, RESPONDERÉ YO... Isaías 65:24

Tal como me lo ha contado yo os lo cuento...incluso el Salmo, que fue como terminó nuestra conversación. Aunque yo... me fui llorando hacia mi casa. Quise hacerle algún regalo pero él me dijo: Si algún día quieres mandar algo a las misiones, cualquier cosa será bien recibida, aunque a ti te parezca que no vale nada. Nos despedimos con un beso y aunque no era sacerdote, yo le besé las manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario