miércoles, 7 de septiembre de 2011

Tana

Salí como un cohete del tren de cercanías que me llevaba a la estación de Atocha.Fue el viernes. Yo iba distraída mirando por la ventanilla sin ver nada ni a nadie. De pronto, al llegar a la estación de Vallecas, veo a una ancianita con su bastón y cogida del brazo de una señora más joven. Me quedo mirándola más detenidamente y...salgo como una furia cuando ya el tren estaba dando los pitidos para cerrar las puertas, tropiezo con un hombre que entraba en ese momento, los dos estamos haciendo mal las cosas, el subiendo a destiempo y yo saliendo del mismo modo, pero él muy digno me dice: -Señora, ¿Está usted loca? Le contesto: -Lo mismo que usted, pero no me puedo esperar a discutir con usted porque si no se me va mi presa. Va y dice:-Lo que yo digo está loca. Le dejo allí y sigo corriendo en busca de Tana.
Tana fue mi mejor amiga en la infancia. Fuimos juntas a la escuela, los domingos a misa, jugábamos en la calle de nuestro barrio...todo esto hasta que fuimos mayores, e incluso fui a su boda con mi familia y todo el barrio...contaré por que.
Tana tiene algunos años más que yo (no muchos), nos conocimos cuando yo llegué a su barrio y enseguida nos enteramos de su historia, que es digna de película.
Resulta que había vivido en ese mismo barrio con sus padres y cinco hermanos hasta que un maldito día de 1937, cayó una bomba en su casa y sus padres murieron, dejando huerfanos a los cinco niños. Tana era la cuarta y después de ella un bebé.
Ante tan desgraciado suceso, la gente se hizo cargo de algunos de los hermanos pero por separado o sea que ninguno de los cinco sabía nada del resto. Un día de verano estando nosotras con otros niños jugando en la calle, apareció una joven de 17 o 18 años, iba preguntando si conocía alguien a sus hermanos.
No hay que ser muy listo para saber que a la primera que encontró fue a su hermana Sebastiana, o sea, Tana, como yo la llamaba. Esta joven estaba sirviendo en casa de unos señores en el centro de Madrid, y los jueves y domingos que tenía la tarde libre aparecía por el barrio para estar con hermana. Aunque era mayor que nosotras, jugaba igualmente cuando saltábamos a la comba cantando aquello del "Cocherito leré....
No recuerdo cuanto tiempo pasó, cuando apareció otro de los hermanos, un chico.Estaba de corneta en el Banderín de enganche de la Legión, que estaba cerca de nuestra casa...ya eran tres.
Al poco tiempo encontraron a un cuarto, este tenía mala pinta, mala pinta de las clamidades que pasaba y que no tenía donde vivir. El matrimonio que había recogido a Tana, los ayudaba lo que podía, pero no se podía quedar con todos. A Tana, la querían muchísimo pues ellos no tenían hijos y la tenían como tal.
Aunque solo fueran los domingos, se veían los cuatro, todos los vecinos les apreciaban pero eran malos tiempos, la gente tenía muchos hijos y claro, no valía aquello de "Uno mas no importa", no.
Dentro de las estrecheces y penurias que pasaban estos hermanos, lo que verdaderamente les quitaba la alegría era, no ver aparecer a su querida hermanita pequeña. Se oía hablar a los mayores que decían que la tenía un matrimonio sin hijos y además muy rico, pero nadie sabía donde.
Nos hicimos mayores, Tana fue la primera que se casó, todo el barrio fue a su boda, además se casó con un excelente muchacho, al que también todo el barrio quería.
Al cabo de unos años mis padres cambiaron de domicilio y yo con ellos, Tana se fue con su esposo y...nos perdimos la pista.
Después de lo menos cincuenta años, un día viendo el programa de tv. "Quien sabe donde"
de Paco Lobatón, casi me da un soponcio...veo a los cuatro hermanos que habían encontrado a "su niña".
La "niña", era una señora de más de sesenta años y desde luego que no había ninguna duda pues tenía la misma sonrisa que Tana, eran inconfundibles...ya no volví a saber nada de ellos hasta... El viernes pasado. ¿Verdad que no es extraño que casi me tirara del tren en marcha?
!Que alegría sentí¡ !Que abrazo más fuerte nos dimos¡ y las dos lloramos de alegría e hicimos llorar a su nieta que iba con ella. Hablamos de nuestros hijos, de nuestro nietos y...seguimos llorando.
No se si nos volveremos a ver, le dije que la llamaría por teléfono pero dijo su nieta que no oía muy bien, yo pensé...ni yo tampoco.

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