miércoles, 17 de noviembre de 2010

Abuelos

Hace años era muy triste ser abuelo, bueno, abuelo solitario. Ahora casi todos los abuelos están bien acompañados: unos por sus propios hijos, otros bien alojados en residencias, pero todos, o casi todos están bien cuidados.
Hace muchos años, recuerdo que leí no se donde, quizá en algún libro de fábulas o cuentos, una historia que jamás olvido y la recuerdo muy a menudo, sobretodo cuando me dice alguien que a su padre o madre los han llevado a "la Residencia". La historia en cuestión era así:
Un matrimonio joven con tres hijos y el abuelo. El pobre abuelo además de ser viejo no estaba bien de salud, tanto es así que el hombre apenas podía caminar.
En aquellos tiempos de la historia las mujeres no trabajaban fuera de casa, esto era obligación exclusiva del hombre.
Eso estaba muy bien si no fuera porque la mujer no "trabajadora", tenía a su cargo, la casa, los niños y hasta el abuelo. No es de extrañar que en algunos casos la pobre señora estaba hasta el moño de todo.
En aquellos tiempos en que se desarrolla la leyenda, cuento o historia no había las comodidades que hay ahora, las mujeres tenían que ir al rió a lavar y entre que iban y venían se les iba mediodía. Se tendrían que levantar con el alba para atender todo lo que les caía encima y cuando llegara la noche, después de acostar a los niños, al abuelo y a la madre que los...Tendría que "atender" al esposo. Claro que como ella no había ido a trabajar a ninguna fabrica, oficina o taller, la mujer no tenía derecho a decir !estoy tan cansada¡
Bueno creo que me estoy desviando, la historia sigue así:
Un día la esposa dijo que ya estaba harta, que no podía con todo, que necesitaba ayuda, etc.etc.etc.
El esposo no le diría. -No te preocupes yo te ayudo. No, seguro que no le dijo que le iba a echar una manita, bueno se la echaría, pero no en el trabajo casero. El buen hombre pensó... (a veces piensan) aquí el que sobra es mi padre y ni corto ni perezoso, se echó al abuelo a cuestas (entonces tampoco tenía coche todo el mundo como ahora), bien con su padre sobre sus costillas, empezó a caminar hacía el primer asilo que encontrara.
Como es natural, el anciano pesaba, aunque fuese viejo, y aquí tenemos al portador de su padre que, como se cansaba, empezó a buscar un sitio donde descansar...lo encontró.
Había en el camino una enorme piedra que tenía forma oval, parecía hecha aposta y allí se acercó el hombre con su padre a cuestas, lo deposito y se sentó junto a él a descansar. Al abuelo se le nublaron los ojos, el hijo al verlo casi llorando le preguntó.-¿Que le ocurre padre?
-Nada hijo, que aquí descansé yo cuando llevaba a mi padre a donde me llevas tu a mi.
El joven se quedó mudo pero al momento se recuperó, se levantó y cogiendo a su padre en sus brazos le dijo:-Vámonos padre, volvemos a casa.

Cada uno que coloque su moraleja.

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