Es cierto, no hay mayor placer que el que siente una mujer cuando amamanta a su hijo (lo digo por experiencia).
Cuando ese bebé está esperando en el regazo de su madre, esperando que se desabroche la blusa, él no para de mirar a esas manos torpes que tardan demasiado, la mira y no se sabe si ríe o llora pero no le quita los ojos de las manos a su madre. !Por fin¡ Él abre su boquita y ella le toma la cabecita en su brazo para que esté a la altura. El niño ya está mamando agarrado a la mama temiendo que se la quiten, no deja de mirar a los ojos a su madre, le sonríe y por su pequeña boca se le sale la leche, hace grandes esfuerzos para tragar, pues en ese momento le viene el golpe de leche y apenas puede con los chorros que recibe...pero él no suelta el pezón de su madre.
Cuando va disminuyendo la cantidad, el bebé esta ya casi harto, entonces sonríe y empiezan los juegos, los dos están satisfechos.
Hace unos años me contó un sacerdote que por aquel entonces era capellán de la maternidad de O´Donell en la cual estuvo varios años, una bonita historia:
Una mujer joven era conocida en el Hospital, pues dio a luz varios hijos a los cuales los daba en adopción. Por este motivo casi no se interesaba por los niños pues la maternidad ya tenía preparados a los padres adoptivos.
Me contó este buen sacerdote, que cuando dio a luz la última vez que la vieron era un niño precioso y lloraba más que Jeremías, no paraba. Lloraba en el nido, lloraba cuando le cambiaban y lloraba siempre. El niño estaba sano y además era muy hermoso.
El cura fue al nido, cogió al bebé y lo llevó a la cama de su madre, le dijo:-Dale de mamar. La madre dijo que no, y no quería ni verlo. El reverendo (como yo lo llamo) insistió y volvió a decirle que no pasaba nada, que sólo le diera de mamar pues faltaban dos horas para que llegasen sus "padres". Tanto insistió el buen sacerdote que la buena mujer cogió el niño, se lo colocó en posición, saco su pecho y se lo arrimó. El crió se agarro a él como a una tabla de salvación, empezó a succionar y a tragar. El cura le dijo:-Ahora vuelvo.
Cuando volvió, esta mujer que no sabemos los motivos que había tenido para ceder a sus hijos (por lo menos los colocaba bien), llamó a una enfermera y le dijo que se quería ir a su casa y también que se llevaba a su hijo.
Fue el médico, el cura, los futuros padres que ya habían llegado...pero nada, dijo que no daba a nadie más hijos.
Esta es la fuerza y el sentir de una madre cuando amamanta a un hijo.
Los hijos que maman también tienen esa comunión con sus madres y aunque no lo parezca...siguen mas unidos a ellas sin ellos darse cuenta.
Si lee esto Vanessa que va a ser mamá el viernes (Según he leído en su blog), un consejo de madre a madre...dale de mamar. Deseo que todo salga bien.
eseo que todo salga bien.
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