Ahora son muchos los hombres y mujeres que se dicen independizados: los hay por gusto y los hay a la fuerza.
Hoy me ha visitado uno de mis hermanos que es independiente a la fuerza, digo esto, porque vivía con mi madre y cuando la pobre murió él no tuvo más remedio que ser independiente. Pero bueno el " angelito" solo tiene 50 años y, aunque es muy "apañao", hay cosas que todavía se le resisten. De vez en cuando me llama por teléfono para preguntar como se hace esta comida o la otra. Yo esperaba que comiéramos juntos un día de estos, pensaba hacerle un pollo en pepitoria que me sale riquísimo (tuve buena maestra en la cocina...mi madre), y además a mi hermano le encanta. Como la visita ha sido corta, pues no podía quedarse mucho tiempo en casa, pues claro se ha ido antes de comer, yo que ya tengo muchas salidas le he dicho: - Como no me has dado tiempo de hacer el rico pollo en pepitoria...te lo llevas crudo y lo haces tu como quieras. Cuando ha visto el pedazo de pollo, entero, en su paquetito de supermercado, va y me dice que como lo va a partir, que no sabe si tendrá con que hacerlo. La cara que he debido de poner, ha hecho que coja el pollo, me diera un beso y marcharse. Antes de irse le he contado una anécdota que ocurrió en Madrid durante la guerra civil. De paso os la cuento a vosotros también:
Resulta que estando en plena guerra, habían metido a varios prisioneros en la plaza de toros, a modo de campo de concentración. No se quienes eran los prisioneros ni los que los habían encerrado. Los dos bandos fueron igual de tontos.
Pues bien, estando los prisioneros, quizá tomando el sol porque no tenían otra cosa que hacer, y tampoco la comida sería muy abundante, aparecieron los "guardianes" y les echaron unas cuantas latas de más de diez kilos, de sardinas en aceite. Los prisioneros no tenían ni navajas, ni cuchillos, ni cordones de zapatos, ni cinturones y mucho menos un abrelatas. Nadie sabe como en menos que canta un gallo, esos hombres abrieron las latas de sardinas y, de las sardinas...nunca más se supo.
Con que abrieron las latas, nadie lo supo, pero se comieron su contenido.
Así, que no me diga mi querido hermano, que no iba a saber trocear el pollo, pues en casa de mi madre, que es donde el vive, y ya que ella era una magnífica cocinera, hay toda clase de utensilios.
¡Espero que no vuelva a casa con el pollo muerto aún entero!...
¡¡¡Estos independientes!!!
Uf Mª Ángeles, tu historia tiene mucho que ver con la mía, verás, hace dos meses murió mi madre, y mi hermano, que tiene 51 años, vivía con ella. Éste es otro que se ha independizado a la fuerza. Sigue viviendo en casa de mi madre pero no se hace casi nada de comer.
ResponderEliminarEn fin, espero que el pollo no haya ido de vuelta para tu casa.
Un beso.
Querida Elena, siento la muerte de tu madre, ya sabemos que es ley de vida.Ya verás como tu hermano se arregla bien.
ResponderEliminarUn beso
Querida María Ángeles:
ResponderEliminarLa vida nos ofrece, en muchas ocasiones, apetitosos bocados que, neciamente, a veces nos negamos a probar. No habría desaprovechado yo ese delicioso pollo en pepitoria de sus fogones.
Un abrazo fuerte,
Ángel.
jajaja, ya veremos como acaba el pollo, ya os contaré.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte querido Ángel.
Más allá de especificidades históricas (prácticas e ideológicas) Me pareció muy interesante la Anécdota; cuando prima la necesidad las posibilidades aparecen (y justamente, el cómo es anecdótico),
ResponderEliminarTambién me quedé pensando en aquellos que se van; siempre hay algo que esa persona hacía como ninguna otra. Ya sea una comida, una broma, una voz, una caricia,
Muy emotivo y tierno, como ese paquetito ;-)
Un fuerte abrazo.
Tienes mucha razón Juan,los recuerdos nunca se olvidan, aunque, como bien dices, sea simplemente por el sabor de una comida.
EliminarUn abrazo
Entretenido relato contado con agrado y sentido del humor. Es verdad Mª de los ángeles que “obligado te veas” para realizar lo imposible.
ResponderEliminarUna vez leído alguna que otra publicación de este acogedor blog seguiré visitadlo para deleitarme con la lectura de narraciones contadas con “naturalidad” como por ejemplo el “espeluznante” caso del Museo antropológico.
Un abrazo
José, muchas gracias por visitarme.
EliminarEspero seguir siendo merecedora de que hagas un alto en el camino y me sigas visitando.
Un abrazo
Si, es cierto que muchos se creen independizados y no saben desenvolverse en lo más sencial. Creo tu modo de proceder fue acertadísimo. " No hay mejor maestra que el hambre". Un cariñoso saludo
ResponderEliminarMi querida Hada, que razón tienes, aunque tu creo que eres muy joven y no conoces el hambre...!Si yo te contara¡
ResponderEliminarUn besote muy fuerte
Que bonita historia, que interesante y tambien: cuanta profundidad en la enseñanza.
ResponderEliminarQuizas estas cosas, puedan servir para que el hombre sea distinto y para que las sociedades cambien.
No hay nada como la paz interna.
un beso
Gracias por la visita, Pluma y Data. Las historias y las perdidas siempre nos enseñan algo.
ResponderEliminarUn beso